MUNDIAL DE CLUBES. El Raja de Casablanca acaba con la sonrisa de Ronadinho


Marrakech, As
La primera parte fue rarísima. Los marroquís querían jugar rápido, pero no encontraban un buen último pase. Atlético Mineiro deseaba controlar el partido, pero los errores en la circulación le condenaban a pérdidas que hacían imposible su idea. Llegados a este punto de desencuentro entre ambos, las ocasiones comenzaron a acumularse en el tramo final del acto. Víctor, portero brasileño, fue tan protagonista como Jo. Mientras el meta sacaba un remate a bocajarro de Moutaouali (36’), el delantero brasileño veía como se le trastabillaba la pelota entre las piernas y sus intenciones quedaban en eso, en un suspiro profundo de la torçida del Gallo, llegada en más de 4.000 a Marruecos.


El propio Víctor fue protagonista al ver cómo un remate de Moutaouali salía lamiendo la cepa del palo derecha. Volvía a retumbar el Marrakech Stadium lleno de banderas verdiblancas. La pasión por el fútbol en el norte de África no tiene explicación. Uno tiene que verlo para tratar de comprenderlo. Mientras el fondo gobernado por los Green Boys no acababa de entender el error de su futbolista, Fernandinho replicaba apretando las bufandas de los histéricos radicales locales.

La locura llegó nada más comenzar la segunda parte. Si en la primera tuvo espacios, pero no encontró la manera de aprovecharla, la ecuación en la segunda parte fue diferente para el Raja. Pelota a la espalda de los centrales, tímido control para asegurar la posición y remate seco, abajo, donde más le podía doler a Víctor y a los cada vez más encogidos seguidores brasileños. Imagínense lo que fue el estadio, la reacción del pueblo marroquí y lo que sufrieron los cimientos del estadio.

Ronaldinho. Es la esperanza del Mineiro, aunque saben en Minas Gerais que sólo un milagro puede hacerlo quedar de albinegro. Suya fue la magia, poco efectiva en muchos lances, pero suficiente como para hacer los que parecía imposible: empatar. Moviéndose en un espacio reducido de terreno, pero aún con las ideas claras, el Gaúcho monopolizó el balón y con la mirada solicito (63’) un tiro de falta que acabó colando en la portería africana. La locura silenció a los 31.000 marroquís y despertó a la tropa brasileña, algunos incluso llorando.

Pero el ex azulgrana no fue suficiente. Marradas cuatro ocasiones medianamente claras, de nuevo una contra liquidaba a los brasileños. Rever cometía penalti sobre Iajour y Moutaouali ponía el primer pie de los marroquís en la final del sábado. Desde ahí hasta el final, fiesta local, lágrimas brasileñas y la triste despedida del Mundial de Clubes de un grande, Ronaldinho Gaúcho.

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