Francia prefiere a Merkel

Un sondeo evidencia la admiración de los franceses por Alemania y su buena opinión de la canciller

Miguel Mora
París, El País
El 84% de los franceses, siempre tan descontentos con lo suyo, tienen una opinión positiva de Alemania. Seis de cada diez creen que Francia debería adoptar el modelo alemán, y envidian su salud financiera, su potencia exportadora y su tasa de desempleo. Además, según revela una encuesta publicada el viernes por el diario Le Figaro, el 56% de los franceses afirman que, de ser alemanes, querrían que Angela Merkel gane las elecciones. Un número parecido piensa que la reelección de la canciller sería “buena para Francia”, y un 64% dice tener buena opinión de Merkel. Mientras tanto, en el Elíseo nadie hace pronósticos ni desvela deseos. Según explica Romain Nadal, asesor diplomático del socialista François Hollande, “sea quien sea el ganador, Francia trabajará con el líder que elijan los alemanes para fortalecer el proyecto europeo. El eje franco-alemán seguirá funcionando”.


Los porcentajes de la encuesta parecen coherentes con el deprimido estado de ánimo francés, visible en el bajo índice de popularidad de François Hollande —sigue en torno al 30%— y en el desencanto que genera la clase política. Pero los resultados sorprenden porque hace solo año y medio que los electores dieron la mayoría a los socialistas en las presidenciales y las legislativas, y porque la resistencia a las reformas de inspiración alemana, con su austeridad a ultranza, sus recortes de derechos, sus mini-trabajos y sus mini-sueldos, sigue siendo altísima a este lado del Rin.

Lo cierto es que pocos franceses dudan que Merkel volverá a imponerse en las urnas por tercera vez consecutiva, aunque un 25% asegura que preferiría un triunfo del candidato socialdemócrata Peer Steinbrück, que es desde luego mucho menos conocido en Francia que la canciller. En tiempos de Nicolas Sarkozy, los Guiñoles de Canal Plus solían representar a Sarkozy como secretario de Merkel y a esta como la verdadera presidenta de la República francesa; su muñeco arengaba a las masas diciendo: “¡Franceses, tenéis que trabajar más!”.

Liquidada la era Merkozy, muchos parecen haber olvidado la deplorable gestión de la crisis de la zona euro y los daños infligidos al proyecto europeo por la arrolladora pareja conservadora. Después de que Merkel ninguneara a Hollande durante la campaña francesa, al negarse a reunirse con él y pedir el voto para Sarkozy, el presidente socialista devolvió —solo en parte— la afrenta a la canciller cuando recibió a su rival en el Elíseo. Pero eso fue en abril, y desde entonces el apoyo de Hollande a los socialdemócratas ha brillado por su ausencia.

Aunque el presidente ha resumido su relación con Merkel con la fórmula “tensión amistosa”, nadie niega en París que una gran coalición entre la CDU y el SPD ayudaría a que Alemania apruebe un salario mínimo, lo que estimularía el consumo interno y a su vez favorecería a las exportaciones francesas y reduciría la brecha de los costes laborales entre los dos países. Pero el Elíseo prefiere la cautela. Según afirma Romain Nadal, “la relación bilateral está por encima de partidismos, y el entendimiento con Berlín seguirá siendo bueno y fluido sea cual sea la mayoría que salga de las urnas. El método de trabajo común está establecido y tenemos lazos directos que nos han permitido llegar a acuerdos y superar discrepancias cuando aparecen”.

El Elíseo adelanta que, “desde el lunes, Hollande relanzará el eje franco-alemán para dinamizar el crecimiento, mejorar el paro juvenil y avanzar en el proyecto político europeo”. El motor de esta nueva fase es el miedo de los partidos tradicionales al previsto avance de la ultraderecha en los comicios europeos y municipales de 2014.

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