Rajoy enfría su respuesta y apela a la “mayoría silenciosa” de Cataluña
Rubalcaba propone reformar la Constitución pero el Ejecutivo no se lo plantea
El temor a que ERC se haga con el control empuja hacia un acuerdo con Mas
Carlos E. Cué
Madrid, El País
Tras el primer impacto por la Diada, llegó el día de la reflexión y la pregunta repetida en los pasillos del Congreso: ¿Y ahora qué hará Rajoy? De momento, la respuesta más repetida en el PP es clara: esperar, evitar el choque de declaraciones, buscar las negociaciones discretas con CiU centradas en cuestiones económicas y confiar en que baje el suflé. Esto es, algo parecido a lo que hizo el año pasado. El presidente, de nuevo, evitó decir nada sobre el principal problema político que tiene encima de la mesa. Mientras el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, comparecía para ofrecer su solución —una reforma constitucional “con calma” para negociar el encaje de Cataluña en vez de ir a una consulta soberanista—, el Gobierno, a través de su portavoz, Soraya Sáenz de Santamaría, evitaba hablar de salidas.
La vicepresidenta minimizó de alguna manera la cadena humana al recuperar una expresión que ya utilizó Rajoy hace un año, en pleno apogeo de las protestas por los recortes: “El Gobierno tiene la obligación de escuchar a todos, también a los que se quedan en sus casas, a las mayorías silenciosas que tienen derecho a que se defiendan sus libertades y sus opiniones”, aseguró.
Sin embargo, la presión no es solo fuerte en Cataluña para que el Ejecutivo proponga un giro, algo que cambie la situación. Además está el PSOE, que ofrece a Rajoy ayuda pero siempre que esté dispuesto a un cambio en la Constitución que el presidente descarta. Y a todo eso se suma ahora una cierta tensión en el mundo conservador. A nadie del Ejecutivo le pasó desapercibido un editorial ayer del diario Abc que exigía a Rajoy medidas frente a los “sediciosos” en Cataluña “utilizando todas las herramientas que prevé la Carta Magna”.
En el PP no hay aún presión clara en este sentido. Pero el Ejecutivo sabe que cualquier movimiento con Cataluña, sobre todo si se trata de dinero, hace saltar a los barones autonómicos, como sucedió con el déficit asimétrico.
El presidente y sus fieles presumen en privado de que no serán ellos los que opten por esas medidas de fuerza que planteaba Abc. Rajoy no quiere pasar a la historia como el político que rompió España. Aunque la posibilidad de que este proceso acabe con una declaración de independencia unilateral del Parlamento catalán está ya encima de su mesa.
Con Rajoy nunca puede hablarse de debate abierto, porque él nunca los promueve —no hay apenas reuniones internas y cuando las hay, como los comités ejecutivos del PP, nadie habla—, pero el Gobierno parece dividido en el análisis político de la situación. Una parte es muy pesimista, ve imposible encontrar un punto de encuentro y teme que lentamente el independentismo crecerá hasta llegar a una situación insostenible. Pero la otra, más cercana al presidente, insiste en que la situación está mejor que el año pasado, porque las elecciones debilitaron a CiU y porque hay una negociación discreta en marcha entre Rajoy y Mas. Es precisamente esa debilidad de Mas y el temor a que ERC se haga con la centralidad política en Cataluña lo que empuja tanto a CiU como al Gobierno a buscar una salida pactada, aunque no sea fácil. Pero en el Ejecutivo, al menos este sector, creen que este año hay “otro ambiente”, algo mejor, y que en realidad la cadena humana, al margen de que las imágenes puedan ser espectaculares, sacó a la calle a menos gente que la manifestación del año pasado.
Rubalcaba defendió exactamente lo contrario. Que la situación es peor que en 2012 y si Rajoy deja que pase el tiempo será mucho peor en 2014. “Se equivocan al hablar de la mayoría silenciosa. ¿Es que creen que los que no salieron a la calle no quieren ningún cambio?
Rajoy siempre deja pasar el tiempo, pero este problema no se resolverá así. Ya no vale reformar la financiación, tenemos que sentarnos y cambiar la Constitución con calma”.
El Ejecutivo no ve ningún margen para reformarla. Rajoy lo ha descartado en público y en privado. Y tampoco se ve factible una consulta solo en Cataluña, aunque públicamente no se quiere rechazar nada como fórmula para ganar tiempo.
La negociación va por otro lado, sobre todo el económico. Por eso el Ejecutivo prefiere esperar a que baje el ambiente de la Diada para que Rajoy pueda contestar a la carta de Mas y abrir un espacio al acuerdo.
Cristóbal Montoro, que negocia directamente y con mucha frecuencia con Andreu Mas-Colell, conseller de Economía catalán, tiene instrucciones claras de hacer gestos y buscar un pacto en la reforma del modelo de financiación autonómica. Aunque los barones intentarán impedirlo, se da por hecho que el sistema beneficiará mucho a Cataluña. En cualquier caso, el Ejecutivo cree que aún cuenta con tiempo, porque Mas no tiene ninguna intención de adelantar las elecciones. Las dejará para 2016, y eso, en la forma de ver las cosas de Rajoy, es una eternidad.
El temor a que ERC se haga con el control empuja hacia un acuerdo con Mas
Carlos E. Cué
Madrid, El País
Tras el primer impacto por la Diada, llegó el día de la reflexión y la pregunta repetida en los pasillos del Congreso: ¿Y ahora qué hará Rajoy? De momento, la respuesta más repetida en el PP es clara: esperar, evitar el choque de declaraciones, buscar las negociaciones discretas con CiU centradas en cuestiones económicas y confiar en que baje el suflé. Esto es, algo parecido a lo que hizo el año pasado. El presidente, de nuevo, evitó decir nada sobre el principal problema político que tiene encima de la mesa. Mientras el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, comparecía para ofrecer su solución —una reforma constitucional “con calma” para negociar el encaje de Cataluña en vez de ir a una consulta soberanista—, el Gobierno, a través de su portavoz, Soraya Sáenz de Santamaría, evitaba hablar de salidas.
La vicepresidenta minimizó de alguna manera la cadena humana al recuperar una expresión que ya utilizó Rajoy hace un año, en pleno apogeo de las protestas por los recortes: “El Gobierno tiene la obligación de escuchar a todos, también a los que se quedan en sus casas, a las mayorías silenciosas que tienen derecho a que se defiendan sus libertades y sus opiniones”, aseguró.
Sin embargo, la presión no es solo fuerte en Cataluña para que el Ejecutivo proponga un giro, algo que cambie la situación. Además está el PSOE, que ofrece a Rajoy ayuda pero siempre que esté dispuesto a un cambio en la Constitución que el presidente descarta. Y a todo eso se suma ahora una cierta tensión en el mundo conservador. A nadie del Ejecutivo le pasó desapercibido un editorial ayer del diario Abc que exigía a Rajoy medidas frente a los “sediciosos” en Cataluña “utilizando todas las herramientas que prevé la Carta Magna”.
En el PP no hay aún presión clara en este sentido. Pero el Ejecutivo sabe que cualquier movimiento con Cataluña, sobre todo si se trata de dinero, hace saltar a los barones autonómicos, como sucedió con el déficit asimétrico.
El presidente y sus fieles presumen en privado de que no serán ellos los que opten por esas medidas de fuerza que planteaba Abc. Rajoy no quiere pasar a la historia como el político que rompió España. Aunque la posibilidad de que este proceso acabe con una declaración de independencia unilateral del Parlamento catalán está ya encima de su mesa.
Con Rajoy nunca puede hablarse de debate abierto, porque él nunca los promueve —no hay apenas reuniones internas y cuando las hay, como los comités ejecutivos del PP, nadie habla—, pero el Gobierno parece dividido en el análisis político de la situación. Una parte es muy pesimista, ve imposible encontrar un punto de encuentro y teme que lentamente el independentismo crecerá hasta llegar a una situación insostenible. Pero la otra, más cercana al presidente, insiste en que la situación está mejor que el año pasado, porque las elecciones debilitaron a CiU y porque hay una negociación discreta en marcha entre Rajoy y Mas. Es precisamente esa debilidad de Mas y el temor a que ERC se haga con la centralidad política en Cataluña lo que empuja tanto a CiU como al Gobierno a buscar una salida pactada, aunque no sea fácil. Pero en el Ejecutivo, al menos este sector, creen que este año hay “otro ambiente”, algo mejor, y que en realidad la cadena humana, al margen de que las imágenes puedan ser espectaculares, sacó a la calle a menos gente que la manifestación del año pasado.
Rubalcaba defendió exactamente lo contrario. Que la situación es peor que en 2012 y si Rajoy deja que pase el tiempo será mucho peor en 2014. “Se equivocan al hablar de la mayoría silenciosa. ¿Es que creen que los que no salieron a la calle no quieren ningún cambio?
Rajoy siempre deja pasar el tiempo, pero este problema no se resolverá así. Ya no vale reformar la financiación, tenemos que sentarnos y cambiar la Constitución con calma”.
El Ejecutivo no ve ningún margen para reformarla. Rajoy lo ha descartado en público y en privado. Y tampoco se ve factible una consulta solo en Cataluña, aunque públicamente no se quiere rechazar nada como fórmula para ganar tiempo.
La negociación va por otro lado, sobre todo el económico. Por eso el Ejecutivo prefiere esperar a que baje el ambiente de la Diada para que Rajoy pueda contestar a la carta de Mas y abrir un espacio al acuerdo.
Cristóbal Montoro, que negocia directamente y con mucha frecuencia con Andreu Mas-Colell, conseller de Economía catalán, tiene instrucciones claras de hacer gestos y buscar un pacto en la reforma del modelo de financiación autonómica. Aunque los barones intentarán impedirlo, se da por hecho que el sistema beneficiará mucho a Cataluña. En cualquier caso, el Ejecutivo cree que aún cuenta con tiempo, porque Mas no tiene ninguna intención de adelantar las elecciones. Las dejará para 2016, y eso, en la forma de ver las cosas de Rajoy, es una eternidad.