ANÁLISIS La bufonada

Bastó ver el programa de debates más seguido, “Porta a porta”, altavoz de Berlusconi, para probar que hará todo lo posible para sobrevivir

Antonio Elorza, El País
Así título un diario italiano el comentario a la última pirueta parlamentaria de Berlusconi en su edición digital. Darío Fo la calificó también de “payasada” y la mayoría de los comentarios insistieron en que lo ocurrido representaba la muerte política del Caimán quien, añadían algunos, habría decidido al final salvar al gobierno Letta-Alfano. Estimación esta del todo errónea, ya que precisamente si Berlusconi dio el golpe de efecto de otorgar la confianza de su partido, en el último instante de la explicación de voto, fue porque había echado cuentas y conocía su derrota. Poco antes, con sus senadores había acordado un “no” rotundo, refrendado por la feroz intervención de su portavoz Biondi en el hemiciclo.


El movimiento había sido necesario para impedir que los moderados, con el delfín Alfano al frente, atendiesen a los llamamientos de todo el país, de la Confindustria a la Iglesia, para que sobreviviese el gobierno. Dos grupos parlamentarios procedentes del PdL, enfrentados a Berlusconi y a su proyecto de Forza Italia, al “extremismo” de sus “halcones”, con los ministros como núcleo, suponían el principio del fin para su imperio, ahora quizás prematuramente diagnosticado. Bastó ver por la noche en TV1 el programa de debates más seguido, “Porta a porta”, vocero encubierto de las posiciones berlusconianas, para probar que hará todo lo posible para sobrevivir. El tema de la victoria de Letta no contaba; solo afirmar que el gesto de Berlusconi, en apariencia insensato, mostraba su lucidez y coherencia política. El pobre representante del Partido Democrático se vio cercado: se equivocaban al enseñarse con el cavaliere, era el mensaje de los demás participantes y del moderador no moderado, Bruno Vespa. De paso la ministra “moderada” presente, Lorenzin, confirmaba su lealtad. Berlusconi habría votado a Alfano, no a Letta. Fastidia el proyecto Forza Italia, pero si logra impedir la división de grupos parlamentarios, la voz del partido sigue en su poder, al menos formalmente. Ahora en el relato de resurrección toca el papel de víctima, con su expulsión del Senado: culpable, el ensañamiento de la izquierda, a pesar de la generosidad mostrada. Nada creíble, pero útil para preservar en lo posible el control sobre sus divididas huestes.

Hay otros efectos secundarios de lo ocurrido. Grillo fuera de juego, tras mostrar las uñas fascistas de su movimiento (amenazas a la disidente). En el PD, de cara a su Congreso, el aspirante Renzi ha encontrado un hueso duro de roer en Letta, quien valido del éxito nunca aceptará ponerse a sus órdenes por muy secretario que aquel sea. Y está el perceptible acercamiento entre “moderados” del PdL con Letta y su equipo, a fin de cuentas procedentes de la Democracia Cristiana. En su discurso ante el Senado, Letta citó solo nombres de centro-derecha, de Einaudi a Benedetto Croce. Ni siquiera a Bobbio. La izquierda democrática no forma parte de su tradición, así que cabe vaticinar una larga amistad con lo que ahora representa Alfano. Desde la presidencia de la República, Giorgio Napolitano puede contemplar el triunfo póstumo del “compromiso histórico”.

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