Wilstermann rescató un punto que no merecía


José Vladimir Nogales
El victorioso inicio de Wilstermann (dos triunfos en dos juegos) se cortó ante un Aurora solvente, firme en cada zona, atento. El cuadro celeste marcó al inicio de la primera parte porque salió del vestuario más enchufado que los rojos. En el resto del partido se manejó bien, cediendo como trigo al viento en la fase de más afán atacante de Wilstermann, para responderle con peligrosos contraataques , que podrían haber provocado una goleada. En definitiva, Wilstermann estuvo a merced de Aurora y de las circunstancias y aun así no perdió (1-1).


Son pocos los progresos y muchas las carencias en el juego y, desde luego, eso contribuye a la confusión de Wilstermann, donde nada sale como lo previsto. Mientras Ramallo se está convirtiendo en una estimable baza goleadora, ni Tordoya ni Christian Vargas son reconocibles y el equipo tiembla atrás. Mientras busca equilibrio funcional (factible sin Paz como medio centro), Berodia se está borrando día tras día de cualquier compromiso. Mientras la afición comienza a decepcionarse por producciones cada vez más pobres, Clausen no acierta en el diagnóstico y sale con absurdas peteneras y dice que el equipo juega bien y que sólo falta trabajo. En fin: pese a sus dos primeras victorias, Wilstermann anda 'groggy', rebotando en las cuerdas.

Será complicado que Aurora disfrute de tantas ocasiones de gol y tan claras como las dispuestas en este clásico. Y será complicado que las desperdicie casi todas, como también será difícil que Wilstermann no pierda un partido en el que conceda tantas oportunidades de gol al rival. La explicación sólo puede llegar porque esto era un clásico y Aurora uno de los contendientes. Una mezcla de factores que obliga a que todo análisis se deba alejar de la lógica y de la racionalidad. Aurora, apoyado en su enrome disciplina, mejor disposición táctica y su punzante contragolpe, tuvo contra las cuerdas a un descompuesto Wilstermann, pero le perdonó la vida demasiadas veces, no supo rematarlo cuando lo tuvo tendido en el suelo y desarmado. Lo único cierto de estos duelos es el resultado, que terminó reflejando un empate que sitúa a los rojos compartiendo la cima con Sport Boys y frena su racha de dos victorias consecutivas. Y Aurora continúa sin derrotar a Wilstermann. A inicios de agosto se cumplió un año de su último triunfo y, desde entonces, pasaron seis partidos.

PARTIDO


El balón echó a rodar y tan sólo dos minutos tardó la defensa roja en dar el primer susto a sus seguidores. La galopada de Salvatierra por banda derecha acabó con un disparo débil, fácilmente neutralizado por Hugo Suárez. La grada del Capriles comenzaba a sudar demasiado pronto.

Sorprendía el planteamiento de Aurora. El equipo de Antelo dominaba a su antojo a los rojos con una defensa perfectamente colocada, un centro de campo que era capaz de sacar el balón jugado y servir de enlace con sus delanteros. Cada entrada por la banda de Chales da Silva era una pesadilla para la defensa roja. El jugador brasileño sentaba literalmente en el suelo a los zagueros de Wilstermann con cada uno de sus recortes. En el Capriles se temía lo peor, más aún ante las evidentes dificultades de los rojos para recuperar el balón y, peor aún, para sostenerlo. Su escuálido fútbol apenas ofrecía suministro a atacantes huérfanos, abandonados a su suerte y desconectados del mundo.
El primer tanto arrasó la banda derecha de Wilstermann. La combinación entre Lora, Gamarra y Castellón fue dejando cadáveres por el camino. Primero Vargas, después Tordoya, que llegó tarde al corte. Antes de anotar con suave disparo por sobre el cuerpo de Suárez, Gamarra agradeció el ausentismo de Paz y el amable marcaje de Zenteno.

A Wilstermann se le notaron las secuelas del cimbronazo. Sufrió dificultades en la circulación porque Aurora presionaba muy arriba y muy furioso, pero una vez superado el fuego de morteros sus problemas eran otros. Aunque Berodia se revelaba libre en el eje, el mediocampo no encontraba conexiones con Mainz y Ramallo, pases entre líneas, ni lograba amplitud con Quero y Romero en las orillas. El atasco no se alivió nunca, pese a la saludable sustitución de Paz, un jugador demasiado rústico para tareas elementales. El juego no va con él, no es asunto suyo. Un lastre para un equipo que necesita gobierno, que palidece cuando no tiene el balón.

Berodia no tenía descarga y, para peor, se veía obligado a trasladar más de lo prudente. Y ante el más fecundo manejo rival, el cuadro de Clausen no encontró respuestas. Tenía pocas, muy pocas. No remaba por los extremos y por el embudo, con Berodia muy marcado y aislado, no había quien pudiera dar alguna puntada. El balance particular del enganche no fue muy esperanzador: su pierna izquierda necesita opciones, gente que se le muestre para progresar. Al no tener referencias, su influencia en el juego resulta insustancial.

El ritmo del Aurora era mejor porque era mayor. Mientras el rival masticaba las jugadas, en el centro del campo rojo no había diálogo ni reflexión filosófica; por allí sólo volaban pelotazos, pases a nadie o comprometidos, paracaidistas, locura, ruletas rusas, anarquía.

COMPLEMENTO

Ante un Wilstermann tan previsible, los celestes quisieron anestesiar en exceso el juego. Es un equipo arrítmico, al que le falta decisión. Se tapa más de la cuenta con el viento a favor o se despista en demasía en coyunturas fecundas.

La indecisión de Aurora mantuvo a Wilstermann con aire. El grupo de Antelo apostó todo a alguna contra y pudo cerrar así el partido, pero concedió tanto paisaje a Wilstermann que le permitió acercarse al perímetro de Mauro Machado.

Aún con campo y balón a su disposición, el panorama se oscurecía para Wilstermann y a los quince minutos de la reanudación, Clausen deshizo el módulo estándar e improvisó otro: quitó un lateral (García) para dar entrada a un atacante (Andaveris). El dibujo mutó de un inexpresivo 4-1-3-2 a un desesperado 3-4-1-2: aparecieron Quero y Andaveris como teóricos laterales, pasó Vargas al centro de la zaga, Romero acompañó a Machado en el mediocentro y Berodia permaneció como enganche. Demasiados movimientos de piezas que no vinieron nada bien a Wilstermann. Al contrario, sin mejorar sus prestaciones con la pelota, acrecentó su vulnerabilidad. Romero y Berodia no combinaron como se esperaba y mientras coincidieron sobre el centro del campo, Wilstermann no logró mandar con autoridad. Aprovechó esto bien Aurora, que recuperó el contragolpe como principal arma ofensiva y con la que pudo doblegar a su rival. Pero no supo hacerlo.

Pronto resultó evidente que el dominio de Wilstermann era un espejismo. No había delanteros. Faltaba potencia. Ramallo no trascendía y Mainz se enredó en batallas que dejaban el balón en segundo plano. Pese a todo, disfrutó de la mejor ocasión: quebró a un Alaca oxidado y, tras fabricarse un espacio, sacó un disparo anémico, un prodigio de la esterilidad que conciben las dudas. Mainz dudó demasiado y la oportunidad se le escurrió entre las manos.

Cuando menos plausible parecía un gol, porque nada escapaba a las sombras de un fútbol caótico y falto de arquitectura, un desesperado como esmirriado disparo de Christian Vargas trazó un vuelo trunco que, escaso de altura, se precipitó entre las botas de Ramallo. El atacante, inmune a la paralizante duda que atemorizó a Mainz, reaccionó con prontitud para estampar el balón en la red. La utopía de la igualdad en un desfavorable escenario quedaba materializada.

El partido se había roto definitivamente y lo que sucedió de ahí hasta el final fue un dominio de Wilstermann y un puñado de oportunidades para Aurora. Las desperdició todas. Unas veces Gallegos, que hasta remató al travesaño, otras Gamarra y hasta Oscar Díaz apareció también para malgastar su oportunidad, cuando lo más complicado parecía no mandar la pelota entre los tres palos. Siempre al contragolpe, volvió a perdonar Charles.

Aurora podía haber estado toda la tarde atacando sin conseguir batir a Suárez. Tampoco fue el día más lúcido de Wilstermann en ataque (Andaveris no se animó a disparar con el arco vacío y Berodia impactó mal de cara al gol), que se puede sentir satisfecho con el empate. Si esto fuera boxeo la victoria hubiera sido clarísima de Aurora a los puntos. Pero es fútbol y en el fútbol los goles no se merecen, se marcan.

Aurora: Mauro Machado, Diego Blanco, Fernando de Souza, Jorge Ayala, Jennry Alaca, Jaime Robles, Darwin Lora, Charles da Silva, Vladimir Castellón (Borda), Roberto Gamarra (Díaz), Ronald Gallegos.

Wilstermann: Hugo Suárez, Christian Vargas, Carlos Tordoya, Edward Zenteno, Ignacio García (Andaveris), Félix Quero, Luis Carlos Paz (Machado), Sebastián Romero, Gerardo García Berodia, David Mainz, Rodrigo Ramallo (Espinoza).

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