Independiente El orgullo nacional en su día más triste

Los hinchas asimilaron el dolor deportivo con grandeza, sin violencia, y hasta valoraron el esfuerzo de los juveniles.


Buenos Aires, Clarín
Del lado de la popular Norte, él tendrá unos 25 años; en la platea Bochini aún en construcción, ella parece un tanto más joven. Difícil saberlo con exactitud. Los separa un alambrado; están unidos por sus manos apretadas y por las lágrimas que llueven en sus mejillas. ¿Serán novios, familiares o amigos? Quién sabe. Lo que importa es la imagen de esos dos hinchas de Independiente segundos después de consumado el 0-1 con San Lorenzo, segundos después de consumado el descenso.


Esa foto de dos enamorados de una camiseta que, en silencio, tratan de procesar la tristeza como pueden se multiplicó por miles en los distintos rincones del estadio Libertadores de América, que ayer fue testigo de un hecho que quedará en los libros de historia del fútbol argentino. Independiente, el Rey de Copas de paladar negro , jugará en la B Nacional.

Perdió la categoría el Rojo , pero su orgullo no desciende.

Y sus hinchas se encargaron de dejarlo bien en claro. Con el descenso pateándoles el corazón, con la garganta atada, con los ojos ahogados, no hubo lugar para reacciones violentas. Con una dignidad complicada de encontrar en estos tiempos cada vez más exaltados, los simpatizantes de Independiente despidieron a su equipo de la Primera. Entre aplausos y cantos, hubo reconocimiento para los jugadores, principalmente para los juveniles por los cuales apostó el técnico Miguel Brindisi en este último tramo del campeonato. El “Vamos, vamos los pibes” que se escuchó cinco minutos antes del final erizó la piel.

Apenas se registró un hecho aislado entre algunos plateístas ofuscados con Hernán Fredes y la seguridad privada en la Erico Baja durante el primer tiempo.

Tal vez porque fue digiriendo este momento a lo largo de toda la semana. O tal vez porque el antecedente todavía fresco de un Monumental maltratado en el descenso de River recibió un repudio generalizado. Por lo que fuere, la gente de Independiente no tocó una sola butaca de su cancha.

Se fue con grandeza.

Demostrándole cómo comportarse a los que no saben separar a las verdaderas tragedias de la vida de un fracaso deportivo.

Duele y mucho, sí. Por eso la bronca contra los dirigentes.

De antes y de ahora. Por eso las banderas contra Julio Comparada y contra Javier Cantero, y sus respectivas Comisiones Directivas. Por eso la concentración de un grupito en el hall de ingreso al vestuario que no pasó a mayores. A eso se le suma la incertidumbre sobre lo que ocurrirá de ahora en más.

Sin embargo, al final casi ni fuerzas para insultar le quedaba a la mayoría de esos hinchas que llegaron con la esperanza pendiendo de un hilo que se cortó en la segunda parte con el gol de Anangonó para el 1 a 0 de Argentinos contra Colón. Cinco minutos después, el grito del pibe Correa, el mismo que el lunes le dio una vida más al Rojo al marcar el empate de San Lorenzo ante el Bicho , no hizo más que asegurarle a los hinchas de Independiente que esta vez todo se había terminado. Silencio.

La angustia dominó los cinco sentidos dentro y fuera del terreno de juego. Ya no hubo más partido.

Unos pocos comenzaron a irse temiendo incidentes.

Pero la tristeza pudo más que la ira.

Y, al igual que Tula, Morel Rodríguez, Adrián Fernández, Velázquez, Pizzini, Miranda y el resto, la gente se descargó entre lágrimas y cantos de aliento.

“El día que murió mi papá y éste son los más tristes de mi vida. Lo único que me descarga la angustia son las lágrimas. Mañana (por hoy) es el Día del Padre y se me vienen a la mente muchos recuerdos. Vine con mi hijo, Lucas, de 15 años, y por culpa de un empresario convertido en dirigente tiene su primera tristeza en una tribuna” , dijo Darío (47), socio 28131, a Clarín mientras permanecía inmóvil en la tribuna, como tantos otros hinchas que se quedaron un par de horas en sus lugares.

“El dolor es inmenso, me robaron el alma” , sólo pudo aportar Federico, un hincha adolescente.

“¡¿Qué te hicieron Independiente?!” , gritaba otro de cabellera canosa mientras se iba caminando por Alsina.

A unas cuadras, la Avenida Mitre, cortada entre las sedes de Independiente y de Racing (custodiada por unos 400 efectivos), estaba desolada. Algunos simpatizantes, todavía con la camiseta puesta, trataban de recomponerse con un café amargo, sin ánimo de seguir discutiendo sobre culpas y responsabilidades.

La luna hizo invisible al sol de Avellaneda. Independiente atravesó el día más triste de su rica historia con la frente en alto. Y con la cabeza puesta en volver pronto para volver a ser Independiente.

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