Ancelotti se arrepentirá de sacrificar a Casillas

Emilio Pérez de Rozas
Madrid, Sport.es

SÉ QUE mi atrevimiento es supino. Lo sé, pero lo voy a asumir. Ustedes conocen de mi descaro, que para la edad que uno tiene es doble osadía, también mal llamada audacia. Así que dado el arrojo y el brío que nos luce, digamos que los hay que, en sus actuaciones, no miden el auténtico alcance de sus decisiones. Y lo digo por los de aquí y por los de allí. Hay dirigentes, presidentes y entrenadores, que hacen suya la frase que, muy a menudo, con su gracia gallega, solía decirme Luis Moya, copiloto de Carlos Sainz: “Quién dijo miedo, habiendo hospitales”.


Sigamos con el brío, con el descaro: Ancelotti no sabe lo que ha hecho descartando a Iker Casillas. No lo sabe. Él cree que sí lo sabe. Él sospecha, intuye, que controla la situación, que sabe lo que ha hecho y cómo saldrá de esta. Pero no es así. Dicen, y me lo creo, que solo obedece órdenes. No puede ser. Él, que ha dirigido clubs de auténticos magnates, ahora sospecha estar capitaneado por un jefe y, no, solo es Florentino Pérez, el hombre de los March.

Ancelotti debería de analizar la respuesta, el acoso, la lluvia de elogios, de portadas, de telediarios, de ‘manolos’, que caen sobre su cabeza cuando Casillas aparece en escena y hace, más o menos, lo mismo que hace, semanalmente, Diego López. Pero, claro, es el ‘santo’. Y es el hombre de todos, el portero universal, aquel amigo, colega, al que Ancelotti ha osado quitar la titularidad y, probablemente, algo más.

Ancelotti, el pobre, cree que va a colar eso de que le reserva el honor de levantar la ‘Décima’. No tiene ni idea de cómo son, de quiénes son, de cómo actúan, de lo que son capaces los ‘cazarecompensas’. Puede intuirlo, desde luego, pero esto solo hace que empezar. La noche de Turín, aquel partido, aquella parada, aquel piececito, aquella manopla… y ¡zas!, todas las miradas se giran hacia Ancelotti que, encima, apareció escondido en la sala de prensa del estadio turinés mientras el ‘santo’ decía que, de momento, se queda.

Es verdad que Ancelotti es muy grande. Mucho. Y que puede sobrevivir a todo. Pero el arco ya se ha tensado. Y las flechas son gratis.

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