Tour de Francia

Sólo hubo pelea en el último kilómetro de ascensión del Croix Fry. El líder resistió los ataques de Quintana y Purito. Dani Navarro subió al octavo puesto de la general.


París, As
En el ciclismo, quizá más que en ningún otro deporte (no hay otro que alargue la competición hasta tres semanas) hay un eximente que condiciona cualquier análisis: el agotamiento. No se puede exigir combatividad a un ciclista agotado, ni valentía, ni sentido de la estrategia. Un ciclista sin fuerzas se pone como único objetivo sobrevivir, que pasen los kilómetros y que mañana salga el sol. En parecida situación se encuentran los primeros corredores de la general, los que más energías han gastado. Es posible que Froome no tuviera ayer su mejor día. Pero es seguro que tampoco lo tenían Contador, Quintana o Purito. Por esa razón, lo que imaginamos como una encarnizada batalla, la enésima, se quedó en un pellizco de monja, un acelerón en el último kilómetro de la Croix de Fry, un gasto ajustadísimo de las pocas fuerzas de cada cual.


No sucedió apenas nada. Purito, Contador, Quintana y Froome tomaron unos metros de ventaja y alcanzaron a Valverde, que había demarrado poco antes. Ni la lluvia sirvió de estímulo para los más bravos cuando tocó bajar el puerto. En este caso tampoco hay reproches que hacer: hasta para jugarse el pescuezo se precisa cierta claridad mental y agilidad de piernas.

La rendición no es total (sólo casi) porque este sábado se afronta otra etapa imponente, con final en alto, y avivada por el escaso kilometraje (125 km). De los cinco primeros, Purito es quien tiene menos motivos para conformarse, ya que se encuentra a 26 segundos del podio de Quintana y a 47 del segundo puesto de Contador. Al colombiano le queda el premio de una etapa y al Saxo el sueño de meter tercero a Kreuziger, a 12s de Nairo. Lástima aquel abanico de Saint-Amand-Montrond: sin él, Valverde estaría nueve segundos por delante de Contador.

Como pueden observar, el menú es absolutamente vegetariano, a no ser que el revuelo descubra una debilidad del líder, una flaqueza sobre la campana que yo, iluso de vocación, no descarto todavía. Ya no digo sorpresa, digo emoción.

Para ello habrá que recuperar ánimo y algo de frescura. Ayer los favoritos corrieron a la defensiva y hasta Contador lo hizo por primera vez. Con una fuga de hasta 40 ciclistas por delante, el Saxo trabajó con el único objetivo de defender la general por equipos (lo logró por 3:39). No es extraño: Alberto, de pronto, se siente apuntado por los cañones de Froome, Quintana y Purito.

Por delante, la escapada fue una tortura de la que sólo sacó premio Rui Costa, purasangre portugués de 26 años. El ciclista de Povoa de Varzim sumó su segunda etapa en la edición centenaria, doblete del Movistar. Como siempre en estos casos (extraordinarios), resulta inevitable pensar hasta dónde llegaría Rui Costa (ganador de dos Vueltas a Suiza) si peleara por la general del Tour. Lejos, probablemente.

Rolland, héroe sin beso, fue atrapado en el último puerto después de trepar medio mundo en solitario. Al menos, le queda el consuelo de colocarse a un punto de Froome en la lucha por el reinado de la montaña. Ya ven. Del objetivo mayor hemos pasado al propósito menor: por favor, que alguien le quite algo al líder, aunque sea un poco de aliento.

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