El silbatazo del Tata

Martino hace ajustes y establece criterios para devolver al Barça a las esencias perdidas en 2012, y evoca el liderazgo de Pep, perdido por culpa de la enfermedad de Vilanova

Luis Martín
Kuala Lumpur, El País
El Tata toca el pito y el balón deja de correr en el entrenamiento. El Tata manda y se junta el equipo a su voz. Tiene carácter y transmite mensajes, corrige y ordena. Nada le ha sorprendido más que la disponibilidad de sus jugadores para correr a través de la pelota, la satisfacción por tocar la bola y la precisión en el pase. Aparece el esférico y no pesan las piernas. Ya le avisó el maestro, Paco Seirulo: se trata de engañarles. Y con el entrenamiento en stand by, el Tata corrige, vehemente. Es cercano, gesticula, lanza mensajes cortos y llega. “Es un líder”, dice Xavi.


Recuerda a Pep y recuerda a Luis. Se hubiera parecido a Tito, si Vilanova hubiera podido estar, claro. Pero ese melón se quedó por abrir porque desgraciadamente, nunca estuvo. “Lo hablé con él, el jefe es el jefe y no pudo estar”, reconoció Mascherano, otro jefe.

A Martino se le ve activo en los entrenamientos y en los partidos, en los pasillos y en los vuelos. Ha hablado personalmente con casi todos los jugadores de la plantilla, especialmente con los veteranos, consciente de que no hay tiempo que perder. Habla poco y es conciso para que el mensaje llega al jugador. Él lo fue y sabe que no valen milongas. Lleno de fútbol, lleno de ideas que hablan de la necesidad de volver al punto de partida, a tener el balón, a salir jugando, a tocar rápido y llegar antes de que se arme la defensa rival, de recuperar la pelota cuanto más cerca del área rival. Valores y estigmas del juego que se perdieron por las circunstancias y la falta de liderazgo desde el banquillo, por la orfandad que sintió el grupo.

“Queremos volver a ser lo que éramos”, aseguran en el grupo. Dicen que fue heroica la gestión de Roura, que ahora recoge conos con la dignidad del que ha crecido entregado al barcelonismo, con la honradez del que sabe que es víctima de una situación incómoda, del que se entrega al servicio de una causa que ahora implica dar apoyo al sustituto del amigo enfermo.

“Volver a ser lo que fuimos”, repiten en el grupo. O sea, lo que se llevó el mal viento de un cáncer, del trabajo que no se pudo hacer pese a la voluntad de los que lo intentaron, porque no es lo mismo tener al jefe a pie de campo que en un hospital de Nueva York. Lo del año pasado fue un milagro, lo de esta temporada, un trabajo contra reloj. Martino ha vivido la gira por Asia, en reuniones sobre el campo, a toque de silbato, pero también cara a cara. Y los jugadores le entienden, en todo momento. El Tata es el Tata, personal, rosarino, con el revólver lleno de muescas y las botas cargadas de barro. “Los futbolistas lo notan, habla su idioma”, aseguran en el staff. Y, viniendo de donde se viene, se agradece.

En mayo, cuando se sopesó la posibilidad de que Vilanova pidiera tregua, el cónclave deportivo del Barcelona aportó nombres. Se miró en casa, a Eusebio, como primero o como segundo de Valverde o Luis Enrique, y se miró fuera. Y fuera, apareció Vilas Boas, y apareció el nombre de Martino porque lo puso Rosell encima de la mesa. Le conocía de su paso por Brasil en Nike, que le dejó cosas malas —problemas con la justicia— y también amigos que saben de fútbol y dan consejos. Zubizarreta aparcó la lista cuando los médicos y Tito le dijeron que todo estaba bien, que podía tirar del carro, pero la recuperó cuando giró el huracán y se llevó por delante la posibilidad de que fuera Tito, con la pretemporada en marcha. En esas, Zubi busco argumentos para decidirse sin margen de error, navegando contra la tormenta y se aferró a lo que pudo. Incluso apareció Bielsa, ese al que tanto se parece Martino en el trabajo diario para dar consejo. Y se apostó por Martino. Puede que a Leo no le preguntara nadie, pero parece evidente que lo hicieron con Jorge, el padre, no fuera ser que tuviera alguna cuita callejera pendiente, siendo de rosario los dos.

Soy optimista con lo que veo”, aseguró el entrenador, tras el amistoso en Malasia

“Le vi una vez en mi vida”, asegura el Tata. Si Jorge dio el ok, del resto de la investigación se encargó Zubi. Hoy por hoy, en Malasia, se da por hecho que acertó, más allá de lo que diga el juego ante rivales menores en los dos amistosos que ha jugado el Barça en Asia. El primero, contra la selección de Tailandia (1-7), y el segundo ayer, frente a un combinado de la Liga de Malasia (1-3).

El Barcelona se impuso sin agobios con goles de Cesc, Neymar y Piqué. Desde el banquillo, con una sobrecarga, lo vio Messi, que debió pensar que se había librado de una buena. Porque sus compañeros no sufrieron futbolísticamente pero los calentaron a golpes. Hubo plantillazos, patadas, aspavientos y tanganas. Fue, en sentido literal, una paliza. Colofón natural para una gira extraña. Viajar a las antípodas para exhibirse entre amigos que se vuelven belicosos y acaban por transformar una velada de entretenimiento en una demostración de ferocidad malaya. Cesc debió retirarse con un esguince en el tobillo derecho. Se perderá el amistoso de España en Ecuador.

El Tata asistió impasible a la refriega, como si esos años que pasó en Paraguay, rodeado de futbolistas aguerridos, le hubieran hecho insensible a ciertas demostraciones de hombría. “Soy optimista con lo que veo”, dijo, tras el partido, en referencia a la asimilación de ideas que observa en el equipo.

“Los jugadores están encantados" dicen en la directiva. “Tardé cinco minutos en entender que hablaba nuestro idioma, que conocía nuestra idiosincrasia, que sabía dónde venía”, asegura Bartomeu, el vicepresidente deportivo del club, que está cada vez más lleno de argumentos para justificar la apuesta, ahora que le ha visto en faena. Los jugadores, que le esperaban y le analizan, por eso son futbolistas, se miraron unos a otros y se convencieron de que el tipo sabe de qué va el tema. Martino no tiene motivos para hacer pruebas con gaseosa, así que tira de los veteranos mientras espera que los jóvenes le den razones para apostar por ellos. Por eso renuncia a fichar cualquier cosa para reforzar el eje de la defensa y parece convencido de que es mejor esperar a Puyol mientras apuesta por Mascherano o le da confianza a Bartra y prueba a Bagnagk, un juvenil. Todo sensato, todo coherente, todo lleno de fútbol, con acento argentino. Se adapta mientras busca automatismos en los entrenos, en la presión, en el juego directo, en la intensidad perdida de un equipo que ha recuperado, a golpe de pito, al jefe que se llevó por delante una desgracia. Todo eso ganó el Barça en Asia. Y no es poco.

Martino actuó con la misma sensatez de viejo jugador que caracteriza al seleccionador Vicente del Bosque a la hora de administrar los esfuerzos de su gente. El técnico salmantino dejó fuera a Xavi, Busquets y Piqué de la convocatoria para viajar el lunes a Ecuador a disputar un amistoso. “Convinimos que es mejor hacer una buena pretemporada que ir al amistoso con Ecuador”, admitió Xavi.

Martino reservó a Messi. El goleador argentino, con “molestias”, según deslizaron los médicos, no jugó ni un minuto. Debía afrontar 16 horas de viaje, de Malasia a Barcelona y del Prat a Italia, en apenas un día, y le dieron descanso. Suena a sensatez, a vieja escuela, a sabio de Hortaleza, de Santpedor, de Bellacaire de l'Empordà o de Rosario. Muy del Tata. El Barcelona lo celebra. Manda Martino a golpe de pito, con su camisa beige y sus pantalones marrones, de pie delante del banquillo, como ayer en el estadio Shah Shalam de Kuala Lumpur.

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