La electricidad pasa factura a Merkel

La revolución verde prometida por la canciller para prescindir de las centrales atómicas ha supuesto un fuerte aumento del gasto para los ciudadanos

Juan Gómez
Berlín, El País
“La cuenta de la luz ni la miro, pagarla ya es esfuerzo suficiente”, dice la abogada Anna S. Añade. Según la patronal de la Energía BDEW, un hogar medio con tres habitantes como el de Anna S. paga hoy por el suministro de electricidad casi el 70% más que en 1998: más de mil euros al año por 3.500 kilovatios/hora. Un estudio del think-tank Agora alerta de que muy pronto podría dar otro estirón: la tasa que pagan los consumidores por la llamada Transición Energética que está atravesando Alemania subirá de los actuales 5,3 céntimos por kilovatio/hora a casi 6,5 céntimos de euro. Es un aumento del 20%, que encarecería las facturas finales en un 4% solo en un año.


Dicha tasa asegura que las plantas generadoras con fuentes renovables (solares, eólicas o de biomasa) ingresen precios fijos por la electricidad que ponen en la red, sea cual sea su cotización real en el mercado. Así que, según el semanario Der Spiegel, “los consumidores están obligados a pagar 20.000 millones de euros por una electricidad cuyo valor de mercado apenas alcanza los 3.000 millones de euros”. El mencionado hogar de tres habitantes está pagando, en 2103, unos 185 euros anuales de tasa. En 2014 podrían ser ya 225 euros. Es un crecimiento mayor que la inflación general y también que el de los salarios. El conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung calculó en agosto que el aumento podría llegar incluso a siete céntimos por kilovatio/hora.

En 2011, el desastre nuclear de Fukushima, en Japón, llevó a la canciller federal Angela Merkel a dar marcha atrás en su decisión de prolongar la vida útil de las centrales atómicas alemanas. Para desconcierto de los sectores empresariales de su propio partido y de su socio de coalición, el pronuclear partido liberal FDP, la jefa de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) cancelaba así uno de los puntos más polémicos de su programa de Gobierno. Como ya habían decidido los socialdemócratas y Los Verdes años antes, las centrales nucleares alemanas cerrarán para siempre hasta 2022. Proclamó entonces Merkel la Transición Energética con la promesa de liderar una revolución verde que haría innecesarias las centrales nucleares y colocaría a Alemania en la vanguardia mundial también en este campo tecnológico.

La puesta en práctica está resultando más cara y compleja de lo previsto. Los Estados federados del norte alemán acudieron en marzo a la Cumbre de la Energía convocada por Merkel denunciando el “caos” que impera en el cambio. Schleswig-Holstein, Hamburgo, Mecklemburgo-Pomerania Occidental, Bremen y Baja Sajonia llegaron a Berlín con un comunicado conjunto en el que alertaban del desconcierto entre los inversores y las empresas que deberían promover la biensonante transición.

Los problemas de organización que arrastra el ambicioso plan alemán han quedado patentes en la gran planta marítima de Borkum, una isla del Mar del Norte bajo la jurisdicción de Baja Sajonia: en lugar de generar energía desde mar adentro, el complejo la consume. Los restos de munición de la II Guerra Mundial en el lecho marino retrasan su puesta en marcha desde hace meses. Brokum es una obra de ingeniería de altísima complejidad que traga dinero porque nadie pensó por dónde había que pasar el cable. Para que no se oxiden los molinos, está en marcha con un motor diesel.

Otras plantas tienen problemas con el oleaje y con las marsopas: hay que parar la producción para no perjudicar sus ciclos de crianza. Hasta 2020, estas grandes instalaciones marítimas deberán generar tanta electricidad como ocho centrales nucleares. Los riesgos y buena parte de los gastos quedan a cuenta del contribuyente y del consumidor. La electricidad ganada allí se pagará a 19 céntimos por kilovatio/hora, un 50% más de lo que reportan los molinos de viento en tierra.

Como corresponde a una campaña, los partidos en liza para entrar en el Parlamento federal el próximo 22 de septiembre se culpan unos a otros de la situación. Democristianos y socialdemócratas (SPD) prometen reformar la Ley de Energías Renovables para aliviar al consumidor. Mientras, en Bruselas, el comisario de Energía, el alemán Günther Oettinger, pide a su país que module la transición: “El precio de la electricidad industrial en Alemania es el más caro del mundo después de Japón, Dinamarca y Chipre”.

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