El Gobierno egipcio arrebata las mezquitas a los islamistas

Los militares quieren promover una interpretación del islam más moderada

Ricard González
Beni Suef, El País
En su sermón del viernes, Atef explica la biografía de Abu Muslim, un reverenciado religioso del siglo VII: “Un tirano le quiso forzar a renegar del Islam. Se negó, y lo condenaron a morir en la hoguera. Pero Alá apagó las llamas”. A los fieles congregados en la mezquita de Abu Zeid, en el pueblo de Maymún, no se les escapa la parábola que pretende trazar el imán: el tirano de la historia es el alter ego del general Abdelfatá al Sisi, el ejecutor del golpe de Estado que depuso al presidente islamista Mohamed Morsi el 3 de julio, y Abu Muslim representa al movimiento de protesta liderado por los Hermanos Musulmanes.


“Poco después del golpe, dejé de hablar de política de forma directa en mis sermones. Ahora lo hago a través de metáforas”, explica el imán Atef, un hombre de ojos diminutos y barba de cuatro días. “Algunos fieles se quejaron durante mis sermones, provocando enfrentamientos dentro de la mezquita entre partidarios de la Hermandad y el Ejército, algo que no puedo permitir”, se justifica. En Egipto, las mezquitas no han sido un lugar ajeno a la política, por lo que no es de extrañar que en su seno hayan aflorado las tensiones propias de una sociedad profundamente polarizada.

Desde hace varias semanas, los imanes cuentan con un nuevo motivo para no abordar la crisis política del país en sus sermones semanales: las nuevas y estrictas medidas decretadas por el Ministerio de Asuntos Religiosos. Entre ellas, el arresto de los imanes que critiquen al Gobierno, el cierre de las mezquitas no oficiales, y la no renovación de unos 55.000 imanes que no son graduados de la Universidad de Al Azhar, la institución teológica más prestigiosa del islam suní.

Según el ministro, Mohamed Mujtar, las medidas se inscriben dentro de un plan para “promover el discurso moderado de Al Azhar”. Si bien es cierto que Al Azhar aboga por una interpretación del islam menos conservadora, las medidas tienen también otros objetivos. No hay que olvidar que el gran jeque de Al Azhar, Ahmed Tayyeb, ha mantenido unas relaciones conflictivas con la Hermandad, e incluso flanqueó a Al Sisi en su anuncio del derrocamiento de Morsi.

“Con estas medidas, el Gobierno tiene un claro objetivo político: debilitar la capacidad de influencia de los partidos islamistas, y muy especialmente los Hermanos Musulmanes, que a menudo han utilizado las mezquitas como altavoz para difundir sus postulados”, sostiene Mustafá Khalil, un investigador especializado en el papel social y político de las mezquitas en Egipto.

La aldea de Maymún se encuentra en la provincia de Beni Suef, al sur de El Cairo, uno de los bastiones de la Hermandad. Por eso, su imán más popular pertenecía a la cofradía, y llenaba cada viernes la mezquita Tahtawi. En la sala de las abluciones aún se pueden ver los restos de una pegatina arrancada que contenía el símbolo de los Hermanos Musulmanes.

“Justo después del golpe, el imán Mohamed decidió abandonar el pueblo y el país. Ya intuía que se acabaría pronto la libertad de prédica en las mezquitas. El que han puesto ahora es un ignorante que apenas conoce el Corán”, comenta Omar Ismael, un joven de la Hermandad recién graduado en Al Azhar, y que desde hace un par de meses se ha pasado a la mezquita Abu Zeid, la del imán Atef.

Para poder controlar de forma efectiva los sermones de las mezquitas, el Gobierno ha habilitado un teléfono en el que los ciudadanos puedan denunciar a los religiosos que incumplen las normas. Es una forma de externalizar en los partidarios del Ejército una tarea de supervisión que durante la era Mubarak realizaban los servicios de inteligencia interna, que debían dar su visto bueno al nombramiento de los imanes en las mezquitas oficiales.

En la última fase del régimen, con la aparición de pequeñas mezquitas informales en pisos y garajes, el Estado fue perdiendo el control sobre los discursos religiosos. Tras la revolución, los imanes adquirieron su mayor cuota de libertad desde que Nasser situara las mezquitas bajo el paraguas estatal en 1961.

A pesar de que la política parece haber desaparecido de los sermones, no está claro que los otros objetivos del plan gubernamental se puedan lograr. “Veo difícil que consigan cerrar todas las mezquitas no oficiales, y que puedan realmente suplir a los 55.000 imanes que no son graduados de Al Azhar, pues representan la mitad del total”, sostiene el imán Atef, que asegura simpatizar con la cofradía, pero no ser uno de sus miembros.

Si bien es evidente que estas nuevas medidas representan un golpe para la Hermandad, pues se añaden a la campaña de arrestos y confiscación de sus activos, Mustafá Khalil relativiza sus consecuencias. “La influencia de la cofradía en las mezquitas no se limita a los sermones, sino que utiliza también las redes sociales que se crean en su entorno. Y eso es inevitable. No se puede prohibir a sus miembros que entren a las mezquitas”, opina.

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