Medio siglo de la cartilla de racionamiento en Cuba
La Habana, EP
La cartilla de racionamiento cumple en Cuba medio siglo de vida en medio de las reformas del presidente cubano, Raúl Castro, por liberalizar la economía y permitir una mayor iniciativa privada con el objetivo de reducir la presencia del Estado en la economía.
El expresidente Fidel Castro impuso la cartilla en julio de 1963 para luchar contra la escasez de alimentos tras la imposición del bloqueo por parte de Estados Unidos. Esta cartilla ha garantizado a los cubanos una cantidad fija al mes de arroz, frijoles, café, huevos, azúcar y aceite.
"Fue una necesidad del país y hay que mantenerla hasta que hayan condiciones para liberarla, hasta que hayan productos suficientes para liberarla", dijo Pedro Ruiz, un anciano que trabaja como vigilante nocturno.
"Por lo menos garantiza lo elemental (...) el pan va para la casa, las cosas más o menos necesarias van para la casa, no es lo que uno quisiera, pero bueno, es la necesidad que tenemos", ha añadido. Sin embargo, Raúl, que asumió el poder en 2008, ha ido reduciendo los subsidios --en productos como detergentes-- para liberalizar el mercado.
Según fuentes del Gobierno, este método de distribución de alimentos cuesta al Estado unos 25.000 millones de pesos al año (720 millones de euros), de los cuales la población paga el 12,3 por ciento. El Gobierno ha asegurado que permitir mayor capital privado no supondrá que las personas dejen de recibir ayudas.
"La libreta es necesaria porque asegura al mes un poco de arroz, huevos, azúcar, leche a los enfermos. No alcanza, pero al menos alivia y el resto hay que buscarlo por fuera", ha explicado a Reuters Ignacio Lima, empleado de un punto de distribución de alimentos en La Habana.
Verena Rodríguez, de 72 años, asegura que la canasta básica es vital. "Si no comemos unos y otros no el que tiene dinero lo compra todo, pero el que no tiene no compra", ha explicado aludiendo a que con unos 10 pesos cubanos o 50 céntimos de euro, puede comprar al menos pocas cantidades de frijoles, arroz, aceite y azúcar.
La cartilla de racionamiento cumple en Cuba medio siglo de vida en medio de las reformas del presidente cubano, Raúl Castro, por liberalizar la economía y permitir una mayor iniciativa privada con el objetivo de reducir la presencia del Estado en la economía.
El expresidente Fidel Castro impuso la cartilla en julio de 1963 para luchar contra la escasez de alimentos tras la imposición del bloqueo por parte de Estados Unidos. Esta cartilla ha garantizado a los cubanos una cantidad fija al mes de arroz, frijoles, café, huevos, azúcar y aceite.
"Fue una necesidad del país y hay que mantenerla hasta que hayan condiciones para liberarla, hasta que hayan productos suficientes para liberarla", dijo Pedro Ruiz, un anciano que trabaja como vigilante nocturno.
"Por lo menos garantiza lo elemental (...) el pan va para la casa, las cosas más o menos necesarias van para la casa, no es lo que uno quisiera, pero bueno, es la necesidad que tenemos", ha añadido. Sin embargo, Raúl, que asumió el poder en 2008, ha ido reduciendo los subsidios --en productos como detergentes-- para liberalizar el mercado.
Según fuentes del Gobierno, este método de distribución de alimentos cuesta al Estado unos 25.000 millones de pesos al año (720 millones de euros), de los cuales la población paga el 12,3 por ciento. El Gobierno ha asegurado que permitir mayor capital privado no supondrá que las personas dejen de recibir ayudas.
"La libreta es necesaria porque asegura al mes un poco de arroz, huevos, azúcar, leche a los enfermos. No alcanza, pero al menos alivia y el resto hay que buscarlo por fuera", ha explicado a Reuters Ignacio Lima, empleado de un punto de distribución de alimentos en La Habana.
Verena Rodríguez, de 72 años, asegura que la canasta básica es vital. "Si no comemos unos y otros no el que tiene dinero lo compra todo, pero el que no tiene no compra", ha explicado aludiendo a que con unos 10 pesos cubanos o 50 céntimos de euro, puede comprar al menos pocas cantidades de frijoles, arroz, aceite y azúcar.