ANÁLISIS / 28 líderes demasiado balbucientes
El acuerdo para la unión bancaria fue algo superior a lo esperado pero bastante inferior a lo que se reclamaba como indispensable
Xavier Vidal-Folch, El País
Casi lo mejor de la cumbre europea que acabó ayer fue la calma. Eso permitió volver a hablar de Política Exterior y de Defensa, tras largo ayuno: aunque fuese para exhibir una ralísima cosecha.
A veces en lo peor cunde lo mejor. Las 48 dramáticas cumbres celebradas desde el inicio de la Gran Recesión recabaron tantas respuestas urgentes que, aún con tardanza y vaivenes, se avanzó mucho en la creación de mecanismos de la unión económica y monetaria.
Ayer y anteayer, mucho menos. Los dos deberes que llegaron más rodados, ambos económicos, acusaron una afección general de balbuceo en los líderes. Los contratos-programa que vinculan dinero extra —aún inconcreto— a los más reformistas de los países vulnerables, quedaron para otoño próximo. La canciller se quedó sola en su defensa, sin aliados ricos (temerosos de rascarse el bolsillo) ni pobres (angustiados por posibles nuevas normas sancionadoras a quienes incumpliesen sus compromisos).
Una verdadera lástima, porque esa era la zanahoria más al alcance de la mano de la política económica. Las necesitan, las zanahorias, bastantes países acosados por el jarabe de palo de las políticas presupuestarias monolíticamente restrictivas. La sobredosis institucional de esta ortodoxia es apabullante (Pacto de Estabilidad, Tratado Fiscal, six pack, two pack...), mientras que los estímulos a la demanda siguen anclados en la receta monodosis del Pacto por el Crecimiento y el Empleo, aquellos 120.000 millones de hace año y medio que solo muy lentamente empiezan a desplegarse.
Tampoco se han cubierto de gloria los primeros ministros en el asunto de la unión bancaria. Siete escuetas líneas de sus conclusiones les sirven para felicitarse a cuentas del pacto alcanzado previamente... por sus ministros de Economía. La entente fue algo superior a lo que parecía posible pero bastante inferior a lo que se reclamaba como indispensable.
La debilidad del pacto no estriba tanto en que lleve el sello de un país u otro: en este caso, también el de la Alemania temerosa de que un fondo de liquidación de bancos en derribo se le escapase de las manos (y de los bolsillos de sus contribuyentes) e incentivase a los sureños a actuar como cigarras, en vez de hormigas.
El compromiso consiste en que habrá fondo de resolución / liquidación, gestionado por un directorio de ministros (mediante acuerdo, ay, intergubernamental). Podrá resolver crisis “en 24 horas” —como reclamaba el BCE— según lo que recomiende de la Comisión, salvo que por mayoría simple los Gobiernos tumben su propuesta... o que para disponer de dinero cierto no se alcancen los dos tercios de los miembros (Francia y Alemania tendrán pase VIP, un 25% de votos cada una).
De momento, este es un perro flaco. ¿Cómo se garantiza la promesa de actuación exprés, en 24 horas? Eso es lo más inquietante. Y además, irá engordando hasta los 55.000 millones de euros (suficientes para un rescate a la española) a ritmo lento, premioso, en 10 años, aunque podrá entre tanto allegar dinero-puente de aquí y de allá. No descarten que al perro flaco le incordie la pulga del Parlamento. Ojalá, si es para engordarlo.
Xavier Vidal-Folch, El País
Casi lo mejor de la cumbre europea que acabó ayer fue la calma. Eso permitió volver a hablar de Política Exterior y de Defensa, tras largo ayuno: aunque fuese para exhibir una ralísima cosecha.
A veces en lo peor cunde lo mejor. Las 48 dramáticas cumbres celebradas desde el inicio de la Gran Recesión recabaron tantas respuestas urgentes que, aún con tardanza y vaivenes, se avanzó mucho en la creación de mecanismos de la unión económica y monetaria.
Ayer y anteayer, mucho menos. Los dos deberes que llegaron más rodados, ambos económicos, acusaron una afección general de balbuceo en los líderes. Los contratos-programa que vinculan dinero extra —aún inconcreto— a los más reformistas de los países vulnerables, quedaron para otoño próximo. La canciller se quedó sola en su defensa, sin aliados ricos (temerosos de rascarse el bolsillo) ni pobres (angustiados por posibles nuevas normas sancionadoras a quienes incumpliesen sus compromisos).
Una verdadera lástima, porque esa era la zanahoria más al alcance de la mano de la política económica. Las necesitan, las zanahorias, bastantes países acosados por el jarabe de palo de las políticas presupuestarias monolíticamente restrictivas. La sobredosis institucional de esta ortodoxia es apabullante (Pacto de Estabilidad, Tratado Fiscal, six pack, two pack...), mientras que los estímulos a la demanda siguen anclados en la receta monodosis del Pacto por el Crecimiento y el Empleo, aquellos 120.000 millones de hace año y medio que solo muy lentamente empiezan a desplegarse.
Tampoco se han cubierto de gloria los primeros ministros en el asunto de la unión bancaria. Siete escuetas líneas de sus conclusiones les sirven para felicitarse a cuentas del pacto alcanzado previamente... por sus ministros de Economía. La entente fue algo superior a lo que parecía posible pero bastante inferior a lo que se reclamaba como indispensable.
La debilidad del pacto no estriba tanto en que lleve el sello de un país u otro: en este caso, también el de la Alemania temerosa de que un fondo de liquidación de bancos en derribo se le escapase de las manos (y de los bolsillos de sus contribuyentes) e incentivase a los sureños a actuar como cigarras, en vez de hormigas.
El compromiso consiste en que habrá fondo de resolución / liquidación, gestionado por un directorio de ministros (mediante acuerdo, ay, intergubernamental). Podrá resolver crisis “en 24 horas” —como reclamaba el BCE— según lo que recomiende de la Comisión, salvo que por mayoría simple los Gobiernos tumben su propuesta... o que para disponer de dinero cierto no se alcancen los dos tercios de los miembros (Francia y Alemania tendrán pase VIP, un 25% de votos cada una).
De momento, este es un perro flaco. ¿Cómo se garantiza la promesa de actuación exprés, en 24 horas? Eso es lo más inquietante. Y además, irá engordando hasta los 55.000 millones de euros (suficientes para un rescate a la española) a ritmo lento, premioso, en 10 años, aunque podrá entre tanto allegar dinero-puente de aquí y de allá. No descarten que al perro flaco le incordie la pulga del Parlamento. Ojalá, si es para engordarlo.