Yellen sitúa el empleo como una de sus prioridades en la Reserva Federal
Obama destaca las cualidades profesionales y la sensibilidad personal de la primera mujer que estará al frente de la Reserva Federal de EE UU
Antonio Caño
Washington, El País
En un momento en que las principales amenazas sobre la economía de Estados Unidos proceden más del ámbito político que del financiero, Barack Obama ha anunciado este miércoles el nombramiento como próxima presidenta de la Reserva Federal de Janet Yellen, quien, a sus méritos académicos y dilatada experiencia como banquera central, suma el hecho de ser la primera mujer en la historia al frente de esa institución y el primer demócrata en casi tres décadas. Su elección, tras meses de dudas y presiones en la Casa Blanca, aleja las sospechas de un inminente cambio en la política monetaria y acentúa el protagonismo de la Fed en el crecimiento económico y la creación de empleo.
Obama presentó a Yellen como una persona de enormes conocimientos, pero que, al mismo tiempo, “comprende el sufrimiento humano de la gente en busca de un puesto de trabajo”. Destacó su capacidad para anticiparse a los problemas económicos. “No tiene una bola de cristal”, dijo, “pero sí una excelente capacidad para predecir la actuación de los mercados”.
En sus primeras palabras como designada para el cargo económico más importante del mundo, Yellen anunció que sus tres prioridades serán “maximizar el empleo, estabilizar los precios y estabilizar el sistema financiero”, la combinación que, básicamente, ha dominado en la Fed durante el mandato actual.
El anuncio del nombre de Yellen, que no ha sorprendido a nadie, fue inmediatamente recibido como una garantía de continuidad en el banco central norteamericano, donde sirvió desde 2010 como vicepresidenta al lado de Ben Bernanke, cuya labor Obama describió como “una voz de calma en medio de las turbulencias económicas” y “una fuerza de estabilización mundial”. Como Bernanke, a quien sustituirá en enero de 2014 si es confirmada por el Senado, lo que parece muy probable, Yellen cree en el papel que las autoridades monetarias deben jugar en la lucha contra el desempleo y en el estímulo de la economía con inversión pública. Pero, mientras Bernanke ha tendido a equilibrar esa función con una simultánea preocupación por el control de la inflación, los expertos atribuyen a Yellen una vocación mucho más marcada a aprovechar los instrumentos en su mano para acelerar el crecimiento, aun a costa de asumir algunos riesgos inflacionarios.
Su llegada a la Fed, por tanto, representa una victoria de economistas que creen que se podría haber hecho más aún desde ese organismo para que la cifra de desempleo fuera mejor que el actual 7,3%. El premio Nobel Joseph Stiglitz ha aplaudido la decisión. A la vez, puede entenderse como una derrota de quienes temen que el dinero fácil causará a la larga más problemas de los que está resolviendo y querían cambiar la estrategia del banco central, que ahora está inyectando en la economía 85.000 millones de dólares mensualmente.
Para llegar hasta este momento, Yellen, de 67 años, ha tenido que construir una sólida carrera que la ha convertido, junto a su marido, el Nobel de Economía George Akerlof, en uno de los puntos de referencia esenciales de una corriente de pensamiento económico progresista, y también ha tenido que sortear una dura oposición de su principal contrincante para el cargo, el exsecretario del Tesoro, Larry Summers. Entre esos dos principales parámetros, su comparación con Summers y su fama como una banquera más sensible a las necesidades de la economía general que de la economía financiera, es preciso inscribir el nombramiento de Yellen. Por un lado, de ser confirmada, empezará su gestión algo debilitada por el conocimiento público de que no era ella la primera carta del presidente Obama, quien solo se inclinó por Yellen después de que Summers presentara el mes pasado su renuncia a competir, vencido por la resistencia que había encontrado entre los senadores del Partido Demócrata. Los demócratas reconocen las cualidades de Summers, pero no querían correr el riesgo de que su personalidad y su visión pusieran en peligro el trabajo, decisivo pero discreto, hecho por Bernanke.
La preferencia de Obama por Summers, a quien tuvo en la Casa Blanca durante su primer mandato, puede hacer algo más vulnerable a Yellen. El respaldo político cuenta en una institución que tiene que lidiar a diario con las tensiones de Washington. Pero la Fed es un organismo independiente y, como ha demostrado la historia, el prestigio y el poder de sus presidentes se gana durante la gestión y se puede conservar al margen de quien ocupe la Casa Blanca. Alan Greenspan, que había sido nombrado por Ronald Reagan, fue renovado dos veces por Bill Clinton. Bernanke, designado por George W. Bush, fue igualmente reafirmado por Obama. Eso convertiría a Yellen, de ser confirmada, en la primera demócrata al frente de la Reserva Federal desde 1987, con la posibilidad de marcar la pauta de esa institución durante un largo periodo de tiempo, algo que puede afectar, no solo al rumbo económico de EE UU, sino al modelo futuro de los mercados financieros.
Aunque Wall Street no mostró este miércoles síntomas de preocupación por su nombramiento —más bien se mantuvo pasivo—, Yellen ha dejado claro varias veces, tanto como miembro del consejo de la Fed, donde estuvo en los años noventa, como al frente de la Reserva Federal de San Francisco, que es partidaria de una mayor regulación pública de los mercados financieros. En una entrevista el año pasado, confesaba: “Aunque admiro el capitalismo, también creo que tiene limitaciones que requieren la intervención del Estado en los mercados para hacerlos funcionar correctamente”.
Como persona de experiencia, Yellen ha demostrado con creces que es capaz de gestionar con equilibrio y gobernar atendiendo diferentes intereses. Igual que se la identifica con la política de inversión pública, se le reconocen en el pasado algunas llamadas de atención para evitar la inflación. Por esa razón, pese a su orientación ideológica, su designación parece haber generado una aprobación bastante amplia.
Deberá de responder, pese a todo, a un duro interrogatorio de parte de los republicanos en el comité de Banca del Senado, especialmente en estos tiempos de fuerte polarización política en Washington.
Antonio Caño
Washington, El País
En un momento en que las principales amenazas sobre la economía de Estados Unidos proceden más del ámbito político que del financiero, Barack Obama ha anunciado este miércoles el nombramiento como próxima presidenta de la Reserva Federal de Janet Yellen, quien, a sus méritos académicos y dilatada experiencia como banquera central, suma el hecho de ser la primera mujer en la historia al frente de esa institución y el primer demócrata en casi tres décadas. Su elección, tras meses de dudas y presiones en la Casa Blanca, aleja las sospechas de un inminente cambio en la política monetaria y acentúa el protagonismo de la Fed en el crecimiento económico y la creación de empleo.
Obama presentó a Yellen como una persona de enormes conocimientos, pero que, al mismo tiempo, “comprende el sufrimiento humano de la gente en busca de un puesto de trabajo”. Destacó su capacidad para anticiparse a los problemas económicos. “No tiene una bola de cristal”, dijo, “pero sí una excelente capacidad para predecir la actuación de los mercados”.
En sus primeras palabras como designada para el cargo económico más importante del mundo, Yellen anunció que sus tres prioridades serán “maximizar el empleo, estabilizar los precios y estabilizar el sistema financiero”, la combinación que, básicamente, ha dominado en la Fed durante el mandato actual.
El anuncio del nombre de Yellen, que no ha sorprendido a nadie, fue inmediatamente recibido como una garantía de continuidad en el banco central norteamericano, donde sirvió desde 2010 como vicepresidenta al lado de Ben Bernanke, cuya labor Obama describió como “una voz de calma en medio de las turbulencias económicas” y “una fuerza de estabilización mundial”. Como Bernanke, a quien sustituirá en enero de 2014 si es confirmada por el Senado, lo que parece muy probable, Yellen cree en el papel que las autoridades monetarias deben jugar en la lucha contra el desempleo y en el estímulo de la economía con inversión pública. Pero, mientras Bernanke ha tendido a equilibrar esa función con una simultánea preocupación por el control de la inflación, los expertos atribuyen a Yellen una vocación mucho más marcada a aprovechar los instrumentos en su mano para acelerar el crecimiento, aun a costa de asumir algunos riesgos inflacionarios.
Su llegada a la Fed, por tanto, representa una victoria de economistas que creen que se podría haber hecho más aún desde ese organismo para que la cifra de desempleo fuera mejor que el actual 7,3%. El premio Nobel Joseph Stiglitz ha aplaudido la decisión. A la vez, puede entenderse como una derrota de quienes temen que el dinero fácil causará a la larga más problemas de los que está resolviendo y querían cambiar la estrategia del banco central, que ahora está inyectando en la economía 85.000 millones de dólares mensualmente.
Para llegar hasta este momento, Yellen, de 67 años, ha tenido que construir una sólida carrera que la ha convertido, junto a su marido, el Nobel de Economía George Akerlof, en uno de los puntos de referencia esenciales de una corriente de pensamiento económico progresista, y también ha tenido que sortear una dura oposición de su principal contrincante para el cargo, el exsecretario del Tesoro, Larry Summers. Entre esos dos principales parámetros, su comparación con Summers y su fama como una banquera más sensible a las necesidades de la economía general que de la economía financiera, es preciso inscribir el nombramiento de Yellen. Por un lado, de ser confirmada, empezará su gestión algo debilitada por el conocimiento público de que no era ella la primera carta del presidente Obama, quien solo se inclinó por Yellen después de que Summers presentara el mes pasado su renuncia a competir, vencido por la resistencia que había encontrado entre los senadores del Partido Demócrata. Los demócratas reconocen las cualidades de Summers, pero no querían correr el riesgo de que su personalidad y su visión pusieran en peligro el trabajo, decisivo pero discreto, hecho por Bernanke.
La preferencia de Obama por Summers, a quien tuvo en la Casa Blanca durante su primer mandato, puede hacer algo más vulnerable a Yellen. El respaldo político cuenta en una institución que tiene que lidiar a diario con las tensiones de Washington. Pero la Fed es un organismo independiente y, como ha demostrado la historia, el prestigio y el poder de sus presidentes se gana durante la gestión y se puede conservar al margen de quien ocupe la Casa Blanca. Alan Greenspan, que había sido nombrado por Ronald Reagan, fue renovado dos veces por Bill Clinton. Bernanke, designado por George W. Bush, fue igualmente reafirmado por Obama. Eso convertiría a Yellen, de ser confirmada, en la primera demócrata al frente de la Reserva Federal desde 1987, con la posibilidad de marcar la pauta de esa institución durante un largo periodo de tiempo, algo que puede afectar, no solo al rumbo económico de EE UU, sino al modelo futuro de los mercados financieros.
Aunque Wall Street no mostró este miércoles síntomas de preocupación por su nombramiento —más bien se mantuvo pasivo—, Yellen ha dejado claro varias veces, tanto como miembro del consejo de la Fed, donde estuvo en los años noventa, como al frente de la Reserva Federal de San Francisco, que es partidaria de una mayor regulación pública de los mercados financieros. En una entrevista el año pasado, confesaba: “Aunque admiro el capitalismo, también creo que tiene limitaciones que requieren la intervención del Estado en los mercados para hacerlos funcionar correctamente”.
Como persona de experiencia, Yellen ha demostrado con creces que es capaz de gestionar con equilibrio y gobernar atendiendo diferentes intereses. Igual que se la identifica con la política de inversión pública, se le reconocen en el pasado algunas llamadas de atención para evitar la inflación. Por esa razón, pese a su orientación ideológica, su designación parece haber generado una aprobación bastante amplia.
Deberá de responder, pese a todo, a un duro interrogatorio de parte de los republicanos en el comité de Banca del Senado, especialmente en estos tiempos de fuerte polarización política en Washington.