El presidente de Portugal zanja la crisis confirmando al Gobierno en funciones
Cavaco aparca su propuesta de Ejecutivo de salvación nacional y descarta elecciones anticipadas
Antonio Jiménez Barca
Lisboa, El País
Después de 20 días de idas y venidas institucionales, de hundimientos en los mercados, de decenas de reuniones, de nuevos Gobiernos ignorados por el presidente de la República y de dimisiones de ministros prominentes no aceptadas por el primer ministro, la crisis política que empantana Portugal se cierra de una manera sorprendente: regresando al día anterior de la convulsión, con el mismo Gobierno (aunque en funciones) que desencadenó el terremoto, como si aquí no hubiera pasado nada. El presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva, descarta convocar elecciones anticipadas —como reclama toda la oposición— y da por bueno al actual Ejecutivo (en realidad en funciones, ya que el ministro de Asuntos Exteriores, Paulo Portas, dimitió el 2 de julio sin que fuera aceptada su renuncia).
Esa dimisión “irrevocable” —según él mismo advirtió— fue el detonante de esta crisis, ya que hizo saltar por los aires la coalición de centroderecha que sustenta el Gobierno desde hace dos años. Portas es el líder del democristiano CDS, una de las patas de esa coalición. El primer ministro, Pedro Passos Coelho, líder de la otra pata, el conservador PSD, se negó a aceptar su renuncia —en un intento de salvar la situación a la desesperada— y desde ese día, junto a Portas, se puso a buscar una salida a la crisis. Al final la encontraron, aparentemente: Portas aceptó, a cambio de quedarse y de tragarse su propia palabra “irrevocable”, el cargo de vice primer ministro con atribuciones en la política económica. Esto es, ganaba poder. Todo apuntaba que el final de la crisis —que repercutía incesantemente en los mercados, empobreciendo aún más a un país castigado por la crisis— estaba cerca.
Pero un nuevo golpe de efecto la reabrió: el 10 de julio, el presidente Cavaco Silva ignoró sibilinamente —sin rechazarla expresamente en el discurso oficial que pronunció— la composición del nuevo Gobierno y emplazó a los dos partidos de la coalición y al Partido Socialista portugués (PS), actualmente en la oposición, a llegar a un acuerdo de “salvación nacional” encaminado a preservar la estabilidad política e institucional a medio plazo a fin de garantizar el regreso de Portugal a los mercados en junio de 2014. El PS, tras una semana en la que se sucedieron las reuniones a tres bandas, se apartó de un posible acuerdo al no aprobar una nueva oleada de recortes equivalente a 4.700 millones de euros que el Gobierno tiene pensado poner en práctica, negociada y apalabrada ya por la troika, que a distancia controla la política económica del país.
Tras el plante del Partido Socialista, Cavaco ha optado por la solución menos ruidosa y la más fácil. A su juicio, convocar elecciones anticipadas llevaría ineludiblemente a Portugal a un segundo rescate. Así, sin “acuerdo de salvación nacional”, se imponía que el Gobierno actual siguiera en el poder. Hay analistas que aseguran que Passos Coelho, liberado ahora de condicionamientos presidenciales, podrá, a corto o medio plazo, llevar a cabo la renovación prevista (con lo que Portas, finalmente, será vice primer ministro). La oposición, por su parte, denuncia que el Gobierno que salga de esta crisis, sea el que sea, será un Gobierno frágil y debilitado. Y por tanto incapaz.
Antonio Jiménez Barca
Lisboa, El País
Después de 20 días de idas y venidas institucionales, de hundimientos en los mercados, de decenas de reuniones, de nuevos Gobiernos ignorados por el presidente de la República y de dimisiones de ministros prominentes no aceptadas por el primer ministro, la crisis política que empantana Portugal se cierra de una manera sorprendente: regresando al día anterior de la convulsión, con el mismo Gobierno (aunque en funciones) que desencadenó el terremoto, como si aquí no hubiera pasado nada. El presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva, descarta convocar elecciones anticipadas —como reclama toda la oposición— y da por bueno al actual Ejecutivo (en realidad en funciones, ya que el ministro de Asuntos Exteriores, Paulo Portas, dimitió el 2 de julio sin que fuera aceptada su renuncia).
Esa dimisión “irrevocable” —según él mismo advirtió— fue el detonante de esta crisis, ya que hizo saltar por los aires la coalición de centroderecha que sustenta el Gobierno desde hace dos años. Portas es el líder del democristiano CDS, una de las patas de esa coalición. El primer ministro, Pedro Passos Coelho, líder de la otra pata, el conservador PSD, se negó a aceptar su renuncia —en un intento de salvar la situación a la desesperada— y desde ese día, junto a Portas, se puso a buscar una salida a la crisis. Al final la encontraron, aparentemente: Portas aceptó, a cambio de quedarse y de tragarse su propia palabra “irrevocable”, el cargo de vice primer ministro con atribuciones en la política económica. Esto es, ganaba poder. Todo apuntaba que el final de la crisis —que repercutía incesantemente en los mercados, empobreciendo aún más a un país castigado por la crisis— estaba cerca.
Pero un nuevo golpe de efecto la reabrió: el 10 de julio, el presidente Cavaco Silva ignoró sibilinamente —sin rechazarla expresamente en el discurso oficial que pronunció— la composición del nuevo Gobierno y emplazó a los dos partidos de la coalición y al Partido Socialista portugués (PS), actualmente en la oposición, a llegar a un acuerdo de “salvación nacional” encaminado a preservar la estabilidad política e institucional a medio plazo a fin de garantizar el regreso de Portugal a los mercados en junio de 2014. El PS, tras una semana en la que se sucedieron las reuniones a tres bandas, se apartó de un posible acuerdo al no aprobar una nueva oleada de recortes equivalente a 4.700 millones de euros que el Gobierno tiene pensado poner en práctica, negociada y apalabrada ya por la troika, que a distancia controla la política económica del país.
Tras el plante del Partido Socialista, Cavaco ha optado por la solución menos ruidosa y la más fácil. A su juicio, convocar elecciones anticipadas llevaría ineludiblemente a Portugal a un segundo rescate. Así, sin “acuerdo de salvación nacional”, se imponía que el Gobierno actual siguiera en el poder. Hay analistas que aseguran que Passos Coelho, liberado ahora de condicionamientos presidenciales, podrá, a corto o medio plazo, llevar a cabo la renovación prevista (con lo que Portas, finalmente, será vice primer ministro). La oposición, por su parte, denuncia que el Gobierno que salga de esta crisis, sea el que sea, será un Gobierno frágil y debilitado. Y por tanto incapaz.