Yellen, una funcionaria independiente

La número dos en el banco central de EE UU está llamada a ser la sucesora de Ben Bernanke
Lleva una década en la institución y antes trabajó con Bill Clinton

Sandro Pozzi
Nueva York, El País
Sin el consentimiento de Janet Yellen, la Reserva Federal no puede hacer prácticamente nada. Ahora, la número dos en el banco central de EE UU está llamada a ser la sucesora de Ben Bernanke, que a finales de enero de 2014 abandonará el cargo tras ocho años de reinado. Será la primera mujer en gobernar la institución financiera más poderosa del mundo, justo cuando está a punto de celebrarse el primer centenario desde su fundación.


Janet Yellen, de 67 años y casada con el premio Nobel de Economía George Akerlof, lleva tres años de vicepresidenta de la Fed. Nadie puede cuestionar la gran experiencia en el ámbito público de la demócrata. Antes de sentarse al lado de Bernanke, fue presidenta seis años de la Reserva Federal de San Francisco. Nacida y criada en el seno de una familia de origen judío en el popular barrio neoyorquino de Brooklyn, se graduó en economía con summa cum laude por la Universidad de Brown y recibió un doctorado por Yale.

Janet Yellen llegó a la Fed en junio de 2004, aunque ya en 1977 hizo de economista para el consejo de gobernadores, su primer contacto con la institución. Su carrera empezó como profesora en Harvard. Es, además, profesora emérita en Berkley. Bajo la Administración de Bill Clinton presidió durante dos años y medio el consejo de asesores económicos de la Casa Blanca, antesala a la presidencia de la Reserva Federal. Sucedió a Joseph Stiglitz.

Como su predecesor, Janet Yellen cree que la fortaleza de la Fed está en el debate interno y en lograr forjar un consenso entre las posiciones enfrentadas de sus miembros. Y como Ben Bernanke, es una gran defensora de los estímul
os sin límite activados hace un año. Considera que hay que ser cautos antes de proceder a reducir el programa de compra de bonos, por el que está adquiriendo activos a un ritmo de 85.000 millones de dólares al mes.

No son pocos a los que preocupa que el grifo de los estímulos esté abierto hasta el infinito. Su efecto en la economía real se está mostrando limitado mientras que el riesgo de crear burbujas de activos es alto. También es cierto que durante esta recuperación económica, la inflación es más baja de lo deseado por la Fed, lo que le permite concentrarse en el paro, que sigue excepcionalmente alto. Pese a su insistencia a atajar antes que nada el problema del desempleo, no se considera a Yellen una ideóloga.

Viendo sus intervenciones públicas durante esta década en la Fed, la funcionaria tiene una buena dosis de sentido común y se muestra dispuesta a discutir la estrategia del banco central. Hasta los más críticos en el seno de la Reserva Federal le reconocen eso. Y quizás lo más importante: a diferencia de Larry Summers, es independiente de la Casa Blanca. Es decir, sus decisiones no mirarán a una Administración.

Es cierto que Yellen es progresista y que trabajó con Clinton. Pero también es cierto que su carrera como economista se cimentó en el ámbito académico o en la Fed, y no tanto en el Gobierno. Eso le convierte a su vez en la persona más capacitada para desmontar la actual estructura de estímulos, que empezó a levantarse hace cinco años. En este sentido, cuenta con la experiencia directa de haber participado en el andamiaje y en las discusiones internas.

El presidente propone, y el Senado dispone. Salvo que sea una persona realmente incompetente, su designación no debería plantear grandes problemas en el Congreso. En su caso, sin embargo, no pesan tanto las cuestiones personales. Es un asunto político. A los republicanos no les gusta nada la estrategia actual de la Fed. Pero Yellen es conocida por ser agresiva al defender su posición.

La última decisión de mantener intacto el estímulo podría jugar contra Janet Yellen en el debate. Junto Ben Bernanke y William Dudley, presidente de la Fed de Nueva York, son los más favorables a mantener la máquina de hacer dinero operando a toda máquina hasta que esté claro que el mercado laboral se sostiene. La inflación, segundo pilar del mandato, está por debajo de su objetivo, lo que da margen para seguir imprimiendo.

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