Rabat estudia levantar una valla contra los inmigrantes que llegan de Argelia
El ministro Fernández Díaz reitera que las cuchillas “no son agresivas”
Ignacio Cembrero
Madrid, El País
Marruecos estudia construir una valla en la parte norte de su frontera con Argelia para dificultar la entrada de los inmigrantes subsaharianos, que una vez dentro del país se suelen dirigir hacia Ceuta y Melilla o intentan cruzar en patera el Mediterráneo, rumbo a las costas andaluzas.
Altos responsables del Ministerio del Interior, de la Gendarmería y de las Fuerzas Armadas marroquíes debatieron ese proyecto durante una reunión celebrada el pasado fin de semana en las dependencias del aeropuerto de Oujda, a tan solo 13 kilómetros de la frontera argelina, según revelaron ayer los diarios Al Massae y Akhbar al Youm, de Casablanca.
Ambos rotativos no coinciden en la longitud que tendría esa verja (entre 70 y 450 kilómetros), pero es evidente que no abarcaría los 1.500 kilómetros de longitud que tiene toda la frontera, sino que se acabaría mucho antes de llegar al desierto del Sáhara. El Ministerio del Interior marroquí no confirmó ni desmintió la noticia.
Rabat contempla ahora este remedio a la inmigración que padece, después de que Argelia haya dado, a principios del otoño, un cerrojazo al contrabando a través de la frontera común —sobre todo de gasolina (unos 1.500 millones de litros al año)—, del que vivían decenas de miles de marroquíes. Un buen puñado de ellos se han ido ahora a ganarse la vida en Ceuta y Melilla incrementando aun más el caos en las fronteras de las dos ciudades autónomas, ya de por sí colapsadas.
Aunque la verja esté salpicada de torres de control y de cámaras, es evidente que solo sería un obstáculo —sobre todo para las mujeres y los niños— para los miles de subsaharianos que cada año cruzan irregularmente la frontera.
Pese a las verjas, 28.541 inmigrantes lograron entrar irregularmente en Ceuta y Melilla entre 2002 y 2012, según reveló el Ministerio del Interior español la semana pasada. La mayoría lo hicieron por tierra y unos pocos por mar. En Marruecos podrían también saltarla o bajar más al sur, hasta donde arranca el desierto, para cruzar sin tener que trepar.
Esta iniciativa marroquí coincide con el primer proceso de regularización de subsaharianos abierto en Marruecos por impulso del rey Mohamed VI. Se calcula que entre 25.000 y 40.000 están en situación irregular.
La relación entre Rabat y Argel es mala y la frontera común está cerrada, por decisión argelina, desde hace 19 años. Es la frontera del mundo más larga cerrada, aunque eso ha impedido que los contrabandistas la franqueasen hasta ahora sin excesivas dificultades. El levantamiento de la valla empeorará aún más, sin cabe, la relación entre los dos vecinos africanos.
El ministro del Interior español, Jorge Fernández Díaz, reiteró ayer, con motivo de la visita a Madrid del vicepresidente italiano Angelino Alfano, que las cuchillas que se están volviendo a colocar en lo alto de parte de la valla de Melilla “no son agresivas” sino solo “disuasorias”, y que las heridas que provocan son solo de carácter “leve” y “superficial”.
Cuando estaban instaladas en Melilla, los subsaharianos tomaban precauciones. Se ponían guantes y toda la ropa que tenían a su alcance para que los cortes fueran menos profundos. Aun así, muchos de aquellos que lograron entrar en la ciudad acabaron ingresados en el hospital comarcal. Uno de ellos, residente en Valencia, sigue cojeando siete años después.
En Ceuta, donde se producen menos saltos a causa de la orografía, el Gobierno socialista no las quitó en 2007 —en Melilla sí lo hizo—, y por eso en 2009 Sambo Sadiako, de 25 años, se desangró solo en lo alto de la valla. Su cuerpo sin vida fue descubierto al amanecer por la Guardia Civil.
Sadiako se quedó enganchado en una de las concertinas, como Interior llama a las cuchillas, y se golpeó en dos ocasiones contra el vallado a modo de péndulo. La velocidad del viento esa noche alcanzó los 100 kilómetros, lo que explica la violencia de los golpes.
Ignacio Cembrero
Madrid, El País
Marruecos estudia construir una valla en la parte norte de su frontera con Argelia para dificultar la entrada de los inmigrantes subsaharianos, que una vez dentro del país se suelen dirigir hacia Ceuta y Melilla o intentan cruzar en patera el Mediterráneo, rumbo a las costas andaluzas.
Altos responsables del Ministerio del Interior, de la Gendarmería y de las Fuerzas Armadas marroquíes debatieron ese proyecto durante una reunión celebrada el pasado fin de semana en las dependencias del aeropuerto de Oujda, a tan solo 13 kilómetros de la frontera argelina, según revelaron ayer los diarios Al Massae y Akhbar al Youm, de Casablanca.
Ambos rotativos no coinciden en la longitud que tendría esa verja (entre 70 y 450 kilómetros), pero es evidente que no abarcaría los 1.500 kilómetros de longitud que tiene toda la frontera, sino que se acabaría mucho antes de llegar al desierto del Sáhara. El Ministerio del Interior marroquí no confirmó ni desmintió la noticia.
Rabat contempla ahora este remedio a la inmigración que padece, después de que Argelia haya dado, a principios del otoño, un cerrojazo al contrabando a través de la frontera común —sobre todo de gasolina (unos 1.500 millones de litros al año)—, del que vivían decenas de miles de marroquíes. Un buen puñado de ellos se han ido ahora a ganarse la vida en Ceuta y Melilla incrementando aun más el caos en las fronteras de las dos ciudades autónomas, ya de por sí colapsadas.
Aunque la verja esté salpicada de torres de control y de cámaras, es evidente que solo sería un obstáculo —sobre todo para las mujeres y los niños— para los miles de subsaharianos que cada año cruzan irregularmente la frontera.
Pese a las verjas, 28.541 inmigrantes lograron entrar irregularmente en Ceuta y Melilla entre 2002 y 2012, según reveló el Ministerio del Interior español la semana pasada. La mayoría lo hicieron por tierra y unos pocos por mar. En Marruecos podrían también saltarla o bajar más al sur, hasta donde arranca el desierto, para cruzar sin tener que trepar.
Esta iniciativa marroquí coincide con el primer proceso de regularización de subsaharianos abierto en Marruecos por impulso del rey Mohamed VI. Se calcula que entre 25.000 y 40.000 están en situación irregular.
La relación entre Rabat y Argel es mala y la frontera común está cerrada, por decisión argelina, desde hace 19 años. Es la frontera del mundo más larga cerrada, aunque eso ha impedido que los contrabandistas la franqueasen hasta ahora sin excesivas dificultades. El levantamiento de la valla empeorará aún más, sin cabe, la relación entre los dos vecinos africanos.
El ministro del Interior español, Jorge Fernández Díaz, reiteró ayer, con motivo de la visita a Madrid del vicepresidente italiano Angelino Alfano, que las cuchillas que se están volviendo a colocar en lo alto de parte de la valla de Melilla “no son agresivas” sino solo “disuasorias”, y que las heridas que provocan son solo de carácter “leve” y “superficial”.
Cuando estaban instaladas en Melilla, los subsaharianos tomaban precauciones. Se ponían guantes y toda la ropa que tenían a su alcance para que los cortes fueran menos profundos. Aun así, muchos de aquellos que lograron entrar en la ciudad acabaron ingresados en el hospital comarcal. Uno de ellos, residente en Valencia, sigue cojeando siete años después.
En Ceuta, donde se producen menos saltos a causa de la orografía, el Gobierno socialista no las quitó en 2007 —en Melilla sí lo hizo—, y por eso en 2009 Sambo Sadiako, de 25 años, se desangró solo en lo alto de la valla. Su cuerpo sin vida fue descubierto al amanecer por la Guardia Civil.
Sadiako se quedó enganchado en una de las concertinas, como Interior llama a las cuchillas, y se golpeó en dos ocasiones contra el vallado a modo de péndulo. La velocidad del viento esa noche alcanzó los 100 kilómetros, lo que explica la violencia de los golpes.