Una espiral de violencia sacude Pakistán

Una oleada de atentados deja en suspenso la estrategia antiterrorista en el país asiático
EE UU evacua a su personal consular en Lahore

Walter Oppenheimer
Londres, El País
Pakistán está viviendo una sangrienta ola de atentados terroristas en diversas zonas del país que coincide con el fin del Ramadán y amenaza con desarbolar antes de su nacimiento la esperada estrategia antiterrorista del primer ministro, Nawaz Shariff. Coincide también con la decisión de Estados Unidos de retirar a todo el personal consular no esencial en la segunda ciudad y capital cultural paquistaní, Lahore, y trasladarlo a Islamabad. La decisión no parece estar vinculada con el cierre de 19 legaciones diplomáticas en Oriente Próximo, Asia y África por temor a acciones de Al Qaeda.


En total han muerto cerca de un centenar de personas en 11 atentados cometidos durante el mes de Ramadán, la festividad por antonomasia en el mundo musulmán. Quetta, capital de la provincia occidental de Baluchistán, ha sido la ciudad más castigada por esta oleada terrorista. El martes, 11 personas murieron a tiros a manos de un militante separatista en un autobús. La provincia paquistaní de Baluchistán forma parte geográficamente de la histórica región de Beluchistán, repartida hoy entre Pakistán, Irán, India y Afganistán.

El jueves, una treintena de personas murieron en un atentado suicida en un cementerio también en Quetta. La mayoría de las víctimas eran policías que asistían al entierro de un colega asesinado horas antes. El atentado fue reivindicado por los talibanes de Pakistán, que aseguraron que seguirán matando oficiales de policía, según los medios locales.

Finalmente, este viernes, un grupo de pistoleros mató también en esa ciudad a once fieles que asistían en una mezquita de la minoría chií a las celebraciones por el final del Ramadán. La policía asegura que el objetivo de los terroristas era el antiguo ministro de la provincia, Ali Mohhammad Jattack, que estaba asistiendo a la ceremonia religiosa y salió ileso del atentado.

En Baluchistán se conjugan tres de las diversas corrientes terroristas que asolan el conjunto de Pakistán: los talibanes, movimientos separatistas locales y militantes suníes intolerantes con la minoría chií. Pero esas no son las únicas amenazas de violencia. Cerca de la frontera con Afganistán, en la provincia afgana de Nangarhar, una bomba explotó también en un cementerio, matando a 14 mujeres y niños de una misma familia. Y en la también delicada frontera indo-paquistaní, en la llamada línea de control, conocida también como el Muro de Berlín asiático, en la disputada zona de Cachemira, cinco soldados indios fueron asesinados el martes por una veintena de hombres armados.

En principio, el ministro indio de Defensa, A. K. Antony, atribuyó el atentado a "una veintena de terroristas armados junto con personas vestidas con uniformes del ejercitó paquistaní". Luego, en un cambio que algunos atribuyen a presiones por el clima electoral que se vive en la India, Antony atribuyó directamente la matanza a las fuerzas especiales de Pakistán.

Lo último que necesita el primer ministro paquistaní, con las fuerzas de seguridad ocupadas en combatir el terrorismo talibán, el de Al Qaeda, el de grupos separatistas y el del sectarismo religioso, es que vuelva a encenderse el siempre latente conflicto con el vecino y gigante indio cuando la clase política y el pueblo paquistaní esperan desde hace semanas su anunciada nueva estrategia antiterrorista.

Nawaz Sharif, que el 5 de junio volvió por cuarta vez al poder al frente de la Liga Musulmana Paquistaní (PML) tras ganar las elecciones del 11 de mayo, prometió presentar esa estrategia cuanto antes, sobre todo a la luz de las esperanzas suscitadas por las expectativas de diálogo que se han generado en torno a los talibanes afganos. Algunos críticos atribuyen a ese retraso el incremento del terrorismo en las últimas semanas, aunque en Pakistán hace muchos años que no faltan atentados.

Presionado por la matanza de policías en Quetta, Sharif se reunió el jueves con el ministro del Interior, Chaudhary Nisar Ali Khan, y le urgió a presentar el próximo martes, 13 de agosto, un primer borrador de la estrategia antiterrorista.

La alerta que vive Pakistán por esta ola de atentados parece estar detrás de la decisión de Estados Unidos de desalojar su consulado en Lahore y trasladar a todo el personal no esencial a la embajada en Islamabad, capital política del país. Aunque en la provincia del Punjab ha aumentado la violencia terrorista en los últimos tres años y Lahore, su capital, sufrió en julio un gran atentado que mató a medio centenar de personas en una calle de comida popular, está lejos de ser uno de los puntos más calientes del país.

Washington ha desvinculado esa decisión concreta del cierre de otras 19 delegaciones en diversos países ante la posibilidad de un atentado de Al Qaeda. Pero el Departamento de Estado se ha referido a "amenazas específicas al consulado en Lahore" y al mismo tiempo ha recomendado a los ciudadanos estadounidenses que se abstengan de viajar a Pakistán debido al aumento de la violencia en el país. "La presencia de varios grupos terroristas extranjeros y locales supone un peligro potencial para los ciudadanos de Estados Unidos en todo Pakistán", ha advertido el Gobierno.

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