7 héroes anónimos defienden su dignidad ante el poder


La Paz, Erbol
A 10 años de la Guerra del Gas existen muchas heridas que todavía no han cicatrizado, más aún para aquellos héroes anónimos que pusieron el pecho y el honor frente a la bala asesina de Gonzalo Sánchez de Lozada. ERBOL los encontró donde siempre estuvieron, en polvorientas calles de la ciudad de El Alto o transitando avenidas, extraviados en medio del ajetreo de una muchedumbre que construye sus propias historias. Atrás quedaron momentos dramáticos vividos en carne propia. Algunos de ellos perdieron a sus hijos, otros a sus esposos y los más abandonados a su suerte. La euforia por la caída del sanguinario Goni y del astuto Zorro se quedó en eso, el dolor del ser querido en desgracia todavía golpea con rudeza cada minuto de su propia existencia.


ERBOL fue al encuentro con siete de esos héroes anónimos que en su sencillez dibujada en sus rostros dijeron ¡aquí estamos presentes! Ellos y ellas peregrinos del devenir histórico de Bolivia no perdieron esperanzas y se sacaron tiempo para recordarnos que existen y qué fue de la vida de ellos.

Lizeth Callante, es la hermana de una menor que fue herida en las trágicas jornadas de octubre, nos cuenta que tiene problemas psicológicos y dejó los estudios. A ella la encontramos preocupada y reclama ayuda para salir adelante

“Ella ha tenido un impacto de bala en la pierna derecha pero gracias a Dios no le han amputado la pierna, eso le ha afectado sicológicamente porque tiene un trauma y lo que nos duele a nosotros es que no sepa reconocer el gobierno a las víctimas de octubre”, refirió Callante.

La afectada denunció que “hay personas que se han servido de octubre, se han servido de esta sangre, se han servido de estas personas que han dado su vida para estar hoy como senadores y diputados que solamente saben embanderarse pero no saben apoyar realmente a estas personas que han dado su vida”.

Doña Andrea Quispe hace 10 años que no duerme tranquila, porque su hijo murió y no tiene quien le diga mamá. Pide comprensión y una oportunidad para trabajar. La señora prefiere estar en la calle, porque cuando llega a casa su semblante se llena de tristeza y melancolía.

“Es muy doloroso, no tenemos ninguna fuente de trabajo, así en la calle nomás estamos vendiendo para mantenernos. Todos se han olvidado, no han hecho traer aquí al Gonzalo Sánchez de Lozada, que llegue aquí y que entre a la cárcel”, expresó.

Agregó: “No puedo estar en la casa, más sufro en la casa, me acuerdo porque llegaba en la tarde, miro de la tienda y digo en qué rato va a llegar mi hijo”.

Juan Patricio hasta ahora no puede creer que su hermano haya muerto y claro está que siente un vacío en su alma al recordarlo. Nos dijo que la paz podría volver en su vida si lo ve a Goni tras las rejas.

“He perdido a mi hermano, fue en Río Seco donde él ha fallecido, él recibió un impacto de bala antes de que fallezca (…) Una deuda histórica que tiene nuestro gobierno es que haya justicia, que los responsables sean juzgados y encarcelados como corresponde por los delitos que han cometido”, demandó.

Doña Leo Oblitas siente que le falta algo en su ser, pues su hijo, que cayó herido en las jornadas de octubre, decidió irse a Brasil, porque en Bolivia no encontró una oportunidad para trabajar.

“El herido es mi hijo, tenía 20 años, él fue a visitar a su tía que vivía en Alto Lima, estaba pasando por la 6 de Marzo y ahí dice que le han herido en la clavícula derecha. Él estudiaba, en la noche estaba en el colegio, y en el día trabajaba en la ferretería, después de ser herido, él ya no podía manejar cosas pesadas como antes lo hacía, ya no ha terminado ni el colegio porque ya no había ni dinero”, manifestó.

“Ahora mi hijo se fue a Brasil a buscar mejores días, pero tampoco es un profesional, está como ayudante de costura. El gobierno no nos ha ayudado en nada. Nosotros quisiéramos por lo menos un trabajo que nos pueda ayudar, pero lamentablemente no se acuerda, nosotros estamos abandonados”, agregó.

En una abandonada calle de El Alto encontramos a don Sabino Quispe. Las arrugas en su rostro son más que evidentes, los años no pasan en vano. En octubre de 2003 hirieron a su esposa y no tiene recursos para llevar una vida digna

“Mi esposa ha sido herida de bala, atravesado su brazo izquierdo y también por la pierna derecha y también por la cabeza, quiere vender pero no puede, los pies le duelen, más que todo la cabeza, ya no es una persona normal, no puede trabajar, no puede desenvolverse, y hasta ahorita no tenemos ningún apoyo, no se hace nada, queremos un reconocimiento económico, una renta vitalicia, son 10 años que estamos sufriendo”, expresó.

Con la tristeza en el rostro, don Edgar Velasco indicó que el Estado se olvidó de ellos. En aquella oportunidad cayó herido y ahora sólo cree en la justicia divina

“Tengo una herida de bala en la pierda izquierda, en la altura de la planta, para las familias directas de parte de heridos no hay nada hasta ahora, actualmente estamos olvidados, nadie dice nada de nosotros, estaba estudiando incluso y no he podido acabar por culpa de la herida, he tenido que empezar a trabajar incluso de lustrabotas, más que todo por las secuelas que llevo porque molesta, tanto en el frío como en el calor, no puedo llevar una vida así, si no hay justicia aquí entonces justicia divina tendría que esperar”, dijo con resignación Velasco.

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