Tragedia en España: “¿Cómo quiere que me calme? Con lo que he provocado, prefiero morir”
El maquinista se sinceró ante el comisario jefe de la Brigada Judicial de A Coruña
Descartó que la catástrofe hubiera sido causada por un atentado o sabotaje
José Antonio Hernández
Madrid, El País
El contenido del atestado policial y del sumario del accidente del tren de Santiago, al que ha tenido acceso EL PAÍS, reconstruye los trágicos momentos que se vivieron en el lugar del siniestro. Y muestra a un maquinista, Francisco José Garzón Amo, destrozado. El comisario jefe de la Brigada Judicial de A Coruña fue de los primeros en hablar con Garzón. En ese momento ardían dos de los vagones y uno de ellos se había elevado “seis o siete metros por encima de la vía”. El comisario ordenó instalar un puesto de mando desde el que coordinar los servicios y evitar el caos. En ello estaba cuando se le acercó un antidisturbios con otra persona. “Es el maquinista del tren accidentado”, comentó el agente. El comisario cuenta: “Al ver que tenía una herida en la cara, le invité a sentarse en un banco del puesto de mando”. El comisario le preguntó por su salud. “Estoy herido leve. Pero yo no soy lo importante, lo importante son los pasajeros”, le respondió Garzón. Y este añadió en tres ocasiones: “La he jodido”. El comisario entonces le inquirió: “¿Qué ha ocurrido?” Y Garzón respondió. “Pues que circulaba a 190 kilómetros por hora”.
El maquinista, inquieto, le preguntó al mando policial: “¿Ha muerto alguien”. El comisario prefirió ocultarle la verdad, al ver sus heridas y su nerviosismo: “No se preocupe ahora de eso”. “¿Pero cómo quiere que me calme? Con lo que he provocado, prefiero morirme”. Lo repitió en cuatro ocasiones. Poco después, los servicios de emergencia se lo llevaron. El comisario ordenó “que fuera acompañado” por policías para “preservar sus seguridad y ulteriores indagaciones”.
Diálogo con dos policías. Antes de hablar con el comisario, Garzón dialogó con varios agentes que le ayudaron a salir de la cabina. Uno de los policías que acompañó a Garzón al hospital le preguntó si accedía voluntariamente a extraerse una muestra de sangre, para descartar algún tipo de bebida alcohólica. Garzón, según este agente, dijo que no había bebido, y que no tenía ningún problema en someterse a la analítica. Quedó ingresado en la habitación 301 del Hospital Clínico. Presentaba varias heridas: fractura de varias costillas y neumotórax.
Un pasajero: “No noté nada raro”. Alfonso Manuel Lecandatiene 33 años y viajaba en el asiento 9º del vagón número 5. Era la primera vez que iba en un tren de alta velocidad. “Durante el trayecto no noté nada, hasta que en un momento dado se produjo una inclinación del tren”. Salió del tren por una ventanilla. Y más tarde se le acercó una persona que decía ser el maquinista. Sangraba por la cabeza. Se arrodilló y dijo: “Soy el maquinista. Yo tenía que haberme quedado ahí debajo”.
El estruendo. Evaristo Iglesias trabajaba en un campo cercano cuando oyó un estruendo. Era el impacto del tren. Se acercó corriendo para ayudar. Al llegar a la locomotora, vio al maquinista con varios policías. Cuando lo trasladaban hasta el hospital de campaña, le oyó decir: “Me quiero morir, me quiero morir, no quiero ver esto. Hubiera sido mejor que hubiera muerto yo antes de ver esto”.
Trayecto normal. Juan José Diz era la primera vez que montaba en un tren así. “Nada me llamó la atención en el trayecto, hasta que en un momento determinado mi cuerpo se desplazaba más de lo normal hacia un lado, y fui consciente de que el vehículo llevaba más velocidad de lo normal para estar en una curva. Noté un pequeño salto, que asocié a que la rueda del tren se había salido de la vía. Al ver que el vagón empezaba a volcar, me protegí la cabeza con un brazo y con el otro me agarré al asiento delantero. Tras el golpe, me quedé muy aturdido y dolorido. Salí por la parte trasera del vagón”.
También viajaba en el tren Anxo Núñez con su novia. Iba desde Madrid a Santiago, en el coche número 7. “Durante el trayecto, el único detalle anormal fue que durante la proyección de las películas funcionaban de forma irregular. La película se reiniciaba a los pocos minutos de haber empezado. Así ocurrió con cada película tres o cuatro veces. Antes del accidente, noté que el tren se tambaleó. Una persona se movió y de repente llegó el gran impacto”.
El interventor. Antonio Martín Marugán, interventor de Renfe, señaló que iba en el tren Alvia Madrid-Ferrol. En el accidente sufrió heridas leves. Señaló que en la estación de Ourense el tren cambió de conductor y se puso al frente Francisco José Garzón. La tripulación, dijo, la componían “el maquinista, los camareros, el compareciente y un vigilante de seguridad (este ocasional, porque venía de coger otro tren para volver a Ourense)”. Martín dijo que conocía desde hace años al maquinista. Añadió que ese día habló con él en una ocasión, cuando se subió al tren en Ourense, y que fue porque “tienen obligación de comunicarse por protocolo para darse novedades, y que no le señaló ninguna”. Durante el trayecto no entró en la cabina. La policía le preguntó al interventor si notó en algún momento un exceso de velocidad. “No, ya que se trata de una vía nueva y de alta velocidad y no hay sensaciones de velocidad”.
¿Cómo fue el accidente?, le preguntaron los agentes. “Yo iba en el vagón 3, asiento 2b, acompañado del vigilante de seguridad llamado Celso. Me puse de pie porque ya quedaba poco para llegar a Santiago, y caí a la derecha repentinamente. Cuando el tren se paró, todo estaba deshecho, y busqué luz para salir, lo que conseguí entre los coches 2 y 3. Luego intenté ayudar al resto de personas. Rompí ventanas con un pico que no sé si era de un bombero o de un vecino del lugar”.
El vigilante de seguridad. El testimonio de Celso Castor González, de Prosegur, que es la encargada de vigilar la seguridad de Renfe/Adif, es el siguiente: “El día 24 inicié mi servicio en la estación de Ourense. Sobre las 20.40, el convoy, tras la salida de un túnel, ya cerca de Santiago, descarriló”.
¿Conocía al maquinista? “Sí, de forma profesional. He coincido con él en varias ocasiones. Yo iba en el vagón número 3. Desde el lugar donde me encontraba, se podía ver el exterior, a través de una ventanilla. A la salida del túnel aprecié que la velocidad era más elevada que en otras ocasiones. Todo fue muy rápido. Tras el accidente hablé con el maquinista. Coincidí con él en las vías. Y me preguntó por el estado del interventor y del otro maquinista que iba en el tren”.
“Ya lo tengo denunciado”. Julio Santiso Rielo, de 34 años, vecino de Angrois, relata que estaba en su casa y oyó el estruendo del descarrilamiento. Acompañó al maquinista Garzón hasta el primer puesto de socorro. Declara que mientras caminaban, Garzón iba diciendo frases como: “Esto ya lo tengo yo denunciado. No se puede circular por esta vía a esta velocidad sin un protocolo”, “si pillo al de seguridad, lo mato”, “no quiero ver esto”, “cuánta gente muerta... ¿por qué no habré muerto yo?”.
Ni sabotaje ni atentado. Dos policías, con carnés profesionales 88075 y 80398, trasladaron a Garzón al Hospital Clínico inmediatamente después del accidente. Durante el trayecto, el maquinista les comentó que “la vía donde se produjo el siniestro está habilitada para circular a 200 kilómetros por hora, si bien es de elección del conductor reducir la velocidad en ese punto, al circular por una vía libre, sin señal que limite o indique que ha de reducir la velocidad, indicando que pudo haberse despistado, circulando a velocidad excesiva”. Durante el camino al hospital, Garzón aseguró a los agentes que lo ocurrido “no había sido causado por un atentado o un sabotaje”, a la vez que se lamentaba continuamente: “Si me muriera yo... ¡Qué desgracia! ¿Qué acabo de hacer?”.
Descartó que la catástrofe hubiera sido causada por un atentado o sabotaje
José Antonio Hernández
Madrid, El País
El contenido del atestado policial y del sumario del accidente del tren de Santiago, al que ha tenido acceso EL PAÍS, reconstruye los trágicos momentos que se vivieron en el lugar del siniestro. Y muestra a un maquinista, Francisco José Garzón Amo, destrozado. El comisario jefe de la Brigada Judicial de A Coruña fue de los primeros en hablar con Garzón. En ese momento ardían dos de los vagones y uno de ellos se había elevado “seis o siete metros por encima de la vía”. El comisario ordenó instalar un puesto de mando desde el que coordinar los servicios y evitar el caos. En ello estaba cuando se le acercó un antidisturbios con otra persona. “Es el maquinista del tren accidentado”, comentó el agente. El comisario cuenta: “Al ver que tenía una herida en la cara, le invité a sentarse en un banco del puesto de mando”. El comisario le preguntó por su salud. “Estoy herido leve. Pero yo no soy lo importante, lo importante son los pasajeros”, le respondió Garzón. Y este añadió en tres ocasiones: “La he jodido”. El comisario entonces le inquirió: “¿Qué ha ocurrido?” Y Garzón respondió. “Pues que circulaba a 190 kilómetros por hora”.
El maquinista, inquieto, le preguntó al mando policial: “¿Ha muerto alguien”. El comisario prefirió ocultarle la verdad, al ver sus heridas y su nerviosismo: “No se preocupe ahora de eso”. “¿Pero cómo quiere que me calme? Con lo que he provocado, prefiero morirme”. Lo repitió en cuatro ocasiones. Poco después, los servicios de emergencia se lo llevaron. El comisario ordenó “que fuera acompañado” por policías para “preservar sus seguridad y ulteriores indagaciones”.
Diálogo con dos policías. Antes de hablar con el comisario, Garzón dialogó con varios agentes que le ayudaron a salir de la cabina. Uno de los policías que acompañó a Garzón al hospital le preguntó si accedía voluntariamente a extraerse una muestra de sangre, para descartar algún tipo de bebida alcohólica. Garzón, según este agente, dijo que no había bebido, y que no tenía ningún problema en someterse a la analítica. Quedó ingresado en la habitación 301 del Hospital Clínico. Presentaba varias heridas: fractura de varias costillas y neumotórax.
Un pasajero: “No noté nada raro”. Alfonso Manuel Lecandatiene 33 años y viajaba en el asiento 9º del vagón número 5. Era la primera vez que iba en un tren de alta velocidad. “Durante el trayecto no noté nada, hasta que en un momento dado se produjo una inclinación del tren”. Salió del tren por una ventanilla. Y más tarde se le acercó una persona que decía ser el maquinista. Sangraba por la cabeza. Se arrodilló y dijo: “Soy el maquinista. Yo tenía que haberme quedado ahí debajo”.
El estruendo. Evaristo Iglesias trabajaba en un campo cercano cuando oyó un estruendo. Era el impacto del tren. Se acercó corriendo para ayudar. Al llegar a la locomotora, vio al maquinista con varios policías. Cuando lo trasladaban hasta el hospital de campaña, le oyó decir: “Me quiero morir, me quiero morir, no quiero ver esto. Hubiera sido mejor que hubiera muerto yo antes de ver esto”.
Trayecto normal. Juan José Diz era la primera vez que montaba en un tren así. “Nada me llamó la atención en el trayecto, hasta que en un momento determinado mi cuerpo se desplazaba más de lo normal hacia un lado, y fui consciente de que el vehículo llevaba más velocidad de lo normal para estar en una curva. Noté un pequeño salto, que asocié a que la rueda del tren se había salido de la vía. Al ver que el vagón empezaba a volcar, me protegí la cabeza con un brazo y con el otro me agarré al asiento delantero. Tras el golpe, me quedé muy aturdido y dolorido. Salí por la parte trasera del vagón”.
También viajaba en el tren Anxo Núñez con su novia. Iba desde Madrid a Santiago, en el coche número 7. “Durante el trayecto, el único detalle anormal fue que durante la proyección de las películas funcionaban de forma irregular. La película se reiniciaba a los pocos minutos de haber empezado. Así ocurrió con cada película tres o cuatro veces. Antes del accidente, noté que el tren se tambaleó. Una persona se movió y de repente llegó el gran impacto”.
El interventor. Antonio Martín Marugán, interventor de Renfe, señaló que iba en el tren Alvia Madrid-Ferrol. En el accidente sufrió heridas leves. Señaló que en la estación de Ourense el tren cambió de conductor y se puso al frente Francisco José Garzón. La tripulación, dijo, la componían “el maquinista, los camareros, el compareciente y un vigilante de seguridad (este ocasional, porque venía de coger otro tren para volver a Ourense)”. Martín dijo que conocía desde hace años al maquinista. Añadió que ese día habló con él en una ocasión, cuando se subió al tren en Ourense, y que fue porque “tienen obligación de comunicarse por protocolo para darse novedades, y que no le señaló ninguna”. Durante el trayecto no entró en la cabina. La policía le preguntó al interventor si notó en algún momento un exceso de velocidad. “No, ya que se trata de una vía nueva y de alta velocidad y no hay sensaciones de velocidad”.
¿Cómo fue el accidente?, le preguntaron los agentes. “Yo iba en el vagón 3, asiento 2b, acompañado del vigilante de seguridad llamado Celso. Me puse de pie porque ya quedaba poco para llegar a Santiago, y caí a la derecha repentinamente. Cuando el tren se paró, todo estaba deshecho, y busqué luz para salir, lo que conseguí entre los coches 2 y 3. Luego intenté ayudar al resto de personas. Rompí ventanas con un pico que no sé si era de un bombero o de un vecino del lugar”.
El vigilante de seguridad. El testimonio de Celso Castor González, de Prosegur, que es la encargada de vigilar la seguridad de Renfe/Adif, es el siguiente: “El día 24 inicié mi servicio en la estación de Ourense. Sobre las 20.40, el convoy, tras la salida de un túnel, ya cerca de Santiago, descarriló”.
¿Conocía al maquinista? “Sí, de forma profesional. He coincido con él en varias ocasiones. Yo iba en el vagón número 3. Desde el lugar donde me encontraba, se podía ver el exterior, a través de una ventanilla. A la salida del túnel aprecié que la velocidad era más elevada que en otras ocasiones. Todo fue muy rápido. Tras el accidente hablé con el maquinista. Coincidí con él en las vías. Y me preguntó por el estado del interventor y del otro maquinista que iba en el tren”.
“Ya lo tengo denunciado”. Julio Santiso Rielo, de 34 años, vecino de Angrois, relata que estaba en su casa y oyó el estruendo del descarrilamiento. Acompañó al maquinista Garzón hasta el primer puesto de socorro. Declara que mientras caminaban, Garzón iba diciendo frases como: “Esto ya lo tengo yo denunciado. No se puede circular por esta vía a esta velocidad sin un protocolo”, “si pillo al de seguridad, lo mato”, “no quiero ver esto”, “cuánta gente muerta... ¿por qué no habré muerto yo?”.
Ni sabotaje ni atentado. Dos policías, con carnés profesionales 88075 y 80398, trasladaron a Garzón al Hospital Clínico inmediatamente después del accidente. Durante el trayecto, el maquinista les comentó que “la vía donde se produjo el siniestro está habilitada para circular a 200 kilómetros por hora, si bien es de elección del conductor reducir la velocidad en ese punto, al circular por una vía libre, sin señal que limite o indique que ha de reducir la velocidad, indicando que pudo haberse despistado, circulando a velocidad excesiva”. Durante el camino al hospital, Garzón aseguró a los agentes que lo ocurrido “no había sido causado por un atentado o un sabotaje”, a la vez que se lamentaba continuamente: “Si me muriera yo... ¡Qué desgracia! ¿Qué acabo de hacer?”.