Marcó Bale, salvó Diego López
Bale parece bueno tirando a magnífico. Y llega cargado de goles, pero el Madrid deberá escoltarle hasta su aclimatación mejor que en Villarreal, donde encontró un adversario encomiable, con energía y fútbol, que convirtió a Diego López en primer actor. Y le perdió dos pasos al Barça después de un partido espectacular que fue de palo a palo hasta el empate final. A Ancelotti le urge ajustar las piezas y encontrar a Benzema, allá donde se encuentre.
El Madrid está muy por hacer, más de lo que indicaba su buen comienzo. Y con la calle levantada por las obras Ancelotti se atrevió con Bale e Illarramendi a un tiempo. Fue un error de cálculo. Del Villarreal miró de dónde viene y no hacia dónde va (lejos, con este paso) para integrar a los recién llegados sin sospechar que era un partido con guasa. El equipo de Marcelino cambió de registro cuando se fue a Segunda. Vendió a sus figuras y se entregó a su cantera. Y a Marcelino, que prepara equipos de combate, ha cambiado toque por nervio, pausa por genio, posesión con contragolpe. El Madrid pasó una noche angustiosa. Otra cosa es que para sostener ese vértigo se precisan cuatro pulmones y dos cambios de neumáticos, y ni el fútbol ni la ciencia permiten lo uno ni lo otro. Por eso no ganó.
A Illarramendi le cogió el partido corto de forma, de colocación y de confianza y le pasaron por encima Bruno, otra vez al borde la Selección, y Trigueros, un centrocampista fino y de gran primer toque. Y de ahí en adelante todo fue estupendo: la velocidad de Aquino, las llegadas de Cani, el buen sentido de Giovani y la velocidad de Jonathan Pereira. Ese entusiasmo desbordó al Madrid, a mayor gloria de Diego López, con dos paradas para el recuerdo.
A Bale debió parecerle que aquello no era lo que le habían contado, eso de la Liga bipolar en la que se llega a cien puntos. Primero le mandaron a la derecha, donde acabarán todos los zurdos mientras así lo quiera Cristiano, que las jerarquías están por encima de los modelos. Ahí tuvo que forzar demasiado el gesto. Quizá con el tiempo... Después se vio desamparado. Isco anduvo en un tono menor, superado por el ritmo del Villarreal, y Benzema está en paradero desconocido. No le han encontrado en Francia y tampoco aparece en Madrid. El galés empató desde su zona de influencia, en boca de gol, llegando para el envío del extremo (lateral en este caso: Carvajal), para dejar más al descubierto la alarmante dejación de funciones del francés.
Antes de cazar ese remate, Bale había pasado por la izquierda, pero ahí apenas le llegó nada. En cualquier caso, trae veintitantos goles en el bolsillo, esté aclimatado o no, juegue bien o no, llueva o truene. Y lo explicó bien desde el primer día.
Para cuando marcó Bale el Madrid había reparado parte de la avería. Menguó la empanada defensiva de Pepe y Ramos; Modric, que ya era el más entonado, embridó al equipo; Illarramendi aterrizó; Cristiano se asomó al partido; Carvajal mostró que tiene más recorrido que Arbeloa. Con todo, el empate era digno de celebración. Y de vuelta al ruedo para Diego López.
Fue una convalecencia lenta y fatigosa. El Villarreal no estaba ya para mandar pero sí para cambiar golpes. Recibió uno de Cristiano y respondió con otro de Giovani. Para entonces Bale ya no estaba en la partida. Tras un gran disparo y un sprint sacó bandera blanca. Demasiada actividad para el primer día. Y a tiros, tras un penalti no pitado a Di María, se llegó hasta un memorable empate ante el que nada debe alegar el Madrid.