Sale de prisión tras 27 años una mujer condenada a muerte con 16 en EE UU

Paula Cooper de Indiana fue sentenciada con la pena capital tras asesinar a una maestra de religión de 78 años
Su caso provocó manifestaciones a nivel mundial y una solicitud personal del papa Juan Pablo II

Carolina García
Washington, El País
Paula Cooper, que tenía 16 años cuando fue condenada a la silla eléctrica por asesinar a una profesora de religión, Ruth Pelke, de 78 años, hecho que la llevó a convertirse en la persona más joven en recibir esta pena en Estados Unidos, ha sido puesta en libertad este lunes, tras pasar más de 20 años en prisión después de que su sentencia fuera conmutada por una condena de cárcel y posteriormente reducida, informa AP. La sentencia de la joven, de raza negra, al corredor de la muerte en 1986 provocó centenares de protestas en todo el mundo e, incluso, una solicitud personal del papa Juan Pablo II.


A sus 43 años, Cooper tiene una segunda oportunidad. La mujer ha abandonado la cárcel en un coche estatal y vistiendo ropa donada, según ha explicado el Departamento de Prisiones de EE UU. La prisión, situada a unos 100 kilómetros al oeste de Indianapolis, le ha facilitado 75 dólares "para ayudarla a empezar".

El 14 de mayo de 1985, con tan solo 15 años, Paula Cooper junto a tres amigas, todas adolescentes, entraron en la casa de Ruth Pelke con la intención de robar. Pelke dejó entrar a Cooper y dos de ellas, porque le dieron la excusa de que querían que les diera clase de religión, mientras otra esperaba fuera para vigilar. Cooper llegó a asestarle 33 puñaladas y, posteriormente, las tres desmantelaron la casa. Las cuatro chicas huyeron con el coche de la maestra y 10 dólares en efectivo.

El crimen horrorizó a los ciudadanos de Indiana. Las tres cómplices de Cooper recibieron condenas que fueron desde los 25 a los 60 años, pero la joven, a pesar de que se declaró culpable de asesinato, fue finalmente condenada a morir en la silla eléctrica. La Fiscalía aseguró que esta condena estaba justificada porque el "delito era indescriptiblemente cruel y fue previamente planificado".

Aunque mucha gente creyó que Paula Cooper merecía morir, organizaciones por los derechos humanos y opositores a la pena de muerte de todo el mundo pusieron el grito en el cielo, incluyendo a aquellos que creían que la sentencia de Cooper era también un tema racista.

En 1987, el papa Juan Pablo II pidió clemencia para la joven. Un año después, un cura procedente del Vaticano entregó más de dos millones de firmas como protesta. La iniciativa provocó que el Tribunal Supremo de Indiana diera marcha atrás en su decisión y cambiara la sentencia de Cooper de pena capital por la de 60 años de cárcel. También provocó el cambio de la ley Estatal sobre el criterio de edad mínima para la pena de muerte, que pasó de los 10 a los 16 años, con un punto que recalcaba "que no se podía condenar a la pena de muerte a las personas que fueran menores de esta edad en el momento de cometer el delito".

Durante este tiempo, el Tribunal Supremo de EE UU ha declarado inconstitucional condenar a la pena capital a todos los encausados menores de 18 años. Fue en 2005, y la medida fue apoyada por cinco de los nueve magistrados que lo conforman.

"La gente se sigue acordando de este caso. Su puesta en libertad va a llamar la atención de muchos", dijo su abogado, Jack Crawford, durante el juicio. "Cooper ha cumplido su condena y ahora le toca contribuir con la sociedad", añadió este letrado, firme opositor de la pena muerte en el caso de Cooper. "Espero que las personas vean a Paula como algo más que una asesina", ha explicado su hermana Rhonda Labroi, informa la misma agencia. Era tan solo una niña cuando sucedió, ahora es una mujer adulta y se merece darle una segunda oportunidad", ha solicitado Labroi.

Su historial de prisiones indica que se ha visto envuelta en unas 23 situaciones problemáticas, aunque menores, desde 1995 cuando fue castigada a confinamiento solitario por agredir a un guardia. En la cárcel se ha licenciado (2001) y ha entrenado a perros guía para los discapacitados, además ha trabajado como consejera de otras reclusas en el Rockville Correctional Facility, la prisión de mujeres más numerosa del Estado de Indiana.

"Todo el mundo tiene la responsabilidad de hacer el bien o el mal, y si haces mal, tiene que ser castigado. La rehabilitación empieza por ti, si no estás listo no podrás recuperarte", explicó la propia Cooper en una entrevista al Indianapolis Star.

Por su parte, el nieto de la mujer asesinada, Bill Pelke, ha asegurado que es suficiente con las tres décadas que Cooper ha pasado en la cárcel y que la perdona por el crimen. "Ahora, lo que me preocupa es que se asiente y encuentre un trabajo", ha dicho Pelke.

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