Lo preparó Muñiz, decidió Messi
El árbitro anuló un gol de Cala con 1-0 y dejó que Alexis marcara el tercero cuando ya se habían cumplido los tres minutos de descuento. El Sevilla había logrado igualar un 2-0.
Sería absurdo engañarse acusando al Virus FIFA de los males del Barça cuando ayer sus mejores jugadores fueron los que acababan de llegar de jugar con sus selecciones. La primera parte de Neymar fue estelar, Messi se desperezó de manera brutal en la segunda y Alexis apareció en el momento justo. El problema está en otras cuestiones. En la fragilidad defensiva de un equipo que debería defender los saques de esquina en contra de rodillas y rezando. Cuando nada funciona, apela a la fe. También echa de menos el Barça a las versiones medio decentes de Iniesta y de Xavi, que dan la sensación de no tener muy claro aún si mañana les toca entrenamiento, partido o la inauguración de un centro comercial en el Sudeste Asiático.
Todo ello redunda en un equipo que vive pendiente de la calidad individual de sus atacantes. Y como estos la tienen a toneladas, pues los partidos se van sacando adelante. Aunque sea a base de amagos de infarto de miocardio generalizados.
Una vez capeado el temporal habitual de los primeros minutos del Barça, el Sevilla supo siempre controlar la situación. Aferrados a un equipo muy joven pero con descaro y talento, los andaluces nunca se fueron del partido. Es más, en la segunda parte merecieron ganarlo como conjunto. Jugaron mejor y de manera más inteligente que el Barcelona. Pero no tienen ni a Messi ni a Neymar.
El gran mérito del Sevilla estuvo en el hecho de saber rehacerse ante tremendos mazazos. En cuanto Muñiz anuló el tanto de Cala de manera inaudita, Messi puso el 2-0 en el marcador. Para cualquier otro equipo, ese golpe hubiese significado la puntilla a sus aspiraciones. Un 2-0 en el Camp Nou tras esa jugada deja tocado al más valiente.
Pero el Sevilla siguió con su apuesta decidida y el Barça, de nuevo, no supo cerrar el partido. Sin Iniesta, sustituido por Cesc y sin Xavi (al menos sin el Xavi que conocemos) el Barça empezó a sufrir. Mascherano no daba abasto para cubrir las deficiencias de la zaga y en esas llegó el gol de Rakitic. Y el pánico al Camp Nou.
Con el partido dominado por el Sevilla y con el Barça a la caza de algún contragolpe, llegó el empate en el 89’ cuando Koke agradeció el enésimo regalo del Barça a la salida de un córner para poner el 2-2 que parecía definitivo.
Pero nadie puede cantar victoria cuando hay un tal Leo Messi en el campo. El argentino, con el tiempo de descuento ya cumplido, pero con la disculpa de las pérdidas de tiempo de los jugadores visitantes tras el gol, tiró por el camino de en medio e hizo la jugada que se espera de un crack. Regatearse a tres en el último minuto y dar el gol hecho a Alexis para sentenciar el encuentro. Puede que Muñiz cargara la pistola, pero el que disparaba era Messi.
Cuando uno transita por la cornisa cualquier ráfaga de viento le puede precipitar al vacío. Pero también cualquier ayuda le puede mantener a salvo. Eso es lo que le pasó al Barcelona ayer ante el Sevilla en un partido que acabó ganando de milagro por 3-2. Cuando más sopló el equipo de Emery para despeñar al Barça, apareció la mano salvadora de un árbitro que anuló a Cala uno de esos goles que van a dar mucho de que hablar. Luego, apareció Messi, que se despertó a tiempo para decidir el partido pasado el tiempo de descuento. Demasiado premio para el Barça, demasiado castigo para el Sevilla y demasiado protagonismo para el colegiado. Más allá de eso, el Barcelona sigue sin ligar 90 minutos seguidos a buen nivel.
Sería absurdo engañarse acusando al Virus FIFA de los males del Barça cuando ayer sus mejores jugadores fueron los que acababan de llegar de jugar con sus selecciones. La primera parte de Neymar fue estelar, Messi se desperezó de manera brutal en la segunda y Alexis apareció en el momento justo. El problema está en otras cuestiones. En la fragilidad defensiva de un equipo que debería defender los saques de esquina en contra de rodillas y rezando. Cuando nada funciona, apela a la fe. También echa de menos el Barça a las versiones medio decentes de Iniesta y de Xavi, que dan la sensación de no tener muy claro aún si mañana les toca entrenamiento, partido o la inauguración de un centro comercial en el Sudeste Asiático.
Todo ello redunda en un equipo que vive pendiente de la calidad individual de sus atacantes. Y como estos la tienen a toneladas, pues los partidos se van sacando adelante. Aunque sea a base de amagos de infarto de miocardio generalizados.
Una vez capeado el temporal habitual de los primeros minutos del Barça, el Sevilla supo siempre controlar la situación. Aferrados a un equipo muy joven pero con descaro y talento, los andaluces nunca se fueron del partido. Es más, en la segunda parte merecieron ganarlo como conjunto. Jugaron mejor y de manera más inteligente que el Barcelona. Pero no tienen ni a Messi ni a Neymar.
El gran mérito del Sevilla estuvo en el hecho de saber rehacerse ante tremendos mazazos. En cuanto Muñiz anuló el tanto de Cala de manera inaudita, Messi puso el 2-0 en el marcador. Para cualquier otro equipo, ese golpe hubiese significado la puntilla a sus aspiraciones. Un 2-0 en el Camp Nou tras esa jugada deja tocado al más valiente.
Pero el Sevilla siguió con su apuesta decidida y el Barça, de nuevo, no supo cerrar el partido. Sin Iniesta, sustituido por Cesc y sin Xavi (al menos sin el Xavi que conocemos) el Barça empezó a sufrir. Mascherano no daba abasto para cubrir las deficiencias de la zaga y en esas llegó el gol de Rakitic. Y el pánico al Camp Nou.
Con el partido dominado por el Sevilla y con el Barça a la caza de algún contragolpe, llegó el empate en el 89’ cuando Koke agradeció el enésimo regalo del Barça a la salida de un córner para poner el 2-2 que parecía definitivo.
Pero nadie puede cantar victoria cuando hay un tal Leo Messi en el campo. El argentino, con el tiempo de descuento ya cumplido, pero con la disculpa de las pérdidas de tiempo de los jugadores visitantes tras el gol, tiró por el camino de en medio e hizo la jugada que se espera de un crack. Regatearse a tres en el último minuto y dar el gol hecho a Alexis para sentenciar el encuentro. Puede que Muñiz cargara la pistola, pero el que disparaba era Messi.