Al Qaeda y sus filiales resurgen en Túnez y Libia tras su expulsión del norte de Malí
La rama magrebí de Al Qaeda pone ahora el énfasis en reclutar a jóvenes marroquíes
Ignacio Cembrero
Madrid, El País
Es como la hidra de Lerna, ese monstruo de la mitología griega que va regenerando sus múltiples cabezas a medida que se las cortan. Con la operación militar Serval, Francia decapitó, a partir de enero, a la rama magrebí de Al Qaeda (AQMI) en el norte de Malí. Las fuerzas especiales francesas y sus aliados chadianos abatieron a unos 700 terroristas, pero el Estado Mayor francés sospecha que otros 1.300 lograron huir a Níger y al sur de Libia. Sus tropas se incautaron además de 220 toneladas de armas y municiones, más 12 toneladas de nitrato de amonio que sirve para fabricar explosivos.
Unos 3.200 soldados franceses permanecen aún en el país —llegaron a ser 4.500— para garantizar la seguridad, pero no lo logran del todo. AQMI volvió a golpear el 28 de septiembre en Tombuctú con un atentado suicida. Causó la muerte a 16 soldados malienses en un campamento militar, según el comunicado con el que lo reivindicó.
La rama magrebí de Al Qaeda puede padecer quebrantos, pero nunca desaparece del todo. Nació en Argelia en 2006 cuando el Grupo Salafista del Predicación y Combate se declaró vasallo de Osama bin Laden. Apenas se habla ahora de la actividad en su país de origen, pero en los nueve primeros meses de este año el Ejército argelino liquidó a 140 terroristas y capturó con vida a otros 49, según reveló la agencia prensa china Xinhua y confirmó la prensa de Argel.
Sahel y Magreb son vasos comunicantes. “Níger ha padecido las repercusiones de la intervención francesa en Malí”, recalca Jean-Gabriel Vermeire del think tank belga Grip, dedicado a África Occidental. Los terroristas se vengaron allí de Francia en mayo, con un primer atentado contra la gigantesca mina de uranio explotada en Arlit por la multinacional francesa Areva y otro contra un cuartel en Agadez que causó 25 muertos y 27 heridos.
Tras su expulsión de Malí, los yihadistas se hicieron fuertes en la sierra de Chaambi, en el oeste de Túnez, pero es sobre todo en el sur de Libia donde se mueven y se entrenan a sus anchas. El Fezzan, la región meridional de Libia, tiene una extensión similar a la de Francia, pero tan solo medio millón de habitantes. El Gobierno de Trípoli no logra imponer su control a las milicias y bandas de traficantes.
“La falta de seguridad ha convertido a Libia en un refugio ideal para los terroristas”, señala un exhaustivo informe del Senado francés de julio pasado. Prueba de ello es que el asalto en enero a la planta gasística de In Amenas, en el sur de Argelia, fue planeado y partió del sur de Libia. Los terroristas secuestraron a más de 700 rehenes y mataron a 39, casi todos extranjeros.
Ese espectacular golpe terrorista, que durante meses redujo en un 6% la exportación de gas argelino a España, no fue, sin embargo, obra de AQMI como tal sino de uno de sus antiguos líderes en Malí, Mojtar Belmojtar, apodado El Tuerto. Las rencillas internas le hicieron salirse de la organización.
AQMI ha experimentado una evolución parecida a la Al Qaeda de Bin Laden. Ya no es un grupo piramidal y jerarquizado a las órdenes del argelino Abdelmalek Doudkel. Se fragmentó en varias fracciones que compiten pero también colaboran entre ellas.
De todo el norte de África, Marruecos sigue siendo el país más inmune a las embestidas terroristas. Cuenta con unos servicios secretos que colaboran estrechamente con los occidentales y las monarquías árabes, como la marroquí, sortean mejor las convulsiones que atraviesa la región. Aun así, AQMI no se olvida del rey Mohamed VI.
El reino de la corrupción y del despotismo es el título del primer vídeo monográfico de 41 minutos que, en septiembre, dedicó a Marruecos la organización terrorista. Su objetivo es reclutar a jóvenes marroquíes a los que lanza un mensaje: “No emigréis en las pateras de la muerte hacia los herejes [España]: emigrad hacia Alá en vuestra propia tierra”.
Que Marruecos siga estando preservado de los zarpazos terroristas no significa que no existan yihadistas marroquíes. Se les vio en el Sahel y ahora son muy activos en Siria. Brahim Benchekroun, un marroquí que estuvo prisionero en Guantánamo, ha fundado incluso una brigada (Harakat Sham al Islam) formada por sus compatriotas e implantado en los alrededores de Lataquia. “Aunque ahora opera en Siria su intención de tratar de trasladar la yihad a Marruecos”, vaticina Abdalá Rami, investigador del Centro Marroquí de Ciencias Sociales.
Ignacio Cembrero
Madrid, El País
Es como la hidra de Lerna, ese monstruo de la mitología griega que va regenerando sus múltiples cabezas a medida que se las cortan. Con la operación militar Serval, Francia decapitó, a partir de enero, a la rama magrebí de Al Qaeda (AQMI) en el norte de Malí. Las fuerzas especiales francesas y sus aliados chadianos abatieron a unos 700 terroristas, pero el Estado Mayor francés sospecha que otros 1.300 lograron huir a Níger y al sur de Libia. Sus tropas se incautaron además de 220 toneladas de armas y municiones, más 12 toneladas de nitrato de amonio que sirve para fabricar explosivos.
Unos 3.200 soldados franceses permanecen aún en el país —llegaron a ser 4.500— para garantizar la seguridad, pero no lo logran del todo. AQMI volvió a golpear el 28 de septiembre en Tombuctú con un atentado suicida. Causó la muerte a 16 soldados malienses en un campamento militar, según el comunicado con el que lo reivindicó.
La rama magrebí de Al Qaeda puede padecer quebrantos, pero nunca desaparece del todo. Nació en Argelia en 2006 cuando el Grupo Salafista del Predicación y Combate se declaró vasallo de Osama bin Laden. Apenas se habla ahora de la actividad en su país de origen, pero en los nueve primeros meses de este año el Ejército argelino liquidó a 140 terroristas y capturó con vida a otros 49, según reveló la agencia prensa china Xinhua y confirmó la prensa de Argel.
Sahel y Magreb son vasos comunicantes. “Níger ha padecido las repercusiones de la intervención francesa en Malí”, recalca Jean-Gabriel Vermeire del think tank belga Grip, dedicado a África Occidental. Los terroristas se vengaron allí de Francia en mayo, con un primer atentado contra la gigantesca mina de uranio explotada en Arlit por la multinacional francesa Areva y otro contra un cuartel en Agadez que causó 25 muertos y 27 heridos.
Tras su expulsión de Malí, los yihadistas se hicieron fuertes en la sierra de Chaambi, en el oeste de Túnez, pero es sobre todo en el sur de Libia donde se mueven y se entrenan a sus anchas. El Fezzan, la región meridional de Libia, tiene una extensión similar a la de Francia, pero tan solo medio millón de habitantes. El Gobierno de Trípoli no logra imponer su control a las milicias y bandas de traficantes.
“La falta de seguridad ha convertido a Libia en un refugio ideal para los terroristas”, señala un exhaustivo informe del Senado francés de julio pasado. Prueba de ello es que el asalto en enero a la planta gasística de In Amenas, en el sur de Argelia, fue planeado y partió del sur de Libia. Los terroristas secuestraron a más de 700 rehenes y mataron a 39, casi todos extranjeros.
Ese espectacular golpe terrorista, que durante meses redujo en un 6% la exportación de gas argelino a España, no fue, sin embargo, obra de AQMI como tal sino de uno de sus antiguos líderes en Malí, Mojtar Belmojtar, apodado El Tuerto. Las rencillas internas le hicieron salirse de la organización.
AQMI ha experimentado una evolución parecida a la Al Qaeda de Bin Laden. Ya no es un grupo piramidal y jerarquizado a las órdenes del argelino Abdelmalek Doudkel. Se fragmentó en varias fracciones que compiten pero también colaboran entre ellas.
De todo el norte de África, Marruecos sigue siendo el país más inmune a las embestidas terroristas. Cuenta con unos servicios secretos que colaboran estrechamente con los occidentales y las monarquías árabes, como la marroquí, sortean mejor las convulsiones que atraviesa la región. Aun así, AQMI no se olvida del rey Mohamed VI.
El reino de la corrupción y del despotismo es el título del primer vídeo monográfico de 41 minutos que, en septiembre, dedicó a Marruecos la organización terrorista. Su objetivo es reclutar a jóvenes marroquíes a los que lanza un mensaje: “No emigréis en las pateras de la muerte hacia los herejes [España]: emigrad hacia Alá en vuestra propia tierra”.
Que Marruecos siga estando preservado de los zarpazos terroristas no significa que no existan yihadistas marroquíes. Se les vio en el Sahel y ahora son muy activos en Siria. Brahim Benchekroun, un marroquí que estuvo prisionero en Guantánamo, ha fundado incluso una brigada (Harakat Sham al Islam) formada por sus compatriotas e implantado en los alrededores de Lataquia. “Aunque ahora opera en Siria su intención de tratar de trasladar la yihad a Marruecos”, vaticina Abdalá Rami, investigador del Centro Marroquí de Ciencias Sociales.