Otro recital de Diego Costa


Viena, As
Me permitirán que descarte el cliché del vals para hablar de la apabullante actuación de Diego Costa en Viena. El brasileño es rock y chupa de cuero y no fino baile y lujosos salones, más Led Zeppelin que Strauss. Así, a todo trapo, solventó el Atleti el compromiso ante el Austria, como si la derrota de Cornellà fuera Matrix y no el mundo real. Le bastó media hora de una autoridad aplastante, difícil de ver a domicilio en Europa por liviano que sea el rival, para amarrar su tercera victoria y convertir la clasificación en su destino ineludible.


Al frente del despliegue rojiblanco, estuvo un día más Diego Costa. Arrastraba un golpe en el tobillo y Simeone insinuó en la previa que descansaría, pero contenerle es intentar que un león te coma en la mano. Una temeridad, un imposible. Así que jugó mientras Villa y Adrián observaban desde el banquillo. Cuando, a la hora de juego, Costa se fue a la ducha con su misión cumplida, entró el Cebolla y Simeone transformó a Raúl García en delantero centro. Sólo le faltó enviar el mensaje a sus dos delanteros asturianos en bable.

La media hora inicial fue un suplicio para el Austria de Viena, que intentaba contrarrestar la presión con presión, pero la comparación daba cosa. Mientras los rojiblancos se movían con la precisión de una filarmónica, robando con insultante facilidad; los locales parecían la Orquesta Panorama, cada uno a su aire, dejando unos huecos que hacían daño a la vista. El Atleti tardó sólo 8 minutos en aprovechar uno de esos boquetes para marcar el primero. Koke dejó solo a Filipe en el área y este le regala el tanto a Raúl García, que desarma las críticas a base de goles.

No frenó la ventaja a los del Cholo, que siguieron mordiendo a cada rival como si les debieran algo. Algo caro. Diego Costa quería recuperar el tiempo perdido tras perderse los dos partidos iniciales por sanción. Pegó mucho el Austria, más por impotencia que por mala fe, pero sin saber que eso alimenta al brasileño, que creció con cada golpe.

Y en el minuto 20, dejó su tarjeta de presentación en el torneo con un golazo. Bajá el balón en su propio campo, se da la vuelta y arranca hacia la portería de Lindner como si allí le esperasen diez ángeles de Victoria’s Secret o el OK de la FIFA a jugar con España. Viéndole venir, desbocado, los rivales se encogieron y recularon, hasta que el pobre Ortlechner salió a su paso cuando ya asomaba al área. Le burló como a un benjamín antes de definir con tranquilidad. Golazo. Poco después, Filipe, de nuevo sublime hasta que se fue con molestias, a punto estuvo de asistirle para el tercero, pero Diego Costa remató mal.

Resucitó el Austria en el tramo final de la primera parte gracias a un balón colgado a ese motel llamado La Espalda de Juanfran, donde acuden todos los balones a citarse con los delanteros. Esta vez, con Hosiner, cuya volea crujió el larguero y espabiló a su equipo. La reacción local sirvió para recordar que Miranda es un central fabuloso y saber que en Alderweireld hay un relevo de garantías. Ambos solventaron los problemas con total autoridad.

Y Diego Costa apagó la rebelión en el minuto 53, al remachar una jugada que inició él y le volvió tras pasar por Raúl García e Insua. Punto final. Quedaba mucho pero pasó poco. Bjeliça, expulsado en el descanso, prestaba más atención a su móvil que al partido, lo que le impidió ver los detallazos de Arda y la última ocasión de Koke que animaron estos largos títulos de crédito. Tres de tres y a otra cosa. Dicen que el salto a la Champions pesa. Será a otros. El Atleti está en su salsa.

Entradas populares