Florentino, el equivocado

En 13 años, Madrid gastó 1.460,5 millones de dólares en fichar futbolistas y técnicos

Julio Peñaloza Bretel
La Paz, La Razón
Grandes jugadores, grandes fichajes, cifras astronómicas, estruendos mediáticos, torneo feroz de egos en el vestuario, despidos que suenan a bobería y esa enfermedad por sentirse más importantes que la importancia misma que puede tener su historia e identidad. Ese es el Real Madrid, donde la celebración está caracterizada por las muecas de autosuficiencia de sus protagonistas gracias a esa mal entendida “cultura de la superioridad” que inculca su desatinado presidente, el señor Pérez.


Hay dos tipos de seres limitados y soberbios en la vida: los tontos ilustrados, aquellos que han leído mucho y creen saberlo todo, pero que de razonamiento y lucidez tienen poco, y los amasa fortunas, especializados en hacer dinero pero con la absoluta imposibilidad, propia de los individuos especializados, que si para tener éxito sólo sabe ajustar tuercas verdes, será imposible que intenten con las tuercas rojas. Hecho este preámbulo, elija el lector en cuál de las casillas sitúa a Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid que en 13 años se ha gastado la friolera de 1.460,5 millones de dólares en fichajes de futbolistas y entrenadores para conseguir “solamente” una Champions League, una Copa del Rey y tres ligas españolas, cinco títulos en total, que explican perfectamente por qué decimos “solamente”.

Cálculos elementales indican que en este llamado imperio del despilfarro (así lo califica Mundo Deportivo de Barcelona), cada título obtenido le ha costado al club de la Casa Blanca, 270 millones de dólares y si de conteos se trata, digamos que el portugués Figo costó —también en millones de dólares— 96,5, Cristiano Ronaldo —el más caro— 126, Zinedine Zidane 101, Kaká 87 y el otro Ronaldo 60, las cinco operaciones más significativas de 56 en total y a las que se deben sumar las contrataciones de Manuel Pellegrini, José Mourinho y ahora Carlo Ancelotti en la dirección técnica. El consuelo de tontos consistirá, seguramente, en el contrapeso que significarán las transferencias que habrá sido capaz de operar equilibrando el debe/haber de las cuentas, pero esto, por supuesto, no significa nada en el momento de examinar la vitrina de trofeos.

Pocos títulos para semejante inversión, ningún sello suficientemente poderoso para marcar huella imborrable en la retina memoriosa de la hinchada (CR7 no es Alfredo Di Stéfano) es lo que deja en las cuentas para la historia este Real Madrid del nuevo siglo que con la transferencia de Mesut Özil al Arsenal inglés ha terminado por confirmar que su presidente es un tipo sin criterio, un caprichoso sin más, exhibiendo la conducta propia del millonario que cree saberlo todo, pero que demuestra lo contrario al tachar al alemán de origen turco —que ya la está rompiendo con la camiseta de los cañoneros de Londres—, de “mal profesional, obsesionado con las mujeres”, a lo que este gran conductor al que Cristiano Ronaldo extraña y que reclamó por su partida, ha respondido que si ha vestido en 259 oportunidades la camiseta merengue “no debe ser porque soy un mal profesional”.

No se sabe si Özil se fue a partir de una de esas oscuras decisiones nada más atribuible al presidente, o si en esto tuvo que ver el entrenador, Carlo Ancelotti, nuevo estratega funcional a las pataletas del gran jefe y que desconcertó de entrada, continuando con el “castigo” de mantener a Iker Casillas en el banco, mientras sigue confirmado como portero titular de la selección española, y esto nos retrotrae a aquellos tiempos (2003) en el que Pérez decidió despedir al francés Claude Makelele porque “no vendía camisetas”, volante múltiple que con su partida dejaría desvencijado al equipo titular de entonces y que ni el entrenador pudo convencer al mandamás de cambiar su decisión. Ese entrenador era Vicente del Bosque, al que a continuación el inefable Florentino decidió botar tratándolo de inútil y de que no valía, pero que sus incuestionables logros denuncian lo desatinado de la decisión: En tres años y siete meses, Del Bosque ganó dos Champions League, dos ligas españolas, una Supercopa de España, una Supercopa de Europa, y una intercontinental, faltándole a su palmarés nada más que la Copa del Rey.

En aquel tiempo, el presidente madridista tuvo que soportar pintadas en el Santiago Bernabéu como las de “Florentino traidor”, pues no pudo haber cometido mayor torpeza que enviar a su principal empleado de entonces, Jorge Valdano, a explicar las razones para la salida de Vicente que consistía en que “Del Bosque tiene un librillo muy tradicional”, “nos gustaría un librillo mas sofisticado en lo técnico y estratégico”. Gran Florentino, visionario al revés, lo sofisticado en la técnica y la táctica lo imprimiría una década más tarde el propio Vicente que ganó como seleccionador de España, la Copa del Mundo 2010, la Eurocopa 2012 y fue subcampeón de la Copa Confederaciones 2013.

Makelele, Del Bosque, el propio Valdano que debió irse a pedido de Mourinho y ahora Özil, son despidos que en momentos inconexos explican por qué un dirigente de fútbol, respaldado por el gran capitalismo financiero de su país puede equivocarse tanto deshaciéndose de piezas valiosas en su andamiaje para el momento en que actuaban y ahora mismo, cuando el Real Madrid acaba de fichar al galés Gareth Bale por casi 135 millones de dólares, se sitúa segundo en la tabla de la liga española con un triunfo sobre el Elche (2-1) con una decisión cuestionada en el arbitraje que nos lleva a recordar también que el equipo de El Caudillo ha sido recurrentemente sindicado de favorecimiento por las decisiones tomadas por los hombres del silbato.

Mucho dinero y demasiados errores, inversión desmesurada que al final puede terminar reducida a gasto insulso, y consecutivos errores de apreciación se constituyen en los factores que conspiran para que la administración del club de fútbol más ostentoso del planeta navegue permanentemente entre la histeria del vestuario y la desmesura en las decisiones de los fichajes. Con mucho menos dinero, bastante más imaginación, un ideario de vida institucional muy respetado, los de enfrente, sus archirrivales históricos, aquellos que viven en Cataluña, les van propinando reveses y es que Joan Laporta o Sandro Rosell, ex y presidente del Barcelona, no serán brillantes, pero sobre lo que no hay debate es en su mejor visión a la hora de tomar decisiones de orden deportivo, que no necesariamente deben estar ligadas al tamaño insultante de sus billeteras.

Entradas populares