Ancelotti: "En Turín me recibió una pintada: 'Un cerdo no puede entrenar"
Madrid, As
Milagro en la Reggiana. "Debuté como entrenador en la Serie B. A los tres meses iban a echarme. Me sancionaron por no tener aún el título, mi asistente se dedicaba a leer el Almanaque Ilustrado del Calcio, nuestro preparador físico era un lanzador de disco retirado... Y teníamos al francés Di Costanzo, el Maradona de los pobres. En la séptima jornada, éramos colistas. Acabamos ascendiendo a la Serie A. Una etapa feliz".
Collina le lee la mente. "En el Parma se nos escapó el Scudetto ante la Juve. Ganábamos 0-1 y Collina nos pitó un penalti escandaloso en contra. Le grité desde el banquillo: "¡Gran decisión!". Se fue hacia mí con la roja. "¿Qué haces?", pregunté. "Te estoy expulsando". Tras el partido fui a verle. "Te he expulsado porque leí tus labios, me llamaste idiota", comentó. "Estás equivocado", respondí. "Lo pensé, pero no lo dije...". Supongo que es muy bueno, me leyó la mente".
Huyendo del Fenerbahçe. "Cuando me destituyeron en el Parma, llamó el Fenerbahçe. Pero no me excitaba. "Venga a ver el club, sin obligaciones, pero debe ser en secreto". Viajé en avión privado... y recibí una bienvenida triunfal, con miles de fans. Me ofrecieron tres millones de dólares por tres años, yo ganaba en Parma 550.000. Pero no estaba interesado, no tenía experiencia. Pedí de todo para que se cansasen... ¡pero me lo daban! Volví a Parma porque aún tenía un año de contrato, eso me permitió escapar. Sólo tenía que llamar a los turcos y decirles que no, pero fui un gallina: tuvo que decírselo mi mujer por teléfono. Estaba avergonzado...".
La Triada de la Juve. "Antes de ir a Estambul, me llamó Luciano Moggi (director general de la Juventus). Pensé que era por un jugador. Cuando esquivé el marcaje turco arreglé una cita. Estaba con Antonio Giraudo y Roberto Bettega. La Triada. "Te queremos como entrenador". Pensé que estaban locos, y es peligroso contradecir a alguien mentalmente inestable. Firmamos un contrato redactado a mano. Llegué a casa: "Soy el nuevo entrenador de la Juventus". Me respondieron: '¡Vete a cagar!'. Tuve que llevar el contrato conmigo a todos lados, nadie me creía".
Una peineta a los ultras. "La primera semana en Turín vi un obelisco con una pintada: 'Un cerdo no puede entrenar'. Eso es un buen inicio. Moggi le dijo a los ultras que hicieran las paces. Me veían como el enemigo. La peineta que le dediqué a la Curva Cirea (la sección violenta de Delle Alpi) cuando entrenaba al Milán, iba para ellos. Siempre igual: "Un cerdo no puede entrenar". Me ponía furioso. Es una falta de respeto intolerable con los cerdos".
Pesadilla en Estambul. "Suelen preguntarme qué pasaba por mi mente durante la remontada del Liverpool a mi Milán (en la final de la Champions 2005). La respuesta es simple: nada. Cero. Mi cerebro era el vacío del espacio exterior. Nunca volví a ver aquel partido. Ni lo haré. No por dolor, es porque no tiene sentido hacerlo. Ahora pienso en aquel desastre como en cualquier otra derrota. Mi depresión se ha ido".
Dios salve a la Reina. "Guardo un recuerdo especial de la final de la FA Cup con el Chelsea: el Príncipe Guillermo deseándonos "Buena suerte". Yo quería responderle: "¿Me presentaría a su abuela?". No tuve coraje. Tengo veneración por la Reina Isabel, es fascinante. Me gustaría conocerla pero no sé cómo. No se puede llamar a Buckingham Palace: "Hola, soy Ancelotti. ¿Puedo hablar con Isabel?". Lo único que puedo hacer es seguir ganando y esperar que ella se dé cuenta".
Milagro en la Reggiana. "Debuté como entrenador en la Serie B. A los tres meses iban a echarme. Me sancionaron por no tener aún el título, mi asistente se dedicaba a leer el Almanaque Ilustrado del Calcio, nuestro preparador físico era un lanzador de disco retirado... Y teníamos al francés Di Costanzo, el Maradona de los pobres. En la séptima jornada, éramos colistas. Acabamos ascendiendo a la Serie A. Una etapa feliz".
Collina le lee la mente. "En el Parma se nos escapó el Scudetto ante la Juve. Ganábamos 0-1 y Collina nos pitó un penalti escandaloso en contra. Le grité desde el banquillo: "¡Gran decisión!". Se fue hacia mí con la roja. "¿Qué haces?", pregunté. "Te estoy expulsando". Tras el partido fui a verle. "Te he expulsado porque leí tus labios, me llamaste idiota", comentó. "Estás equivocado", respondí. "Lo pensé, pero no lo dije...". Supongo que es muy bueno, me leyó la mente".
Huyendo del Fenerbahçe. "Cuando me destituyeron en el Parma, llamó el Fenerbahçe. Pero no me excitaba. "Venga a ver el club, sin obligaciones, pero debe ser en secreto". Viajé en avión privado... y recibí una bienvenida triunfal, con miles de fans. Me ofrecieron tres millones de dólares por tres años, yo ganaba en Parma 550.000. Pero no estaba interesado, no tenía experiencia. Pedí de todo para que se cansasen... ¡pero me lo daban! Volví a Parma porque aún tenía un año de contrato, eso me permitió escapar. Sólo tenía que llamar a los turcos y decirles que no, pero fui un gallina: tuvo que decírselo mi mujer por teléfono. Estaba avergonzado...".
La Triada de la Juve. "Antes de ir a Estambul, me llamó Luciano Moggi (director general de la Juventus). Pensé que era por un jugador. Cuando esquivé el marcaje turco arreglé una cita. Estaba con Antonio Giraudo y Roberto Bettega. La Triada. "Te queremos como entrenador". Pensé que estaban locos, y es peligroso contradecir a alguien mentalmente inestable. Firmamos un contrato redactado a mano. Llegué a casa: "Soy el nuevo entrenador de la Juventus". Me respondieron: '¡Vete a cagar!'. Tuve que llevar el contrato conmigo a todos lados, nadie me creía".
Una peineta a los ultras. "La primera semana en Turín vi un obelisco con una pintada: 'Un cerdo no puede entrenar'. Eso es un buen inicio. Moggi le dijo a los ultras que hicieran las paces. Me veían como el enemigo. La peineta que le dediqué a la Curva Cirea (la sección violenta de Delle Alpi) cuando entrenaba al Milán, iba para ellos. Siempre igual: "Un cerdo no puede entrenar". Me ponía furioso. Es una falta de respeto intolerable con los cerdos".
Pesadilla en Estambul. "Suelen preguntarme qué pasaba por mi mente durante la remontada del Liverpool a mi Milán (en la final de la Champions 2005). La respuesta es simple: nada. Cero. Mi cerebro era el vacío del espacio exterior. Nunca volví a ver aquel partido. Ni lo haré. No por dolor, es porque no tiene sentido hacerlo. Ahora pienso en aquel desastre como en cualquier otra derrota. Mi depresión se ha ido".
Dios salve a la Reina. "Guardo un recuerdo especial de la final de la FA Cup con el Chelsea: el Príncipe Guillermo deseándonos "Buena suerte". Yo quería responderle: "¿Me presentaría a su abuela?". No tuve coraje. Tengo veneración por la Reina Isabel, es fascinante. Me gustaría conocerla pero no sé cómo. No se puede llamar a Buckingham Palace: "Hola, soy Ancelotti. ¿Puedo hablar con Isabel?". Lo único que puedo hacer es seguir ganando y esperar que ella se dé cuenta".