Casillas, el capitán que resiste

Fernando Pacini, canchallena.com
Mourinho lo acusó de conspirar. Él prefirió no responder la provocación. Florentino Pérez jamás salió en su defensa. Tampoco le reclamó nada al presidente todopoderoso del Madrid. Ofició de capitán, optando por algo más parecido a la armonía, en lugar de la batalla. Eligió la prudencia, el silencio y un profundo sentido de líder. Así procedió Iker Casillas, con grandeza y sin egoísmos, ante las repetidas humillaciones de las que ha sido objeto desde diciembre pasado cuando Mou le apuntó en la sien. Cada tanto tiene sus revanchas en el campo. "Hay que estar al máximo nivel para que confíen en mí. No es fácil porque juegas cada dos semanas", dijo un rato después de atajar todo en Turín el martes pasado. Se va a quedar en Madrid, pero por primera vez se permitió dudar.


Se viene el Mundial y quiere estar en forma. Lo calificaron de "oveja negra", de traidor... No hay acusación más insoportable para alguien decente.

Hay que ser grande y tener mucho coraje para tragarse todas las palabras por la responsabilidad que supone ser el emblema de un club y de un vestuario inmenso como el del Madrid. Casillas aguantó todo, hasta la tibieza de Ancelotti para afrontar el caso y el menosprecio de la máxima autoridad.

Florentino es hombre de negocios, pero gusta de ocupar cargos deportivos. Los antecedentes, cada vez que debió tomar decisiones técnicas, no lo avalan. Sin embargo, persiste. Cuando Pellegrini comenzaba su ciclo, le pidió especialmente que no dejara ir a Robben y a Sneijder. No lo oyó. Más, apenas comenzada la temporada, ya planeaba la salida del entrenador chileno.

Orgulloso de dirigir una multinacional, un club global y admirado, ahora debía regalarse a Gareth Bale. Cueste lo que cueste. Desde ya que el galés es un jugador formidable y probablemente funcione muy bien apenas logre plena adaptación, pero para gastar casi 100 millones de euros, debía ingresar algo por otro lado. Mesut Özil fue el elegido. Pérez volvió a tomar una decisión técnica desaconsejable, por decenas de razones que auguraban un futuro inmediato magnífico para el alemán en Madrid.

Él es el dueño de la pelota: puede echar a Pellegrini, apartar a Valdano, vender a Özil, comprar a Bale y todo lo que el dinero y las estrategias de propaganda y marketing le recomienden. También pudo despreciar la imagen de Casillas, bicampeón de Europa, campeón Mundial, nacido en el club, "San Iker" en mil noches, capitán y símbolo.

Casillas es una leyenda viviente que por ahora resiste la tentación del exilio, destino al que obligaron a Hierro, Raúl y Del Bosque. Si Di Stéfano jugara, Florentino seguramente encontraría la forma de enojarlo. Eso sí, don Alfredo pegaría un sonoro portazo.

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