El Valladolid se apiada de Djukic
Valencia, As
Al Valencia se le atraganta lo de jugar en Mestalla. Lo de jugar en general. Dijo Djukic al terminar la velada que a sus jugadores les faltó ‘testosterona’. Y algo más: fútbol. Uno por uno todos los futbolistas del Valladolid fueron mejores que sus oponentes, y lógicamente por presupuesto de uno y otro equipo no debería ser así. No parece tampoco normal que faltando 15 minutos empate el equipo que aparentemente actúa de local, en este caso el Valencia, y sin embargo el gol enrabiete más a los visitantes, que fue lo que pasó ayer. Bien se puede decir que el Valladolid se apiadó de Djukic, que sigue sin dar con la tecla y no será porque su presidente no le respalda.
Muchos técnicos quisieran un Salvo en su vida. Fueron los de Juan Ignacio los que merecieron algo más que un punto. Por derroche, ideas claras y ocasiones. El Valladolid se marchó de Valencia con sensaciones de las que te hacen crecer como equipo. Guaita, madrecita en el gol de Alcatraz, evitó tras acrobático remate de Osorio la tercera derrota consecutiva de los ché en Mestalla y que la parroquia, además de apática, se marchara enfurecida.
Cierto es que hay jugadas que puede cambiar el signo de un partido. Y esta llegó en Mestalla a los cuatro minutos. Penalti de Mariño sobre Barragán. Sin discusión. Incluso acertó también Velasco Carballo al no expulsar al guardameta. El lateral enfilaba hacia la banda y no hacia portería. Pero esa jugada no alteró nada. Porque llegó Ever Banega y lo mandó a las nubes. Bueno, algo sí alteró, el respeto de la grada hacia el argentino. Se lo ha perdido, se ha cansado de su irregularidad y los pitos y su nula aportación ayer le llevaron a ser sustituido al descanso.
Con la mencionada acción del penalti comenzó un partido que al Valencia se le puso cuesta arriba desde el principio y que se le atragantó con el paso de los minutos. Juan Ignacio alteró su habitual guión ante la baja de Ebert y de paso quiso contrarrestar el ‘efecto Getafe’ de Djukic (el serbio repitió alineación por primera vez en Liga y con ello apostó todo al trivote formado por Fuego, Parejo y Banega), lo dicho, el técnico del Valladolid contraprogramó con otros tres centrocampistas en la medular y entre que el Valencia no se había aún recuperado de la ocasión fallida y que Banega no se enteraba de la copla, llegó Alcátraz y colocó un preciso centro al desmarque de Javi Guerra, que no solo le ganó la partida a Ricardo Costa sino que también hizo un movimiento de cuello perfecto. Mestalla se empezaba a percatar que la tarde iba a ser larga. Muy larga.
Hasta el descanso, todo sea dicho, el Valencia no perdió el sitio. Aunque al ralentí, algo sí inquietaba a Mariño. En especial en una acción de Alcácer, con buen pase de Pabón. Precisamente fue el colombiano quien firmó el empate con un disparo lejano que tras rozar en un defensa desubicó a Mariño, que iba hacia Galicia y el balón se fue hacia Andalucía.
Pero al Valencia aún no le han enseñado a tener presencia en el terreno de juego. Tiene la posesión, aunque no marca la pauta. Y en el enésimo contragolpe que le hacen en lo que llevamos de temporada Alcatraz apareció por la izquierda de Guaita y le cruzó el balón ante la lenta reacción del guardameta. Para entonces Djukic ya había sentado a Banega y dado entrada a Canales. Pero el cántabro solo no puede con todo. Parejo mandó una falta al larguero y en ella se lesionó Piatti. Salió Feghouli, que entre pitos y broncas hacia su figura firmó el empate tras asistencia de Canales. Antes del 2-2, manos de Ricardo Costa en el área, involuntarias según el árbitro, aunque Guerra se quedaba solo.
Fue a raíz del empate cuando apareció posiblemente el mejor Valladolid de la era Juan Ignacio. Durante los últimos 15 minutos demostró personalidad, solidaridad y colocación. Mareó al Valencia con Osorio, Rossi y Guerra y no se llevó la victoria de milagro. Y evidenció las carencias de los blanquinegros, un equipo que convierte la transición ataque-defensa en un despropósito y que hizo de Mariño en el tramo final un espectador de lujo.
Al Valencia se le atraganta lo de jugar en Mestalla. Lo de jugar en general. Dijo Djukic al terminar la velada que a sus jugadores les faltó ‘testosterona’. Y algo más: fútbol. Uno por uno todos los futbolistas del Valladolid fueron mejores que sus oponentes, y lógicamente por presupuesto de uno y otro equipo no debería ser así. No parece tampoco normal que faltando 15 minutos empate el equipo que aparentemente actúa de local, en este caso el Valencia, y sin embargo el gol enrabiete más a los visitantes, que fue lo que pasó ayer. Bien se puede decir que el Valladolid se apiadó de Djukic, que sigue sin dar con la tecla y no será porque su presidente no le respalda.
Muchos técnicos quisieran un Salvo en su vida. Fueron los de Juan Ignacio los que merecieron algo más que un punto. Por derroche, ideas claras y ocasiones. El Valladolid se marchó de Valencia con sensaciones de las que te hacen crecer como equipo. Guaita, madrecita en el gol de Alcatraz, evitó tras acrobático remate de Osorio la tercera derrota consecutiva de los ché en Mestalla y que la parroquia, además de apática, se marchara enfurecida.
Cierto es que hay jugadas que puede cambiar el signo de un partido. Y esta llegó en Mestalla a los cuatro minutos. Penalti de Mariño sobre Barragán. Sin discusión. Incluso acertó también Velasco Carballo al no expulsar al guardameta. El lateral enfilaba hacia la banda y no hacia portería. Pero esa jugada no alteró nada. Porque llegó Ever Banega y lo mandó a las nubes. Bueno, algo sí alteró, el respeto de la grada hacia el argentino. Se lo ha perdido, se ha cansado de su irregularidad y los pitos y su nula aportación ayer le llevaron a ser sustituido al descanso.
Con la mencionada acción del penalti comenzó un partido que al Valencia se le puso cuesta arriba desde el principio y que se le atragantó con el paso de los minutos. Juan Ignacio alteró su habitual guión ante la baja de Ebert y de paso quiso contrarrestar el ‘efecto Getafe’ de Djukic (el serbio repitió alineación por primera vez en Liga y con ello apostó todo al trivote formado por Fuego, Parejo y Banega), lo dicho, el técnico del Valladolid contraprogramó con otros tres centrocampistas en la medular y entre que el Valencia no se había aún recuperado de la ocasión fallida y que Banega no se enteraba de la copla, llegó Alcátraz y colocó un preciso centro al desmarque de Javi Guerra, que no solo le ganó la partida a Ricardo Costa sino que también hizo un movimiento de cuello perfecto. Mestalla se empezaba a percatar que la tarde iba a ser larga. Muy larga.
Hasta el descanso, todo sea dicho, el Valencia no perdió el sitio. Aunque al ralentí, algo sí inquietaba a Mariño. En especial en una acción de Alcácer, con buen pase de Pabón. Precisamente fue el colombiano quien firmó el empate con un disparo lejano que tras rozar en un defensa desubicó a Mariño, que iba hacia Galicia y el balón se fue hacia Andalucía.
Pero al Valencia aún no le han enseñado a tener presencia en el terreno de juego. Tiene la posesión, aunque no marca la pauta. Y en el enésimo contragolpe que le hacen en lo que llevamos de temporada Alcatraz apareció por la izquierda de Guaita y le cruzó el balón ante la lenta reacción del guardameta. Para entonces Djukic ya había sentado a Banega y dado entrada a Canales. Pero el cántabro solo no puede con todo. Parejo mandó una falta al larguero y en ella se lesionó Piatti. Salió Feghouli, que entre pitos y broncas hacia su figura firmó el empate tras asistencia de Canales. Antes del 2-2, manos de Ricardo Costa en el área, involuntarias según el árbitro, aunque Guerra se quedaba solo.
Fue a raíz del empate cuando apareció posiblemente el mejor Valladolid de la era Juan Ignacio. Durante los últimos 15 minutos demostró personalidad, solidaridad y colocación. Mareó al Valencia con Osorio, Rossi y Guerra y no se llevó la victoria de milagro. Y evidenció las carencias de los blanquinegros, un equipo que convierte la transición ataque-defensa en un despropósito y que hizo de Mariño en el tramo final un espectador de lujo.