El Atleti gana por pura inercia
Varias cosas van quedando claras con el Atleti: sin Arda se atasca salvo que entre Óliver, el Cholo considera que el canterano aún no tiene edad de salir fuera de casa, Diego Costa siempre se busca la vida y el equipo no necesita jugar bien para ganar. Ni siquiera regular. Porque en Granada el Atleti estuvo mal, francamente mal. Sin creatividad alguna y sin la intensidad habitual, se limitó a aprovechar la alergia al gol de los puntas locales y la querencia al penalti de sus centrales. Así, por inercia, sumó otro triunfo y no da un respiro al Barça. Si no cede puntos en días así, acostúmbrense a verle arriba. Muy arriba y mucho tiempo.
El primer cuarto de hora definió el partido. El Granada, con un Iturra sensacional, se adueñó del balón y lo acercaba sin problemas al área de Courtois. Pero una vez allí... el horror. Y eso que Godín había decidido disfrazarse por Halloween de Beckenbauer disfuncional y complicarse la vida solo, pero un disparo a bocajarro de Recio que rozó el palo fue el único rédito. Al equipo de Alcaraz, los fuegos artificiales le parecen balas de cañón.
Diego Costa pronto descubrió que le iba a tocar vestirse de explorador solitario. Con la que se ha montado a su alrededor, cabría la tentación de dejarse arrastrar por la fama, pero el nuevo recluta de Del Bosque tiene alma de currito. No hay una carrera que le parezca larga, un balón que se le antoje inalcanzable ni un choque que le produzca miedo. Suya fue la primera ocasión visitante, un cabezazo a pase de Juanfran para que Roberto luciese reflejos. Tras el aviso, el Atleti volvió a dormitar y a esperar a que el pie incorrupto de Koke, portada de L’Equipe ayer como una de las estrellas que viene, le solucionase la vida. Pero no lo hizo él, se encargó Mainz.
Tras un tedioso discurrir de pases al contrario y balones voladores, el Granada se pegó un tiro en el pie en el minuto 37. En la misma jugada, Foulquier arrolló a Diego Costa y Mainz dobló la apuesta e intentó atravesar a Villa sin tener en cuenta el principio de impenetrabilidad de los cuerpos. A dónde iba y qué miraba el central es un misterio. El caso es que el árbitro obvió el primero, pero no el segundo. Penalti y gol de Diego Costa, que recupera el pichichi, ya con 12.
Y justo antes del descanso se encontró Adrián, un alma errante hasta aquel momento, su oportunidad de redención. Tras una gran combinación con Villa y Koke se plantó ante un Roberto vendido con el balón controlado y todo el tiempo del mundo. Despejó fuera. Da la sensación de que este proyecto de rehabilitación es demasiado hasta para el doctor Simeone.
La segunda parte no varió el guión. Iturra recuperaba el balón con una frecuencia inútil, pues nadie sabía qué hacer luego con él. El Atleti ni siquiera perdía el tiempo en disimular, pelotazo y que corra Diego Costa. No Arda, no party, ya saben. Pudo sentenciar el pichichi en dos contras lanzadas por Villa, pero el pase fue un poco largo en una y algo tarde en la otra. Roberto y la defensa evitaron la sentencia.
Pero Murillo fue solidario con su socio Mainz y en el 71’ realizó uno de los penaltis más esforzados que se recuerdan. Tras perseguir a Diego Costa hasta mediocampo para darle una tarascada, esprintó de vuelta hasta el área para atropellar a Villa. Costa tuvo el detalle de dejar lanzar al Guaje; lo dicho, ego de obrero.
El tramo final fue un tumulto: expulsión boba de Filipe (que podrá trabajar el fin de semana porque no lo hace el Comité), gol inútil de Ighalo y gresca entre Costa e Iturra. Un caos acorde con el partido, pero pasados los truenos queda la clasificación: diez de once y a seguir soñando.