Rajoy: Dos años desmintiéndose a sí mismo

El Gobierno asegura que ahora empezará a cumplir con una bajada de impuestos

Carlos E. Cué
Madrid, El País
Tal día como hoy, hace dos años, Mariano Rajoy respiraba tranquilo. Había logrado el mejor resultado de la historia del PP, una aplastante mayoría absoluta. Y lo había hecho con un discurso que, visto dos años después, provocaría cierto sonrojo incluso al propio Rajoy. "No daré dinero público para ayudar a los bancos". "Garantizaré siempre el poder adquisitivo de las pensiones, cumpliré la ley de 1998". "No vamos a reducir las prestaciones por desempleo". "No subiré los impuestos, los bajaré". "No habrá copago en sanidad". "La reforma laboral del PSOE ha abaratado el despido". "Yo no soy como usted, señor Rubalcaba, lo que no llevo en mi programa no lo haré". "El PP se compromete a que educación, sanidad y pensiones jamás se verán afectadas por la crisis económica".


En el Gobierno, dos años después de estas palabras que quedaron como losas sobre la credibilidad de Rajoy —"uno de nuestros problemas es que dijimos e hicimos muchas tonterías en la oposición pensando en David Cameron, que perdió muchos votos por ser demasiado claro en sus planes", admite un miembro del Ejecutivo—, se ha instalado una sensación de que ahora empieza el partido de verdad.

Después de dos años de flagrantes incumplimientos, desmintiéndose a sí mismo con la mayor subida de impuestos de la democracia y los recortes en sanidad y educación como gran estrella —el Gobierno admite la destrucción de hasta 380.000 empleos públicos, muchos en estos dos sectores—, ahora, aseguran, es cuando van a intentar empezar a cumplir su programa, y confían en que ese mensaje cale antes de las elecciones de 2015.

El Gobierno está preparando ya un año 2014 con un eje central: la gran reforma fiscal que supondrá una importante bajada de impuestos y tratará de conectar de nuevo con su electorado. Otras reformas que se han ido retrasando, como la del aborto, muy polémica pero también pensada para su electorado más fiel, están ya casi listas para ser aprobadas. En esa misma línea, la reforma educativa ya está en marcha.

Ante la evidencia de que no tienen mucho balance que ofrecer a los ciudadanos —casi todos los datos económicos clave, salvo la prima de riesgo, están peor que en noviembre de 2011, aunque mejor que en 2012—, Rajoy y los suyos reivindican lo que consideran su gran logro: evitar esa intervención definitiva: "Ese señor que habla poco [por Rajoy] evitó el rescate de España. Decían que no tenía sangre. Pues menos mal", resumió el lunes Alberto Núñez Feijóo, el presidente de Galicia.

Tan claro es ese intento de volver a empezar que en 2011 Rajoy pedía el voto "para ver la luz al final del túnel" y ese es ahora el lema del Gobierno, como si estos 730 días fueran una pesadilla de la que quieren salir cuanto antes.

Sin embargo, estos dos años que el PP quiere dejar atrás y si es posible incluso olvidar, dejan heridas importantes en la credibilidad del presidente —él ha reconocido varias veces que "la realidad" le obligó a incumplir su palabra—, pero sobre todo en la economía, la sanidad y la educación.

Rajoy prometió, en el único debate electoral de una campaña muy plana, que no daría ayudas a los bancos como había hecho Zapatero. Ya se dan por perdidos hasta 36.000 millones de euros de esas ayudas que él aprobó con Bankia como gran protagonista.

Toda la campaña giró en torno a los recortes de Rajoy, que él siempre negó. "Les propongo que trabajemos juntos para poder preservar la educación, la sanidad, las pensiones", dijo el entonces candidato mirando fijamente a las cámaras de televisión. En las entrevistas y mítines de esos días, Rajoy insistió en que no habría copago, no se tocaría sanidad y educación y, sobre todo, se cumpliría la ley y se revalorizarían las pensiones todos los años. Los jubilados que suelen llenar los mítines aplaudían con entusiasmo. Rajoy cumplió su promesa de no congelar las pensiones, pero no la de revalorizarlas. No lo hizo en 2012. Ahora ha cambiado la ley para que nunca tengan que revalorizarse con el IPC, algo que tampoco iba en su programa.

Además, los pensionistas pasaron a pagar un 10% de los medicamentos. En educación, también fuera del programa se amplió el ratio máximo de alumnos por aula, se promovieron aumentos de tasas universitarias de hasta el 66% y se amplió la jornada de los maestros, lo que provocó que se contratara a muchos menos. También se aprobaron unas tasas judiciales nunca antes anunciadas.

Rajoy prometió la despolitización de todos los organismos. Pero el Poder Judicial sigue cerrándose como siempre entre los partidos. Además, el PP llenó las empresas públicas de personas muy vinculadas a este partido. Incluso lo hizo en organismos reguladores como la CNMV o en el Defensor del Pueblo. Y al frente del Constitucional, un prestigioso jurista pero militante del PP.

Más polémico fue aún el control absoluto de RTVE. Rajoy, después de que el PP criticara la parcialidad de una televisión presidida por una persona que él había pactado con Zapatero, cambió la ley para poder nombrar al presidente de RTVE con su mayoría absoluta. Una de las grandes reformas de Zapatero se esfumó así tal vez para siempre.

Pero sobre todo Rajoy ha incumplido, al menos de momento, su principal promesa y mensaje electoral: no logró bajar el paro. Desde que él llegó, subió en un millón de personas hasta la fatídica cifra de los seis millones, ahora rebajada tras el verano. Esa es la única promesa que aún está a tiempo de cumplir —dejar menos paro del que encontró—, pero pocos en el PP confían en lograrlo antes de las próximas elecciones.

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