Iker y Diego: dos porteros por encima del Bernabéu


Antonio Oliver, La Voz Libre.com
Iker y Diego son los únicos que están proponiendo normalidad. El Real Madrid, con tantas razones ahora para vivir esperanzado, ve como los satélites se empeñan en instalar al equipo en zona de huracanes. No cabe más desgracia que la de Casillas en Turquía, cierto. Sin embargo el fútbol, como la vida, está hecho de lances incomprensibles, de cosas que solo maneja el azar y que parecen estar firmadas por el mismísimo diablo. Tampoco hay que asustarse. Hay calamidades mayores y los jugadores lo saben. Lo de jugar o no es otra cosa.


No conozco a ningún futbolista que, aun sabiendo que no está bien, se conforme si no juega. Los hay, pero esos no son verdaderos futbolistas, solo juegan al fútbol. Casillas pasa por un túnel para el que, seguramente, no estaba preparado pero lo está haciendo con dignidad. De puertas para adentro vive su infierno y, para el exterior, esgrime trabajo, preocupación y respeto. Como debe ser. Tiene más valor su comportamiento si tenemos en cuenta que, hace años, que nadie le disputa la portería. No digo que haya tenido figurantes en el banquillo pero sí porteros que jamás lo inquietaron seriamente.

Quienes de verdad amenazaron su longeva titularidad fueron algunos entrenadores. Por lo menos tres. Capello, Schuster y Mou. La cosa quedó en amago hasta lo del técnico portugués. Fabio ya quiso poner a Diego López pero no pudo. Terminó y se fue. Ahí acabó el primer intento de banquillo para Iker. Schuster fue otro técnico que pensó en dar relevo al portero titular del Real Madrid. Era la temporada 2008/09 y Casillas ya tenía entorchado europeo con la Selección. Sin embargo su arranque de Liga fue preocupante hasta el punto de que el alemán valoró, seriamente, sentar al campeón de Europa. No lo hizo y fue él quien salió del Real Madrid y lo de Mou ya lo conocemos.

Sea como fuere, Casillas vive un tiempo doloroso por inesperado y por revelador. No podía imaginar que, en plena madurez deportiva, le ocurriera esto y ha comprobado que es muy bueno pero no indiscutible. Tiene la oportunidad de crecer, pelear y, cuando lo decida el entrenador, seguir jugando en el Real Madrid o amarrarse a los halagos y amontonarse, sugiriendo que si no juega se va. Lo primero es lo que se espera de un profesional, de un referente para miles de jóvenes deportistas y lo otro, la senda de una adiós impropio para un portero de tal magnitud.

Por su parte, Diego López, encarna la figura incombustible de la constancia. Se fue, buscó, triunfó, sufrió y ha vuelto con más experiencia y con un respeto enorme al perfil profesional de sus compañeros. Nadie como él sabe lo que es pelear contra los imposibles y contra las injusticias. Ese conocimiento del lado oscuro, le ayuda a comprender y a valorar. Comprende la angustia de Casillas y sabe lo que cuesta, por lo menos lo que le ha costado a él, estar donde está.

Los dos quieren lo mismo pero, mientras fuera el ruido es infernal, ellos se empeñan en rebajar el tono y marcar de normalidad afectiva la lucha encarnizada, por las escrituras de la portería blanca. Es un ejemplo de paz social y de responsabilidad institucional. Sin duda, los dos, por encima de un Bernabéu dividido al que parece que le da igual cómo juegue el equipo, lo que quiere es que juegue su portero. Egoísmo perjudicial e impropio.

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