Chelsea, ‘capitana’ del buque Clinton
-Nace una nueva disnastía política. La hija de Bill y Hillary ha tomado el mando en la fundación familiar aupada por sus padres
-Así son los primeros pasos políticos de ‘la niña’ de uno de los matrimonios más influyentes de la historia de América
Yolanda Monge
Washington, El País
Chelsea Clinton ha hecho una lista de prioridades en su vida, y en primer lugar está formar una familia en un futuro cercano, tan cercano como ser madre el año que viene junto a su marido de hace tres años, Marc Mezvinsky. Bill Clinton tiene su propia fotografía de lo que será el porvenir, medido en elecciones presidenciales, y en su agenda política está que Hillary será la primera mujer presidente de Estados Unidos y Chelsea continuará —en algún momento— la tradición familiar de ocupar la Casa Blanca. Hillary Clinton tenía un deseo y parece que será cumplido: ser abuela (sobre ser comandante en jefe de EE UU, la exsecretaria de Estado sigue en modo silencio).
Nunca antes como en las pasadas semanas tuvo una presencia tan mediática la heredera del imperio Clinton, marca registrada valorada en 250 millones de dólares (186 millones de euros), millón arriba, millón abajo. Desde que el pasado mes de agosto Chelsea Clinton anunciara que había decidido que su existencia debía estar guiada por favorecer el bien común y se entregaba a la vida pública, las alarmas se encendieron y el campo de la especulación quedó abierto. ¿Había decidido la pequeña Chelsea —que ya cuenta con 33 años— seguir los pasos de papá y mamá y sumarse a las filas de los políticos profesionales?
Fue durante la pasada Iniciativa Global Clinton cuando Bill puso las cartas sobre la mesa. Entrevistado por Piers Morgan en CNN, el periodista británico —entre ingenuo y malévolo— preguntó a Clinton quién sería mejor presidenta, Hillary o Chelsea. Como si conociera la pregunta de antemano, el expresidente disparó una respuesta rápida y de lo más apropiada: “Pasado mañana, mi mujer, porque ha tenido mayor experiencia”, dijo. “De cara al futuro, Chelsea. Sabe más que nosotros de cualquier cosa”, sentenció el 42º presidente de la nación. La especulación sobre si Chelsea pretendía lanzarse a la arena política parecía cerrarse con las declaraciones de su padre, quien reconoció que aprendía de ella cada día con sus conversaciones comunes.
La propia Chelsea contó en una ocasión que un buen día, después de una cena, le confesó a su padre que muchas de sus amigas eran homosexuales. Algunas de ellas eran invitadas habituales en la cena de Acción de Gracias de la familia Clinton, lo que parece que resultó ser un factor clave en el cambio de posición de Bill Clinton con respecto al matrimonio gay.
De momento, Chelsea Clinton podría comenzar ayudando a su madre —como ya hizo en 2008— en la campaña de 2016 —si llega a existir— y apelar al voto joven y de las mujeres para llevar a las urnas a una generación que durante el reinado de Clinton estaba en la infancia.
En 2011, y de alguna manera movida por la muerte de su abuela materna, Dorothy, Clinton decidió poner fin a su trabajo en una empresa de inversiones de capital de Wall Street. Según declaró la propia Clinton entonces, se dio cuenta de que hacer dinero no era su prioridad, y esa es “la medida del éxito” en el mundo financiero, dijo. “Ella pensaba que podía hacer algo más con mi vida. Sentía que teníamos una especie de responsabilidad genética en la familia. Y aunque, afortunadamente, ella creía que yo era una buena hija, una buena hermana y una buena esposa, creo que vio que debía asumir el papel de retarme en ese sentido”, aseguraba en una entrevista de la revista Vogue en agosto de 2012. Declaraciones que repetiría posteriormente en sucesivas entrevistas con los medios.
Tras abandonar las finanzas, Clinton aceptó una oferta de trabajo como corresponsal especial para la cadena NBC, que no siempre le ha reportado buenas críticas, llegando incluso a leerse en algún medio que era un gran ejemplo de “nepotismo fracasado”. Desde luego, quien esperara que la hija de Bill y Hillary iba a ser aguda e incisiva al comentar la actualidad política sufrió una decepción. Chelsea Clinton está en el programa fundamentalmente por ser una Clinton, que igual comenta la crisis del cierre de la Administración que la boda de los Grimaldi.
El cambio de denominación en la Fundación Clinton este mismo año ya dio una muestra de por dónde iban a ir los derroteros de la hija del presidente que sufrió un proceso de impeachment en el Congreso tras mentir sobre su aventura extramatrimonial con la becaria Monica Lewinsky en el Despacho Oval. La institución, fundada después de que Bill Clinton abandonara la Casa Blanca, trabaja para solventar problemas tan dispares como el cambio climático, la desnutrición, reducir la obesidad infantil o favorecer el papel de las mujeres, un último aspecto indispensable cuando una de las féminas más influyentes del planeta lleva su apellido.
Con la llegada de la hija, la fundación pasó a denominarse Bill, Hillary y Chelsea Clinton, y enseguida comenzó a verse que había sangre nueva sujetando las riendas. Quienes conocen de cerca el entramado fundado por Bill Clinton —que en los últimos tiempos no ha estado exento de polémica por la relación de este con un íntimo colaborador de hace más de 20 años, Doug Band, el cerebro detrás del 100% de la recaudación monetaria que el presidente ha hecho tras abandonar el poder— agradecen la llegada de la joven Clinton y ponen un ejemplo gráfico que describe la situación: el barco estaba a la deriva, navegaba en un mar encrespado, hasta que llegó Chelsea a corregir el rumbo.
Compartiendo el mismo jefe de prensa con papá, Matt McKena, lo primero que hizo la que quizá es la más famosa de las ex primeras hijas presidenciales fue acabar con la tradición que imponía que el día de la apertura de la Iniciativa Global, que coincide con la reunión anual de la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, Chelsea presentaba a sus padres al público asistente: “Con ustedes, Bill y Hillary Clinton”, pasó a la historia. Chelsea Clinton acababa de dar su primer golpe de timón.
No todo el mundo está contento con esta nueva fase de la Fundación. No son pocos los que ahora reciben órdenes de una niña que no hace tanto tiempo jugaba bajo las mesas de los despachos de sus padres y los asesores de estos y ahora luce los galones de mando sobre personas mucho mayores y con más experiencia que ella. En todo caso, ella no renuncia a contar en público pequeñas historias o anécdotas sobre su infancia cada vez que tiene ocasión: “Estoy increíblemente agradecida a mis padres por haber impuesto reglas estrictas en el acceso a los medios, como hicieron con los cereales con azúcar. Yo fui a un colegio público porque así lo quisieron ellos y desarrollé una piel gruesa desde muy temprana edad contra los comentarios crueles de los niños. Esta es una cualidad muy importante para cualquiera que quiera hacer algo en el mundo”.
La joven, que debe su nombre a un barrio londinense y a la hermosa lírica de Joni Mitchell, puede convertirse en el principio de una nueva dinastía política que se sume a las ya existentes de los Bush o los Kennedy. Además, parece que hay heredero en camino, ya que, como ella misma ha anunciado —quizá tras no soportar más la presión de mamá Hillary preguntando cada día lo mismo, “¿para cuándo un bebé?”—, 2014 será “el año del bebé”. Porque Chelsea no es Chelsea Mezvinsky. Es una Clinton. Y su descendencia no querrá prescindir del apellido.
El currículo
- Chelsea Clinton (Arkansas, 1980) estudió en un colegio público hasta que su padre fue elegido presidente y ella empezó en una escuela privada en Washington DC.
- En 2001 se graduó en Historia por Stanford, y luego estudió un máster en Relaciones Internacionales en la Universidad de Oxford.
- En Nueva York trabajó tres años en una consultoría y otros tres en Wall Street.
- Tras abandonar las finanzas, aceptó un trabajo en la NBC.
- Hoy ha asumido más responsabilidades en la fundación de Bill Clinton.
-Así son los primeros pasos políticos de ‘la niña’ de uno de los matrimonios más influyentes de la historia de América
Yolanda Monge
Washington, El País
Chelsea Clinton ha hecho una lista de prioridades en su vida, y en primer lugar está formar una familia en un futuro cercano, tan cercano como ser madre el año que viene junto a su marido de hace tres años, Marc Mezvinsky. Bill Clinton tiene su propia fotografía de lo que será el porvenir, medido en elecciones presidenciales, y en su agenda política está que Hillary será la primera mujer presidente de Estados Unidos y Chelsea continuará —en algún momento— la tradición familiar de ocupar la Casa Blanca. Hillary Clinton tenía un deseo y parece que será cumplido: ser abuela (sobre ser comandante en jefe de EE UU, la exsecretaria de Estado sigue en modo silencio).
Nunca antes como en las pasadas semanas tuvo una presencia tan mediática la heredera del imperio Clinton, marca registrada valorada en 250 millones de dólares (186 millones de euros), millón arriba, millón abajo. Desde que el pasado mes de agosto Chelsea Clinton anunciara que había decidido que su existencia debía estar guiada por favorecer el bien común y se entregaba a la vida pública, las alarmas se encendieron y el campo de la especulación quedó abierto. ¿Había decidido la pequeña Chelsea —que ya cuenta con 33 años— seguir los pasos de papá y mamá y sumarse a las filas de los políticos profesionales?
Fue durante la pasada Iniciativa Global Clinton cuando Bill puso las cartas sobre la mesa. Entrevistado por Piers Morgan en CNN, el periodista británico —entre ingenuo y malévolo— preguntó a Clinton quién sería mejor presidenta, Hillary o Chelsea. Como si conociera la pregunta de antemano, el expresidente disparó una respuesta rápida y de lo más apropiada: “Pasado mañana, mi mujer, porque ha tenido mayor experiencia”, dijo. “De cara al futuro, Chelsea. Sabe más que nosotros de cualquier cosa”, sentenció el 42º presidente de la nación. La especulación sobre si Chelsea pretendía lanzarse a la arena política parecía cerrarse con las declaraciones de su padre, quien reconoció que aprendía de ella cada día con sus conversaciones comunes.
La propia Chelsea contó en una ocasión que un buen día, después de una cena, le confesó a su padre que muchas de sus amigas eran homosexuales. Algunas de ellas eran invitadas habituales en la cena de Acción de Gracias de la familia Clinton, lo que parece que resultó ser un factor clave en el cambio de posición de Bill Clinton con respecto al matrimonio gay.
De momento, Chelsea Clinton podría comenzar ayudando a su madre —como ya hizo en 2008— en la campaña de 2016 —si llega a existir— y apelar al voto joven y de las mujeres para llevar a las urnas a una generación que durante el reinado de Clinton estaba en la infancia.
En 2011, y de alguna manera movida por la muerte de su abuela materna, Dorothy, Clinton decidió poner fin a su trabajo en una empresa de inversiones de capital de Wall Street. Según declaró la propia Clinton entonces, se dio cuenta de que hacer dinero no era su prioridad, y esa es “la medida del éxito” en el mundo financiero, dijo. “Ella pensaba que podía hacer algo más con mi vida. Sentía que teníamos una especie de responsabilidad genética en la familia. Y aunque, afortunadamente, ella creía que yo era una buena hija, una buena hermana y una buena esposa, creo que vio que debía asumir el papel de retarme en ese sentido”, aseguraba en una entrevista de la revista Vogue en agosto de 2012. Declaraciones que repetiría posteriormente en sucesivas entrevistas con los medios.
Tras abandonar las finanzas, Clinton aceptó una oferta de trabajo como corresponsal especial para la cadena NBC, que no siempre le ha reportado buenas críticas, llegando incluso a leerse en algún medio que era un gran ejemplo de “nepotismo fracasado”. Desde luego, quien esperara que la hija de Bill y Hillary iba a ser aguda e incisiva al comentar la actualidad política sufrió una decepción. Chelsea Clinton está en el programa fundamentalmente por ser una Clinton, que igual comenta la crisis del cierre de la Administración que la boda de los Grimaldi.
El cambio de denominación en la Fundación Clinton este mismo año ya dio una muestra de por dónde iban a ir los derroteros de la hija del presidente que sufrió un proceso de impeachment en el Congreso tras mentir sobre su aventura extramatrimonial con la becaria Monica Lewinsky en el Despacho Oval. La institución, fundada después de que Bill Clinton abandonara la Casa Blanca, trabaja para solventar problemas tan dispares como el cambio climático, la desnutrición, reducir la obesidad infantil o favorecer el papel de las mujeres, un último aspecto indispensable cuando una de las féminas más influyentes del planeta lleva su apellido.
Con la llegada de la hija, la fundación pasó a denominarse Bill, Hillary y Chelsea Clinton, y enseguida comenzó a verse que había sangre nueva sujetando las riendas. Quienes conocen de cerca el entramado fundado por Bill Clinton —que en los últimos tiempos no ha estado exento de polémica por la relación de este con un íntimo colaborador de hace más de 20 años, Doug Band, el cerebro detrás del 100% de la recaudación monetaria que el presidente ha hecho tras abandonar el poder— agradecen la llegada de la joven Clinton y ponen un ejemplo gráfico que describe la situación: el barco estaba a la deriva, navegaba en un mar encrespado, hasta que llegó Chelsea a corregir el rumbo.
Compartiendo el mismo jefe de prensa con papá, Matt McKena, lo primero que hizo la que quizá es la más famosa de las ex primeras hijas presidenciales fue acabar con la tradición que imponía que el día de la apertura de la Iniciativa Global, que coincide con la reunión anual de la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, Chelsea presentaba a sus padres al público asistente: “Con ustedes, Bill y Hillary Clinton”, pasó a la historia. Chelsea Clinton acababa de dar su primer golpe de timón.
No todo el mundo está contento con esta nueva fase de la Fundación. No son pocos los que ahora reciben órdenes de una niña que no hace tanto tiempo jugaba bajo las mesas de los despachos de sus padres y los asesores de estos y ahora luce los galones de mando sobre personas mucho mayores y con más experiencia que ella. En todo caso, ella no renuncia a contar en público pequeñas historias o anécdotas sobre su infancia cada vez que tiene ocasión: “Estoy increíblemente agradecida a mis padres por haber impuesto reglas estrictas en el acceso a los medios, como hicieron con los cereales con azúcar. Yo fui a un colegio público porque así lo quisieron ellos y desarrollé una piel gruesa desde muy temprana edad contra los comentarios crueles de los niños. Esta es una cualidad muy importante para cualquiera que quiera hacer algo en el mundo”.
La joven, que debe su nombre a un barrio londinense y a la hermosa lírica de Joni Mitchell, puede convertirse en el principio de una nueva dinastía política que se sume a las ya existentes de los Bush o los Kennedy. Además, parece que hay heredero en camino, ya que, como ella misma ha anunciado —quizá tras no soportar más la presión de mamá Hillary preguntando cada día lo mismo, “¿para cuándo un bebé?”—, 2014 será “el año del bebé”. Porque Chelsea no es Chelsea Mezvinsky. Es una Clinton. Y su descendencia no querrá prescindir del apellido.
El currículo
- Chelsea Clinton (Arkansas, 1980) estudió en un colegio público hasta que su padre fue elegido presidente y ella empezó en una escuela privada en Washington DC.
- En 2001 se graduó en Historia por Stanford, y luego estudió un máster en Relaciones Internacionales en la Universidad de Oxford.
- En Nueva York trabajó tres años en una consultoría y otros tres en Wall Street.
- Tras abandonar las finanzas, aceptó un trabajo en la NBC.
- Hoy ha asumido más responsabilidades en la fundación de Bill Clinton.