Sevilla dejó en el fondo de la tabla al Rayo Vallecano

Sevilla, As
El Sevilla le entregó el farolillo rojo provisional de la Liga al Rayo pero su gesto sigue torcido. Es un recién nacido que todavía ni se queda en pie. La victoria apenas supone una liberación. Bastó ver cómo celebraba Emery el 3-1 de Bacca para etender lo mal que vio un partido de alfombra roja gracias a un poquito del Rayo y otro poquito de Mateu.


El guión se escribió rápido. Mientras el Pizjuán miraba todavía incrédulo la lesión de Cheryshev quince minutos después de debutar, Arbilla placó sin demasiado sentido en el área a Coke. Penalti. Rakitic, la bandera a la que se ha abrazado Unai para edificar su proyecto, hizo el 1-0. Pero ni así se quedó tranquilo el Sevilla, invertebrado y con viejos tics, incomprensibles si se advierte que ha dado la vuelta como un calcetín a la plantilla.

El Rayo, que estrenó horrible equipación franjiverde, aprovechó las dudas locales para entrar en el partido, pero bastaba revisar su alineación para adivinar que un gol visitante sería poco menos que un milagro. Y como nadie se decidía a agarrar el partido, Rakitic sacó a lo Schuster una falta. El 2-0 fue un gol magistral. El mejor detalle de un partido mediocre que debió quedar resuelto entonces. Quien lo condenó de verdad, sin embargo, fue Gálvez con su expulsión. Adrián le había puesto picante con el 2-1 porque el Sevilla era un manojo de nervios y la afición empezaba a apuntar por más que no supiese bien dónde.

La roja ‘empujó’ al Rayo a mantener su promedio de goles encajados. También ayudó Bacca, colombiano luchador que se sacó la espina de su mal partido en Estoril con los dos goles que sellaron el 4-1 y airearon algo la atmósfera en Nervión. Es difícil ser el Sevilla estos días porque un equipo con 14 caras nuevas necesita tiempo para hacerse. Y no sabe si lo tiene. Y es difícil ser el Rayo: 20 goles encajados en seis jornadas. Una proyección de más 125 goles en contra. Así, no seguirá en Primera.

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