La nueva gran coalición de Merkel augura continuidad
El tercer mandato de la canciller estará marcado por los equilibrios de fuerza con los socialdemócratas
Juan Gómez
Berlín, El País
La tercera legislatura de Angela Merkel tuvo un arranque de manual: el martes juró cumplir su cargo “con la ayuda de Dios”, el miércoles entonó votos europeístas en el Bundestag antes de la obligada visita al Elíseo parisiense y el jueves marchó a la cumbre de Bruselas para asegurarse de que la unión bancaria europea no contraría los intereses alemanes. La segunda gran coalición con los socialdemócratas que preside la jefa de los democristianos alemanes desde 2005 se propone mantener el curso político y fiscal en la arena europea. Es de prever que la considerable influencia que el socialdemócrata Sigmar Gabriel (SPD) ganó para su partido en la larga negociación de Gobierno tras las generales del 22 de septiembre deje su impronta principal en asuntos domésticos. El propio Gabriel, que fue ministro de Medio Ambiente en el primer Gobierno de Merkel, enfrenta con su doble cartera de Economía y Energía la ingente “transición” hacia otras fuentes energéticas antes del apagón nuclear de 2022.
En el Gabinete se esbozan nuevos equilibrios de fuerza como reflejo de algunos cambios sociales. A la sombra de Merkel crece la nueva ministra de Defensa, Ursula von der Leyen, que a sus 55 años se afianza como líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y posible delfín. En el partido socialdemócrata, la flamante ministra de Trabajo y Asuntos Sociales, Andrea Nahles, hereda el puesto de Von der Leyen para convertirse en la tercera mujer fuerte del Ejecutivo. Cuatro de las seis mujeres que se sentaron este martes en el primer Consejo de Ministros tienen hijos. Von der Leyen, que cuenta siete, se opuso sin éxito en la anterior legislatura a una ley que desincentiva el acceso de las madres al mercado laboral con subvenciones a las familias que renuncien las guarderías públicas. Ahora se da la circunstancia de que Ronald Pofalla, ministro sin cartera y jefe de la Cancillería hasta las elecciones, renunció a participar en este Gobierno “por razones familiares”. En el número de esta semana, el influyente semanario Der Spiegel anunciaba una Alemania de “chicas duras y muchachos blandos”.
Mayores dificultades tiene Alemania para reconocer la realidad de décadas de inmigración. El SPD impuso a una de sus vicepresidentas, Aydan Özoguz, como Comisionada para Inmigración, Refugiados e Integración. El puesto va con la pintoresca dignidad de ministra de Estado (Staatsministerin), pero el cargo de Özoguz, que tiene pasaporte alemán y nació en Hamburgo en una familia inmigrante hace 46 años, tiene el rango administrativo de una secretaría de Estado sin competencias ejecutivas. Aunque las organizaciones de inmigrantes celebraron el nombramiento, es llamativo que se interprete como una conquista el acceso de una dirigente del SPD a un puesto más bien representativo y dedicado, precisamente, a la inmigración. El diario Frankfurter Allgemeine Zeitung ironizaba esta semana sobre “el duro destino de los ministros de Estado, a quienes no toman en serio ni los diplomáticos ni casi nunca los ministros”. Esto, en un país donde viven cinco millones de musulmanes de ascendencia extranjera.
Una mujer de origen turco es la secretaria de Estado de Inmigración
Desde que se presentó el contrato de coalición entre el bloque democristiano (CDU/CSU) y los socialdemócratas ha ido calmándose el debate sobre las posibles consecuencias de la introducción del salario mínimo interprofesional a partir de 2015. La patronal advirtió de los daños que la medida causará, a su juicio, en la competitividad de los productos alemanes. El salario mínimo es una vieja demanda sindical en Alemania. Rompe con la tradicional autonomía absoluta de patronal y sindicatos en las negociaciones colectivas. Desde la izquierda se ha criticado, además, que la base de 8,5 euros por hora quedará diluida en la inflación para 2015. En su defensa cabe señalar que su principal efecto se medirá en los sectores de servicios y hostelería. En ciudades como Berlín son los camareros, los peluqueros o los cocineros quienes a menudo ganan menos de 8,5 euros. Ellos se beneficiarán del salario mínimo, porque los empleados de la potente industria alemana, motor de sus exportaciones y con ello de su economía, perciben sueldos mucho mejores.
Fue el salario mínimo una excelente baza de Gabriel ante los militantes del SPD, a los que había prometido consultar antes de firmar el acuerdo de Gobierno. El presidente del SPD convirtió la arriesgada operación de emprender negociaciones con Merkel en una moción de confianza interna en el partido. Los 475.000 afiliados a la centenaria formación le brindaron su apoyo mayoritario y apuntalaron su figura en el Gobierno y en el SPD, al que quiere guiar como candidato a las elecciones de 2017. Las encuestas refrendan su pericia táctica: según la televisión pública ARD, su éxito negociador ante Merkel y el cierre de filas de sus militantes a favor de la Gran Coalición hicieron sumar dos puntos de intención de voto al SPD. Sigue muy lejos del 42% democristiano, pero supera en más de un punto el 25,6% de las generales de septiembre.
El salario mínimo fue la gran baza del SPD ante sus militantes
El pujante Gabriel y la canciller, en lo que de momento es el cénit de su poder, han demostrado habilidades parejas para asegurarse el control de sus respectivos partidos. Ambos fueron minusvalorados por sus oponentes y sorprendieron afianzándose en situaciones de críticas. En lo personal, se dice en círculos berlineses, los dos exministros de Medio Ambiente se entienden “razonablemente bien”. Tienen tres años para llevar a cabo las medidas más ambiciosas que se propongan. El último será de confrontación electoral entre adversarios.
Para entonces se perfilan ya otras constelaciones políticas. Al frente de un SPD que acaba de abrirse a hipotéticos pactos federales con el partido La Izquierda (Die Linke), Gabriel tiene que prepararse para medir su gestión económica y energética con las dos damas de la CDU. Los democristianos, por su parte, anunciaron el sábado que gobernarán con Los Verdes el importante land de Hesse. No es su primera coalición, pero sí la de mayor calibre. Ni siquiera un conservador de la CDU como Wolfgang Bosbach rechaza ya lo que calificó de “lógica busca de pareja” futura para los democristianos. Hace 30 años, Hesse ya fue el laboratorio de pruebas para una coalición como la que daría el Gobierno a SPD y Los Verdes en 1998.
Juan Gómez
Berlín, El País
La tercera legislatura de Angela Merkel tuvo un arranque de manual: el martes juró cumplir su cargo “con la ayuda de Dios”, el miércoles entonó votos europeístas en el Bundestag antes de la obligada visita al Elíseo parisiense y el jueves marchó a la cumbre de Bruselas para asegurarse de que la unión bancaria europea no contraría los intereses alemanes. La segunda gran coalición con los socialdemócratas que preside la jefa de los democristianos alemanes desde 2005 se propone mantener el curso político y fiscal en la arena europea. Es de prever que la considerable influencia que el socialdemócrata Sigmar Gabriel (SPD) ganó para su partido en la larga negociación de Gobierno tras las generales del 22 de septiembre deje su impronta principal en asuntos domésticos. El propio Gabriel, que fue ministro de Medio Ambiente en el primer Gobierno de Merkel, enfrenta con su doble cartera de Economía y Energía la ingente “transición” hacia otras fuentes energéticas antes del apagón nuclear de 2022.
En el Gabinete se esbozan nuevos equilibrios de fuerza como reflejo de algunos cambios sociales. A la sombra de Merkel crece la nueva ministra de Defensa, Ursula von der Leyen, que a sus 55 años se afianza como líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y posible delfín. En el partido socialdemócrata, la flamante ministra de Trabajo y Asuntos Sociales, Andrea Nahles, hereda el puesto de Von der Leyen para convertirse en la tercera mujer fuerte del Ejecutivo. Cuatro de las seis mujeres que se sentaron este martes en el primer Consejo de Ministros tienen hijos. Von der Leyen, que cuenta siete, se opuso sin éxito en la anterior legislatura a una ley que desincentiva el acceso de las madres al mercado laboral con subvenciones a las familias que renuncien las guarderías públicas. Ahora se da la circunstancia de que Ronald Pofalla, ministro sin cartera y jefe de la Cancillería hasta las elecciones, renunció a participar en este Gobierno “por razones familiares”. En el número de esta semana, el influyente semanario Der Spiegel anunciaba una Alemania de “chicas duras y muchachos blandos”.
Mayores dificultades tiene Alemania para reconocer la realidad de décadas de inmigración. El SPD impuso a una de sus vicepresidentas, Aydan Özoguz, como Comisionada para Inmigración, Refugiados e Integración. El puesto va con la pintoresca dignidad de ministra de Estado (Staatsministerin), pero el cargo de Özoguz, que tiene pasaporte alemán y nació en Hamburgo en una familia inmigrante hace 46 años, tiene el rango administrativo de una secretaría de Estado sin competencias ejecutivas. Aunque las organizaciones de inmigrantes celebraron el nombramiento, es llamativo que se interprete como una conquista el acceso de una dirigente del SPD a un puesto más bien representativo y dedicado, precisamente, a la inmigración. El diario Frankfurter Allgemeine Zeitung ironizaba esta semana sobre “el duro destino de los ministros de Estado, a quienes no toman en serio ni los diplomáticos ni casi nunca los ministros”. Esto, en un país donde viven cinco millones de musulmanes de ascendencia extranjera.
Una mujer de origen turco es la secretaria de Estado de Inmigración
Desde que se presentó el contrato de coalición entre el bloque democristiano (CDU/CSU) y los socialdemócratas ha ido calmándose el debate sobre las posibles consecuencias de la introducción del salario mínimo interprofesional a partir de 2015. La patronal advirtió de los daños que la medida causará, a su juicio, en la competitividad de los productos alemanes. El salario mínimo es una vieja demanda sindical en Alemania. Rompe con la tradicional autonomía absoluta de patronal y sindicatos en las negociaciones colectivas. Desde la izquierda se ha criticado, además, que la base de 8,5 euros por hora quedará diluida en la inflación para 2015. En su defensa cabe señalar que su principal efecto se medirá en los sectores de servicios y hostelería. En ciudades como Berlín son los camareros, los peluqueros o los cocineros quienes a menudo ganan menos de 8,5 euros. Ellos se beneficiarán del salario mínimo, porque los empleados de la potente industria alemana, motor de sus exportaciones y con ello de su economía, perciben sueldos mucho mejores.
Fue el salario mínimo una excelente baza de Gabriel ante los militantes del SPD, a los que había prometido consultar antes de firmar el acuerdo de Gobierno. El presidente del SPD convirtió la arriesgada operación de emprender negociaciones con Merkel en una moción de confianza interna en el partido. Los 475.000 afiliados a la centenaria formación le brindaron su apoyo mayoritario y apuntalaron su figura en el Gobierno y en el SPD, al que quiere guiar como candidato a las elecciones de 2017. Las encuestas refrendan su pericia táctica: según la televisión pública ARD, su éxito negociador ante Merkel y el cierre de filas de sus militantes a favor de la Gran Coalición hicieron sumar dos puntos de intención de voto al SPD. Sigue muy lejos del 42% democristiano, pero supera en más de un punto el 25,6% de las generales de septiembre.
El salario mínimo fue la gran baza del SPD ante sus militantes
El pujante Gabriel y la canciller, en lo que de momento es el cénit de su poder, han demostrado habilidades parejas para asegurarse el control de sus respectivos partidos. Ambos fueron minusvalorados por sus oponentes y sorprendieron afianzándose en situaciones de críticas. En lo personal, se dice en círculos berlineses, los dos exministros de Medio Ambiente se entienden “razonablemente bien”. Tienen tres años para llevar a cabo las medidas más ambiciosas que se propongan. El último será de confrontación electoral entre adversarios.
Para entonces se perfilan ya otras constelaciones políticas. Al frente de un SPD que acaba de abrirse a hipotéticos pactos federales con el partido La Izquierda (Die Linke), Gabriel tiene que prepararse para medir su gestión económica y energética con las dos damas de la CDU. Los democristianos, por su parte, anunciaron el sábado que gobernarán con Los Verdes el importante land de Hesse. No es su primera coalición, pero sí la de mayor calibre. Ni siquiera un conservador de la CDU como Wolfgang Bosbach rechaza ya lo que calificó de “lógica busca de pareja” futura para los democristianos. Hace 30 años, Hesse ya fue el laboratorio de pruebas para una coalición como la que daría el Gobierno a SPD y Los Verdes en 1998.