Hollande recurre al optimismo

El presidente francés asegura que la economía se recupera durante la fiesta nacional. Los sondeos reflejan otra caída de popularidad del jefe del Estado

Miguel Mora
Paris, El País
Hace 30 años, François Mitterrand pronosticó que el presidencialismo a la francesa no tenía futuro. “Yo soy el último de los grandes presidentes”, dijo, “el último en la línea de un De Gaulle. Después de mí… Solo habrá contables”. Tras 14 meses de presidencia marcados por un rigor contable lento y persistente, por una aguda recesión, y por los récords negativos de desempleo e impopularidad, François Hollande sigue intentando desmentir la envenenada frase de su mentor e ídolo político. Y a falta de resultados tangibles, el presidente socialista de Francia opta por seguir mostrándose optimista y aparentemente inasequible al desaliento que afirman padecer una gran mayoría de franceses.


Tras presidir su segundo desfile militar del 14 de Julio, la fiesta nacional que conmemora el aniversario de la toma de la Bastilla en 1789 —y que este año ha servido para celebrar la amistad entre Francia y Malí, cuyas tropas abrieron el desfile por primera vez—, Hollande aseguró en una entrevista televisada desde el jardín del Elíseo que “la recuperación ya esta aquí”, y enfatizó que su política “está dando frutos”.

“Yo lucho, pero lo que no hago es inventarme medidas nuevas cada día”, agregó en evidente referencia a su antecesor, Nicolas Sarkozy. “La política no es magia, sino estrategia, voluntad y coherencia”, continuó, antes de presumir de que su política ha empezado a dar resultados. Los brotes verdes que Hollande divisa en su invernadero, mientras Francia y Europa siguen estancadas y la segunda economía del euro arrastra la losa de cinco millones de parados, son fundamentalmente dos: “La producción industrial está en marcha otra vez, y el consumo muestra una pequeña mejora”.

Por consiguiente, advirtió Hollande a los navegantes del ala izquierda del Partido Socialista, que reclaman menos recortes y ninguna reforma, la línea económica del Gobierno socialista “no va a cambiar”. “Se trata de no matar el crecimiento con un exceso de rigor, de seguir reduciendo el déficit ahorrando todo lo posible en los gastos de la Administración y de no subir más los impuestos salvo que sea indispensable”, explicó el aventajado exalumno de la Escuela Nacional de Administración.

¿Pero piensa subir otra vez los impuestos en 2014?, le preguntaron ante las cámaras de France 2 los periodistas. “Lo menos posible”, replicó Hollande, antes de reiterar una vez más que su “compromiso” es revertir la curva del desempleo antes de que acabe el año, y de admitir que esto solo será posible gracias al programa de 150.000 “contratos de futuro” que lanzará el Gobierno.

Pese a la mirada autocomplaciente, los franceses siguen confiando poco en la capacidad del Gobierno socialista, tan aficionado a ventilar sus disensiones en público, y desconfiando del propio Hollande, que ha pasado de ser investido como el presidente “normal” llamado a cambiar Europa y a calmar y unir a un país al borde del ataque de nervios, a ser visto por sus compatriotas como un tecnócrata sin ideología que se pasa la vida encerrado en el Elíseo.

Los sondeos no tienen piedad, y estiman que menos de un tercio de los 60 millones de habitantes del Hexágono respalda a su presidente; ese malestar fue una de las grandes novedades de la fiesta nacional: Hollande fue recibido en los Campos Elíseos entre los silbidos—aislados, pero muy inusuales en Francia cuando se trata del jefe del Estado— de los incansables opositores a la ley del matrimonio gay.

La segunda novedad, que ha convulsionado a la política nacional en los últimos días, es el plebiscitario regreso a la arena política de un Nicolas Sarkozy obligado a contraatacar después de que el Consejo Constitucional rechazase sus cuentas de la campaña presidencial de 2012 dejando a su partido, la UMP, sin 10,7 millones de financiación. El jefe del Estado zanjó las preguntas sobre el regreso del hombre providencial de la derecha con notable displicencia. “Eso no es un tema, tengo suficiente con servir al estado como para ponerme a pensar en 2017”.

Sobre las reformas, Hollande garantizó que el Estado social será respetado, y aunque se quejó del inmovilismo de algunos sectores —se refería, sin nombrarlos, a los sindicatos—, insistió en que es necesario racionalizar el sistema para hacerlo sostenible. Especialmente, la reforma de las pensiones exigida por Bruselas, que está siendo consultada en este momento con los agentes sociales y que Hollande quiere enviar al Parlamento en septiembre. “La reforma es necesaria porque si no se hace el sistema tendrá un déficit de 20.000 millones en 2020”, afirmó.

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