A River otra vez le faltó el gol

Por Daniel Avellaneda
En Mendoza, igualó 0-0 ante Godoy Cruz. Al equipo de Ramón Díaz le faltó peso en ataque y por momentos la pasó mal, pero lo salvó Barovero. También Carranza fue clave para mantener su valla invicta en el local.


No hace falta acudir al boca de urna. River es candidato por el propio peso de su historia. Pero si enfoca su mirada hacia octubre, cuando el torneo empieza a marcar el rumbo de aquellos que pelearán hasta el final, los síntomas de estas primarias tres fechas no son positivos. Tal vez sea un espejo de la realidad nacional. Porque sus referentes no logran cambiar la imagen. No se engancha Fabbro, no rinde Lanzini y espera que la salvación sea Teo. Y quizá aporte goles el colombiano. Pero, a esta altura, es preocupante el nivel del juego. Entonces, depende de los manotazos de su arquero Barovero y los anticipos de Jonatan Maidana.

River tiene un gran déficit. Cuando Cristian Ledesma no participa del circuito, sufre la abstinencia de la elaboración. No tiene el primer pase, no hay luz más allá de la mitad de la cancha. Y el Lobo la tocó poco y nada. Sin la compañía de otro volante central, al margen de que Osmar Ferreyra se cerró para colaborar en la recuperación, el volante más apto para la gestión del juego no encontró la pelota. Para colmo Lanzini, cuya mayor virtud está en los últimos metros, retrocedió demasiado. Hasta que entendió que el mejor socio para su pie derecho era Carlos Carbonero. Sin embargo, el colombiano chapoteó en sus lagunas. Apareció en cuentagotas. Cuando lo hizo, River generó riesgo. De su pie derecho llegó ese centro que Gio Simeone desperdició frente a Jorge Carranza, de notables reflejos.

Fue la más clara de River, que terminó mucho mejor de lo que empezó el partido. Porque Godoy Cruz presionó con intensidad a su ilustre rival. Le quitó la pelota, se hizo fuerte en la tenencia y complicó, especialmente, a espalda de Ferreyra y Vangioni. Por ese sector se filtraban San Román y Castellani. También, Facundo Castillón, el delantero más peligroso, volcándose por ambos costados. De dos desbordes suyos pudo marcar la apertura el equipo mendocino, pero ninguno de sus compañeros la pudo empujar. Barovero le tapó un remate cruzado. El arquero, además, respondió ante Lértora, un volante de buen pie que llegó al área a pura gambeta.

La pasó mal River en el primer tiempo, más allá de esa jugada que casi termina con el gol del hijo del Cholo o aquella en la que Echenique hizo la vista gorda ante un grosero empujón de Lértora a Carbonero en el último instante de la etapa inicial. Mereció algo más que ese cero con el que Godoy Cruz viajó al vestuario. Pero dejó pasar su instante. Y aunque pudo marcar con ese centro pasado de Castellani que Castro no pudo cabecear ante una salida en falso de Barovero, se desinfló. Y le permitió acomodarse a River, que de todos modos no tuvo peso en el área. Porque a pesar de que Ramón prescindió del Malevo y liberó a Leonel Vangioni, su equipo volcó el juego por la derecha, donde Leonardo Ponzio se despegó del lateral. Pero Fabbro siguió impreciso, lento, Lanzini recién en el último cuarto de hora se estacionó cerca del área y Carbonero desapareció definitivamente, más allá de ese rebote de Leandro Grimi que encontró en el área y remató desviado.

Ramón apostó a otro pibe, Kaprof, pero eligió reemplazar a Simeone. ¿No hubiera sido más acertado jugar con dos puntas y sacar a Fabbro? A Teo, con toda su experiencia y capacidad a cuestas, también le hubiera costado encontrar una pelota en el área. Porque River no tuvo precisión y se disolvió en las inmediaciones de Carranza. Así, por más que Ramón haga campaña de los buenos pies de sus jugadores, será difícil quedarse con el poder que seduce a cualquier entrenador, ser campeón.

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