Pietro Parolin, menos poder y más diplomacia en la Secretaría de Estado

Ciudad del Vaticano, EFE
El papa Francisco ha elegido como su nuevo Secretario de Estado, su mano derecha, a un hombre con una gran bagaje diplomático, el italiano Pietro Parolin, que desde 2009 era nuncio de Venezuela y que conoce perfectamente cómo funciona la Curia romana.
Parolin toma el relevo del poderoso Tarcisio Bertone y entrará en una institución abocada al cambio, que con total seguridad perderá algunas competencias en el seno de la Santa Sede y se convertirá sobre todo en una Secretaría del papa de cara a las Relaciones Exteriores.


Francisco cumple con la tradición de sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI, de que un papa no italiano nombra a un italiano como secretario de Estado, un cargo que equivale al de primer ministro.

Parolin, de 58 años, será el segundo secretario de Estado más joven de la historia de la Santa Sede
El papa argentino ha optado por un italiano, pero que habla español perfectamente. Además conoce el mundo ya que ha estado al mando de varias nunciaturas (embajadas de la Santa Sede) y la Curia romana, pues desde 2002 a 2009 fue subsecretario de la Sección para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado.

Parolin, de 58 años, será el segundo secretario de Estado más joven de la historia de la Santa Sede, detrás del cardenal Eugenio Pacelli (que después se convirtió en el papa Pío XI), que fue nombrado en este cargo con 53 años.

Además Parolin es un hombre que se ha definido muy cercano a cómo el papa Francisco ve a La Iglesia.

“Me siento muy afín a su manera de entender la Iglesia y, sobre todo, a su estilo de sencillez y cercanía a las personas“, dijo el nuevo secretario de Estado.

Entre esta nueva visión, Parolin anunció en una entrevista con un diario de Venezuela su intención de dar su experiencia como diplomático a la Santa Sede.

“He visto que la Secretaría de Estado ha sido impulsada por las iniciativas del papa, quien ha tomado también un movimiento diplomático. Yo sí espero que podamos retomar, porque nosotros tenemos esta gran ventaja respecto a otras iglesias, a otras religiones: el contar con una presencia institucional internacional a través de la diplomacia. Entonces, ¡nosotros tenemos que aprovecharla!“, aseveró.

Parolin nació en la localidad de Schiavon, en la región del Veneto, en el norte de Italia, en 1955, y quedó huérfano de padre a los 10 años, por lo que su madre tuvo que criar sola a sus tres hijos.

A los 14 años entró en el seminario, fue ordenado sacerdote en 1980, dos años más tarde llegó a Roma para estudiar Derecho Canónico en la Pontifica Universidad Gregoriana y posteriormente entró en la academia que forma a los diplomáticos del Vaticano.

Consiguió licenciarse en 1986 y comenzó su trabajo en las nunciaturas, primero en Nigeria y luego en México hasta 1992, cuando regresa a Roma a la Secretaria de Estado que guiaba Angelo Sodano.

En Roma dirigió también en este periodo Villa Nazareth, una institución benéfica que se ocupa de la formación de jóvenes sin recursos económicos.

En 2002 fue nombrado subsecretario de Relaciones con los Estados (el Ministerio de Exteriores) y en estos años siguió directamente las negociaciones con el Gobierno de Vietnam y consiguió reabrir las relaciones diplomáticas con este país, así como también el dialogo con Israel y las aún no resueltas cuestiones jurídicas con este país.

También se debe a su gestión la carta que Benedicto XVI escribió en 2007 a los católicos chinos y en el que se intentaba llegar a un acuerdo con el Gobierno sobre el nombramiento de obispos y se instaba a respetar la libertad religiosa.

Parolin habla italiano, francés, inglés y castellano
En 2009, Benedicto XVI le nombra nuncio de Venezuela con el intento de mejorar las relaciones entre el presidente de ese país, Hugo Chávez, y la jerarquía católica.

Aún está por definir cuál será su papel, ya que podrían cambiar sus poderes debido a la reforma de la Curia que acomete Francisco tras las peticiones de los cardenales antes de la celebración del cónclave.

Según surgió de los consistorios de los cardenales previos al cónclave, estos pedían un mayor contacto directo con el papa y un mayor control de la Curia por parte del pontífice y eliminar el papel “todopoderoso” del actual secretario de Estado.

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