La derecha xenófoba saca partido de la crisis económica
Wilders, líder del Partido de la Libertad, lidera las críticas al Gobierno holandés por el precario estado de las finanzas
Isabel Ferrer
La Haya, El País
Si bien liberales y socialdemócratas suman 79 escaños —en un Parlamento de 150—, el Gobierno holandés carece de mayoría en el Senado. En la situación actual, con el país en recesión y fuera de la lista de los cinco más competitivos del mundo, “a pesar de su fantástica infraestructura sanitaria, excelentes servicios públicos y eficaces mercados”, en palabras del Foro Económico Mundial, que elabora la preciada lista económica, el Gabinete no solo tiene problemas para aprobar leyes.
La cifra de paro es muy difícil de digerir en un país que ha sido implacable en este terreno con sus socios comunitarios. Especialmente al ser vecino de Alemania, el modelo económico natural. Y dentro, se ha repetido el ciclo populista que persigue a Holanda en los últimos años. Las críticas recibidas a ambos lados del espectro parlamentario han aupado de nuevo a Geert Wilders, líder de la derecha xenófoba.
De convocarse hoy elecciones legislativas, los sondeos le adjudican 33 escaños. Tiene solo 15, pero su retórica es más aguda que nunca. Ha dicho que el Gabinete “destruye la economía de tanto ahorrar”. Ha pedido a Mark Rutte, el primer ministro, “que se vaya ya”. Incluso ha bromeado con la capacidad de comprensión de la realidad económica del mandatario, apuntando con sorna que “le dieron el diploma en Ibn Ghaldoun”, una escuela musulmana que cerrará por mala gestión.
Las expresiones de Wilders suelen ganarle adeptos, aunque sean de conveniencia. Y en estos momentos, en los que la idea de que el Gobierno deja al ciudadano desprotegido está calando.
Su lucha contra la inmigración musulmana no ha cambiado, pero su caballo de batalla han pasado a ser los rumanos y búlgaros que buscarán trabajo en la UE a partir de enero de 2014. Al oponerse a su llegada durante los últimos meses, preparó el terreno para las puyas actuales, que considera parte del mismo problema. Es decir, “una economía maltrecha que dejará entrar a mano de obra barata y destruirá el mercado laboral nacional”.
Wilders gana terreno, pero el resto no se queda atrás. El Partido Socialista y los radicales de izquierda, piensan lo mismo y también han pedido la dimisión de Rutte. Los liberales de izquierda, de su lado, lamentan que se opte por “medidas a corto plazo que no regeneran la economía”. Lo que necesita Holanda, dice su jefe, Alexander Pechtold, “es un plan estructural y no paquetes anuales de recortes”. Los Verdes quieren más empleo, y la democracia cristiana, dispuesta a echarle una mano a Rutte si cambia de rumbo, ha decidido desahogarse de antemano por si acepta su oferta. “Holanda es el enfermo de Europa, porque no se reforma”, ha dicho su jefe, Sybrand Buma.
Isabel Ferrer
La Haya, El País
Si bien liberales y socialdemócratas suman 79 escaños —en un Parlamento de 150—, el Gobierno holandés carece de mayoría en el Senado. En la situación actual, con el país en recesión y fuera de la lista de los cinco más competitivos del mundo, “a pesar de su fantástica infraestructura sanitaria, excelentes servicios públicos y eficaces mercados”, en palabras del Foro Económico Mundial, que elabora la preciada lista económica, el Gabinete no solo tiene problemas para aprobar leyes.
La cifra de paro es muy difícil de digerir en un país que ha sido implacable en este terreno con sus socios comunitarios. Especialmente al ser vecino de Alemania, el modelo económico natural. Y dentro, se ha repetido el ciclo populista que persigue a Holanda en los últimos años. Las críticas recibidas a ambos lados del espectro parlamentario han aupado de nuevo a Geert Wilders, líder de la derecha xenófoba.
De convocarse hoy elecciones legislativas, los sondeos le adjudican 33 escaños. Tiene solo 15, pero su retórica es más aguda que nunca. Ha dicho que el Gabinete “destruye la economía de tanto ahorrar”. Ha pedido a Mark Rutte, el primer ministro, “que se vaya ya”. Incluso ha bromeado con la capacidad de comprensión de la realidad económica del mandatario, apuntando con sorna que “le dieron el diploma en Ibn Ghaldoun”, una escuela musulmana que cerrará por mala gestión.
Las expresiones de Wilders suelen ganarle adeptos, aunque sean de conveniencia. Y en estos momentos, en los que la idea de que el Gobierno deja al ciudadano desprotegido está calando.
Su lucha contra la inmigración musulmana no ha cambiado, pero su caballo de batalla han pasado a ser los rumanos y búlgaros que buscarán trabajo en la UE a partir de enero de 2014. Al oponerse a su llegada durante los últimos meses, preparó el terreno para las puyas actuales, que considera parte del mismo problema. Es decir, “una economía maltrecha que dejará entrar a mano de obra barata y destruirá el mercado laboral nacional”.
Wilders gana terreno, pero el resto no se queda atrás. El Partido Socialista y los radicales de izquierda, piensan lo mismo y también han pedido la dimisión de Rutte. Los liberales de izquierda, de su lado, lamentan que se opte por “medidas a corto plazo que no regeneran la economía”. Lo que necesita Holanda, dice su jefe, Alexander Pechtold, “es un plan estructural y no paquetes anuales de recortes”. Los Verdes quieren más empleo, y la democracia cristiana, dispuesta a echarle una mano a Rutte si cambia de rumbo, ha decidido desahogarse de antemano por si acepta su oferta. “Holanda es el enfermo de Europa, porque no se reforma”, ha dicho su jefe, Sybrand Buma.