Entró Jesé y salió el sol para el Real Madrid
Madrid, As
Entró Jesé y reaccionó el Madrid. El chico se encuentra en semejante estado de gracia que se le posan mariposas en la cabeza y le brotan arcoíris de oreja a oreja. No está claro si está viviendo un momento de inspiración o si ha alcanzado el nivel de excelencia que disfrutará hasta los 35 años. El caso es que tiene la confianza de los iluminados, el pulso de los escogidos y, según parece, la suerte precisa. Di María, por ejemplo, ha dejado de ser un obstáculo. El argentino, sustituido en el minuto 65, se retiró del campo tanteándose los genitales, como si estas cosas necesitaran recuento. Así respondía a los pitos del Bernabéu y de confirmarse esos picores debería ser traspasado. Lo aconseja el decoro y, sobre todo, lo merece Jesé.
Los cambios transformaron absolutamente al Madrid. Durante la primera mitad fue un equipo sin capacidad para sorprender. Tomó la iniciativa, como le corresponde, pero fue plano en el desarrollo del juego. Tan sólo las incursiones de Carvajal, un entusiasta, provocaron cierto desconcierto en la defensa del Celta. El resto era un discurso hueco.
Las incorporaciones de Jesé (61') y Bale (64') tuvieron un efecto inmediato. A los cinco minutos de entrar al campo, el canario acumulaba un disparo a puerta, una casi asistencia y una asistencia completa, siempre a Benzema. No se le puede pedir más, pero existe la sospecha de que daría el doble si se le exigiera el triple.
Bale, por su parte, regresó para recordarnos que es un futbolista que no pasa inadvertido, especialmente en los partidos abiertos y con espacios. Para ponerle broche a su reaparición propició el segundo gol de Cristiano con una galopada de purasangre y un pase con la zurda, exterior de la bota. Cristiano conseguía así su gol 400, el 20º en Liga, el pichichi, el homenaje a Eusebio y una paz interior que le durará hasta mañana (quizá pasado).
Hay que dejar constancia de que el Celta anterior a Jesé fue un equipo notable. Se desplegó con agilidad y llegó con relativa facilidad a posiciones de gol. En la mayoría de las acciones, y siempre en las mejores, intervino Rafinha. Hay futbolistas que no parecen extraordinarios, y lo son, y hay otros, como Rafinha (20 años), a los que basta un pestañeo para confirmar la primera impresión. Rafinha comparte la fisonomía de los brasileños buenos, el arqueamiento de piernas, la verticalidad del tronco y la tranquila convivencia con su talento descomunal. Rafinha deshace nudos con soplidos y la sensación es que sería todavía mejor en posiciones más adelantadas, sin tanto campo por recorrer.
Goles aparte, y mientras duró la intriga, las mejores oportunidades fueron del Celta. La primera la tuvo Charles y fue la que sueña todo soñador. Un pase largo le colocó delante del portero contrario, con tiempo suficiente como para recitar la Canción del Pirata. Si Diego López evitó el gol es porque tiene más brazos que la diosa hindú Vishnu, y porque pensar no es siempre la mejor opción para un delantero. Charles (31 goles la pasada temporada con el Almería, en Segunda) no levantó cabeza en toda la noche. En la segunda parte completó el desastre con otro fallo impropio. Rafinha le trazó el camino y Charles se volvió a afligir ante la grandeza de Vishnu y sus 20 dedos en las manos.
Después de tantos partidos, uno piensa que juegue como juegue el Madrid en el Bernabéu, terminará por ganar 2-0 o 3-0, tal vez 3-1. El problema es cuando lo piensa también el rival. El drama, referidos al Celta, es jugar bien desde hace años, ver pasar a estupendos futbolistas (Michu, Oubiña, Abalo, Aspas, Álex López, Mallo, Rafinha…) y no tener una buena historia que contar. Todavía.