La brutal represión inflama Egipto
Decenas de muertos entre los seguidores de Morsi durante una de las jornadas más sangrientas de la transición
La batalla campal se prolonga cinco horas
Ricard González
El Cairo, El País
La capital egipcia ha experimentado este sábado una de las jornadas más sangrientas de su turbulenta transición. Decenas de partidarios del presidente islamista depuesto, Mohamed Morsi, han muerto de madrugada en una durísima batalla contra las fuerzas de seguridad en los alrededores de la mezquita de Rabá al-Audawiya, centro neurálgico de las movilizaciones organizadas por los Hermanos Musulmanes para forzar al ejército a restituir a Morsi en la presidencia del país. Los disturbios ocurrieron tras el ultimátum de 48 horas dado a la Hermandad para que se sumara a su hoja de ruta, y solo unas horas después de que cientos de miles de personas expresaran su apoyo al Ejército en su lucha “contra el terrorismo”.
Las versiones y cifras de las autoridades y de la Hermandad son discordantes. Mientras el ministerio de Sanidad afirmaba que hubo 72 víctimas mortales y 292 heridos, un portavoz de la Hermandad elevaba a 66 el número de personas fallecidas, además de 61 “clínicamente muertas” y 4.500 heridos. Por su parte, fuentes médicas del hospital provisional montado en un edificio adyacente a la mezquita hablaban de más de 130 muertos. De acuerdo con los testimonios de los activistas islamistas, la agresión de la policía se inició sin que mediara provocación alguna. “Anoche había muchísima gente aquí. La multitud llegaba casi hasta la carretera del 6 de octubre. De repente, a la 1.30 de la madrugada, la policía empezó a atacarnos, primero con gases lacrimógenos, y luego con disparos. Fue una auténtica carnicería”, comenta Shakir Mahmud, un barbudo profesor de 36 años de la provincia de Minia, mientras yace en la mezquita con tres balines incrustados en la espalda. La sala principal del recinto está llena de heridos leves. Los pacientes críticos son trasladados a los hospitales de la zona.
“El combate fue muy desigual. Ellos tenían francotiradores apostados en las azoteas de los edificios de la avenida Násser, que disparaban a la cabeza, al cuello o al pecho. Nosotros montamos barricadas y utilizábamos piedras para repeler sus acciones”, asegura Ahmed, un joven desempleado que lleva una camiseta del Partido de la Libertad y la Justicia, brazo político de la Hermandad. Según Ahmed, en la matanza también participaron baltaguiya, como se conoce a los matones a sueldo que solían dispersar brutalmente las manifestaciones en la era Mubarak.
Tras una batalla campal que se alargó más de cinco horas, la amplia avenida Násser, seccionada por al menos una decena de trincheras construidas con adoquines, quedó prácticamente desierta. En el suelo se veían restos de sangre, cristales rotos y carteles de Morsi hechos trizas. El olor a gases lacrimógenos era intenso, solo disimulado por el humo que desprendían los rescoldos de varias fogatas. “Las hicimos para dificultar la visibilidad de los francotiradores”, dijo Ahmed.
La versión de la policía es muy diferente. El ministro del Interior, Mohamed Ibrahim, ha afirmado que los manifestantes iban armados con pistolas de balines y que la policía no utilizó armas de fuego para dispersar a los manifestantes, sino tan solo gases lacrimógenos, y con la finalidad de evitar que cortaran la carretera del 6 de Octubre. Sin embargo, Islam Abdelhali, un médico voluntario del hospital de campaña, ha asegurado que todas las víctimas murieron por el impacto de balas.
“Esperamos que [los manifestantes] entren en razón, y pongan fin a sus protestas para evitar un baño de sangre”, ha declarado Ibrahim, que ha reiterado que los manifestantes serán desalojados de su campamento de Rabá al-Audawiya “pronto y de acuerdo con la ley”. En un polémico comentario, el ministro ha atribuido la alteración del orden experimentado durante las últimas semanas al desmantelamiento de la policía política tras la revolución, y ha anunciado que se volverán a monitorear actividades políticas y religiosas.
Ahmed Aref, un portavoz de la Hermandad, ha denunciado en una rueda de prensa una agresión que calificó de “masacre”. “Condenamos el silencio de los partidos políticos... y la cobertura de los medios públicos y privados que continúan hoy ofreciendo imágenes de las manifestaciones de Tahrir”, ha dicho Aref, que reiteró la voluntad de los líderes de la cofradía de mantener sus movilizaciones a pesar de las amenazas.
La matanza suscitó declaraciones de condena por parte de varios actores políticos dentro y fuera de Egipto. Desde Washington y Bruselas hubo muestras de preocupación por las muertes, y se instó a no utilizar la violencia.
Por otro lado, este sábado se ha sabido que una delegación que incluyó el exvicepresidente del Consejo Nacional de Derechos Humanos consiguió el permiso para realizar una visita al presidente Morsi, que se encuentra detenido e incomunicado. El exrais declinó hablar con la delegación, pero sí lo hizo Refaa al-Tahtawi, uno de sus consejeros. Tras la visita, la delegación explicó que Morsi se encuentra en un buen estado de salud, y que no están siendo sometido a presiones. Se espera que durante las próximas horas sea trasladado a la prisión de Tora, la misma que alberga a Mubarak.
La batalla campal se prolonga cinco horas
Ricard González
El Cairo, El País
La capital egipcia ha experimentado este sábado una de las jornadas más sangrientas de su turbulenta transición. Decenas de partidarios del presidente islamista depuesto, Mohamed Morsi, han muerto de madrugada en una durísima batalla contra las fuerzas de seguridad en los alrededores de la mezquita de Rabá al-Audawiya, centro neurálgico de las movilizaciones organizadas por los Hermanos Musulmanes para forzar al ejército a restituir a Morsi en la presidencia del país. Los disturbios ocurrieron tras el ultimátum de 48 horas dado a la Hermandad para que se sumara a su hoja de ruta, y solo unas horas después de que cientos de miles de personas expresaran su apoyo al Ejército en su lucha “contra el terrorismo”.
Las versiones y cifras de las autoridades y de la Hermandad son discordantes. Mientras el ministerio de Sanidad afirmaba que hubo 72 víctimas mortales y 292 heridos, un portavoz de la Hermandad elevaba a 66 el número de personas fallecidas, además de 61 “clínicamente muertas” y 4.500 heridos. Por su parte, fuentes médicas del hospital provisional montado en un edificio adyacente a la mezquita hablaban de más de 130 muertos. De acuerdo con los testimonios de los activistas islamistas, la agresión de la policía se inició sin que mediara provocación alguna. “Anoche había muchísima gente aquí. La multitud llegaba casi hasta la carretera del 6 de octubre. De repente, a la 1.30 de la madrugada, la policía empezó a atacarnos, primero con gases lacrimógenos, y luego con disparos. Fue una auténtica carnicería”, comenta Shakir Mahmud, un barbudo profesor de 36 años de la provincia de Minia, mientras yace en la mezquita con tres balines incrustados en la espalda. La sala principal del recinto está llena de heridos leves. Los pacientes críticos son trasladados a los hospitales de la zona.
“El combate fue muy desigual. Ellos tenían francotiradores apostados en las azoteas de los edificios de la avenida Násser, que disparaban a la cabeza, al cuello o al pecho. Nosotros montamos barricadas y utilizábamos piedras para repeler sus acciones”, asegura Ahmed, un joven desempleado que lleva una camiseta del Partido de la Libertad y la Justicia, brazo político de la Hermandad. Según Ahmed, en la matanza también participaron baltaguiya, como se conoce a los matones a sueldo que solían dispersar brutalmente las manifestaciones en la era Mubarak.
Tras una batalla campal que se alargó más de cinco horas, la amplia avenida Násser, seccionada por al menos una decena de trincheras construidas con adoquines, quedó prácticamente desierta. En el suelo se veían restos de sangre, cristales rotos y carteles de Morsi hechos trizas. El olor a gases lacrimógenos era intenso, solo disimulado por el humo que desprendían los rescoldos de varias fogatas. “Las hicimos para dificultar la visibilidad de los francotiradores”, dijo Ahmed.
La versión de la policía es muy diferente. El ministro del Interior, Mohamed Ibrahim, ha afirmado que los manifestantes iban armados con pistolas de balines y que la policía no utilizó armas de fuego para dispersar a los manifestantes, sino tan solo gases lacrimógenos, y con la finalidad de evitar que cortaran la carretera del 6 de Octubre. Sin embargo, Islam Abdelhali, un médico voluntario del hospital de campaña, ha asegurado que todas las víctimas murieron por el impacto de balas.
“Esperamos que [los manifestantes] entren en razón, y pongan fin a sus protestas para evitar un baño de sangre”, ha declarado Ibrahim, que ha reiterado que los manifestantes serán desalojados de su campamento de Rabá al-Audawiya “pronto y de acuerdo con la ley”. En un polémico comentario, el ministro ha atribuido la alteración del orden experimentado durante las últimas semanas al desmantelamiento de la policía política tras la revolución, y ha anunciado que se volverán a monitorear actividades políticas y religiosas.
Ahmed Aref, un portavoz de la Hermandad, ha denunciado en una rueda de prensa una agresión que calificó de “masacre”. “Condenamos el silencio de los partidos políticos... y la cobertura de los medios públicos y privados que continúan hoy ofreciendo imágenes de las manifestaciones de Tahrir”, ha dicho Aref, que reiteró la voluntad de los líderes de la cofradía de mantener sus movilizaciones a pesar de las amenazas.
La matanza suscitó declaraciones de condena por parte de varios actores políticos dentro y fuera de Egipto. Desde Washington y Bruselas hubo muestras de preocupación por las muertes, y se instó a no utilizar la violencia.
Por otro lado, este sábado se ha sabido que una delegación que incluyó el exvicepresidente del Consejo Nacional de Derechos Humanos consiguió el permiso para realizar una visita al presidente Morsi, que se encuentra detenido e incomunicado. El exrais declinó hablar con la delegación, pero sí lo hizo Refaa al-Tahtawi, uno de sus consejeros. Tras la visita, la delegación explicó que Morsi se encuentra en un buen estado de salud, y que no están siendo sometido a presiones. Se espera que durante las próximas horas sea trasladado a la prisión de Tora, la misma que alberga a Mubarak.