La economía centra el debate sobre la independencia de Escocia

A un año del referéndum los sondeos dan al ‘no’ el 60% de las preferencias

Walter Oppenheimer
Londres, El País
Los británicos debaten con calma y serenidad la posibilidad de que Escocia elija la independencia en el referéndum convocado para justo dentro de un año, el 18 de septiembre de 2014. Mientras en España el auge del independentismo catalán y la exigencia de una consulta en Cataluña han crispado el ambiente político y el debate gira en torno al derecho o no de los catalanes a votar sobre la independencia, en Reino Unido ambas partes se enfrascan en convencer a los escoceses de que estarán mejor dentro o de que estarán mejor fuera de la unión.


La tranquilidad con la que los británicos viven la posibilidad de que se rompa la unión quizás se deba a la madurez de su sistema democrático. O a una cuestión de talante. O simplemente al hecho de que los sondeos siempre han augurado una clara victoria de los partidarios de la unión. Sea por lo que sea, el debate no se centra en cuestiones de identidad, de derechos o de historia, sino en cómo afectaría la secesión a la vida y al bolsillo de los escoceses y en general de los británicos.

El último sondeo, realizado por ICM entre un millar de escoceses y publicado por Scotland on Sunday, la edición dominical de The Scotsman, da al no un 60% de los votos y al sí a la independencia un 40%. Una muy sólida ventaja unionista.

Sin embargo, sería precipitado concluir que la unión ya ha ganado el referéndum. Primero, porque hay todavía muchos indecisos: uno de cada cinco votantes aún no saben si quieren que Escocia sea independiente o prefieren que siga en Reino Unido. Y, segundo, porque una parte significativa del voto contra la independencia es de ciudadanos a los que el corazón les pide independencia pero la cabeza, o la cartera, les pide seguir en Reino Unido.

Ese mismo sondeo, por ejemplo, revela que hasta un 11% de quienes ya se han decidido por el no podrían acabar votando a favor de la independencia si no tuvieran garantías de que Escocia obtendrá mayores poderes fiscales y en materia de políticas de bienestar si decide mantenerse en Reino Unido. En esas circunstancias, un 6% cambiaría su voto a favor de la independencia y otro 5% de votantes del no aseguran que se replantearían su voto.

Eso dejaría las cosas en un mucho más incierto 55-45. “Un potencial voto afirmativo del 45% a estas alturas es un excelente lugar en el que estar a un año vista del referéndum, y ya sabemos que Westminster ha descartado expresamente ceder las competencias en materia de bienestar”, ha declarado Blair Jenkins, director de la organización Yes Scotland.

A un año del día de la votación, el debate sobre la independencia está despojado de sentimentalismo. De forma paralela a las campañas de los partidos, la sociedad civil se ha incorporado a la campaña aportando estudios específicos sobre qué pasaría si Escocia fuera independiente. La última aportación la ha hecho el respetado NIESR (siglas en inglés del Instituto Nacional de Investigación Económica y Social), un centro de estudios radicado en Londres y políticamente independiente.

En concreto, el NIESR ha estudiado las consecuencias de la independencia en materia de política fiscal. Y este martes ha hecho públicas en Edimburgo sus conclusiones. La más destacada es que, en un escenario de crecimiento del 2% y de reparto de la deuda pública británica en términos de habitantes y de reparto geográfico de las explotaciones de hidrocarburos, una Escocia independiente debería pagar una prima de entre el 72 y 165 puntos básicos respecto a los costes medios de los bonos británicos a 10 años. No es una reflexión política, histórica o sentimental, es un dato que los escoceses deben tener en cuenta a la hora de ir a votar. Para unos será un precio que vale la pena pagar y para otros será un coste excesivo. Pero es un dato concreto en el que basar su voto. Tienen muchos otros estudios a su disposición, con grados variables de neutralidad política.

Eso quiere decir que el debate sobre la independencia es más pragmático que ideológico. Hasta el punto de que el sondeo de ICM revela que hasta un 47% de los escoceses votarían a favor de la independencia si tuvieran la seguridad de que eso significaría que sus ingresos anuales aumentarían en 500 libras (600 euros). Al final, el argumento económico, más que el político, parece destinado a ser el elemento decisivo.

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