Enfoque DPA: Rousseff vive una pesadilla en la antesala del soñado Brasil 2014
Río de Janeiro, dpa
El sueño de celebrar “el mejor Mundial de todos los tiempos” en 2014 parece empezar a convertirse en una verdadera pesadilla para la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.
La Copa Confederaciones de fútbol, considerado un ensayo general del Mundial, arrancó propinándole al menos un par de reveses a la mandataria, que buscará la reelección en los comicios de julio de 2014, días después de que el sueño se haya realizado o de que la pesadilla, por fin, haya terminado.
La Copa Confederaciones de fútbol arrancó propinándole al menos un par de reveses a la mandataria
Los brasileños adeptos al fútbol -y con capacidad económica para pagar las caros entradas- que fueron al estadio Mané Garrincha, en Brasilia, para asistir el sábado a la inauguración de la Confederaciones, descolocaron a la mandataria y al presidente de la FIFA, Joseph Blatter, con un estridente coro de abucheos que truncaron el discurso oficial y opacaron el arranque del torneo.
El episodio fue una suerte de corolario de lo que sucedía desde hacía horas fuera del estadio, donde “activistas anti-Mundial” -estudiantes, punks, anarquistas, gremialistas y otros grupos de “resistencia urbana”-, protagonizaron protestas duramente reprimidas por la policía, que lanzó bombas lacrimógenas que alcanzaron incluso a los aficionados que llegaban a la arena.
Las protestas anti-Mundial, que critican el “despilfarro” de dinero público en eventos deportivos, fueron a su vez precedidas por otra serie de revueltas, más masivas y encarnizadas, que tuvieron su epicentro en Sao Paulo pero se diseminaron rápidamente por otras ciudades.
Estas manifestaciones, en contra del aumento de la tarifa del transporte público, arrastraron a las calles de Sao Paulo, en cuatro oportunidades, a más de 5.000 personas, que también fueron brutalmente reprimidas por la policía, en una batalla campal que dejó centenas de heridos y detenidos.
Pero la “quincena negra” de Rousseff tuvo más contratiempos.
Antes de que su rostro desencajado por los abucheos recorriera el mundo vía Internet, y antes de que los rostros ensangrentados de los manifestantes heridos por balas de goma acapararan portales y portadas, una sondeo realizado en los primeros días de junio reveló que su popularidad cayó a su mínima expresión desde que asumió en enero de 2011: 57 por ciento de aprobación popular, contra un 65 por ciento registrado tres meses antes.
En el declive, Brasil perdió el lugar hasta entonces inédito de sexta mayor economía del mundo
Según analistas, esto se explica, entre otros factores, por otro “fantasma” que viene persiguiendo a la presidenta: la “era de oro” del Brasil post dictadura, que vivió su esplendor durante el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva y se prolongó hasta el primer año de gobierno de su sucesora, empezó a declinar.
En el declive, Brasil perdió el lugar hasta entonces inédito de sexta mayor economía del mundo, conquistado en 2011, a raíz de un estancamiento económico que sufren especialmente exportadores e industriales, y un paulatino crecimiento de la inflación, que siente el pueblo que hace las compras en los supermercados.
A la negativa sucesión de datos y episodios se suman otros eventos que sólo perdieron destaque por la virulencia de los últimos acontecimientos, y que en nada tranquilizan a la primera mujer presidenta de Brasil.
A saber, a principios de mes se agudizó una vieja disputa por tierras entre indígenas y hacendados, que dejó un indígena muerto de un balazo a manos de la Policía Federal, que depende directamente del gobierno.
Paralelamente, comunidades que serán o fueron desplazadas a instancias de las obras necesarias para organizar el Mundial y los Juegos Olímpicos de 2016, vienen movilizándose en todo el país y pueden radicalizar sus métodos de lucha a medida que se intensifiquen los desalojos.
Tampoco las obras previstas para organizar los torneos le dan respiro a Rousseff. Seis de los 12 estadios mundialistas todavía no están terminados, y los otros seis todavía sufren con problemas tanto adentro como en sus alrededores.
Las obras de movilidad urbana, la reforma y/o construcción de los aeropuertos que recibirán de un día para otro millones de pasajeros, la mejora de los transportes para que esos millones de turistas, deportistas, delegaciones y periodistas puedan desplazarse sin contratiempos, también están en “veremos”.
La cuenta regresiva hacia 2014 -artísticamente marcada, segundo a segundo, por un reloj-monumento emplazado en la emblemática playa de Copacabana- parece empezar a convertirse en un “vía crucis” para la mandataria, que heredó el peso de organizar un Mundial de su carismático antecesor Lula da Silva, y que ahora, a un año del gran evento, no puede darse el lujo siquiera de imaginar un fracaso, que sería “el más grande de todos los tiempos”.
El sueño de celebrar “el mejor Mundial de todos los tiempos” en 2014 parece empezar a convertirse en una verdadera pesadilla para la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.
La Copa Confederaciones de fútbol, considerado un ensayo general del Mundial, arrancó propinándole al menos un par de reveses a la mandataria, que buscará la reelección en los comicios de julio de 2014, días después de que el sueño se haya realizado o de que la pesadilla, por fin, haya terminado.
La Copa Confederaciones de fútbol arrancó propinándole al menos un par de reveses a la mandataria
Los brasileños adeptos al fútbol -y con capacidad económica para pagar las caros entradas- que fueron al estadio Mané Garrincha, en Brasilia, para asistir el sábado a la inauguración de la Confederaciones, descolocaron a la mandataria y al presidente de la FIFA, Joseph Blatter, con un estridente coro de abucheos que truncaron el discurso oficial y opacaron el arranque del torneo.
El episodio fue una suerte de corolario de lo que sucedía desde hacía horas fuera del estadio, donde “activistas anti-Mundial” -estudiantes, punks, anarquistas, gremialistas y otros grupos de “resistencia urbana”-, protagonizaron protestas duramente reprimidas por la policía, que lanzó bombas lacrimógenas que alcanzaron incluso a los aficionados que llegaban a la arena.
Las protestas anti-Mundial, que critican el “despilfarro” de dinero público en eventos deportivos, fueron a su vez precedidas por otra serie de revueltas, más masivas y encarnizadas, que tuvieron su epicentro en Sao Paulo pero se diseminaron rápidamente por otras ciudades.
Estas manifestaciones, en contra del aumento de la tarifa del transporte público, arrastraron a las calles de Sao Paulo, en cuatro oportunidades, a más de 5.000 personas, que también fueron brutalmente reprimidas por la policía, en una batalla campal que dejó centenas de heridos y detenidos.
Pero la “quincena negra” de Rousseff tuvo más contratiempos.
Antes de que su rostro desencajado por los abucheos recorriera el mundo vía Internet, y antes de que los rostros ensangrentados de los manifestantes heridos por balas de goma acapararan portales y portadas, una sondeo realizado en los primeros días de junio reveló que su popularidad cayó a su mínima expresión desde que asumió en enero de 2011: 57 por ciento de aprobación popular, contra un 65 por ciento registrado tres meses antes.
En el declive, Brasil perdió el lugar hasta entonces inédito de sexta mayor economía del mundo
Según analistas, esto se explica, entre otros factores, por otro “fantasma” que viene persiguiendo a la presidenta: la “era de oro” del Brasil post dictadura, que vivió su esplendor durante el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva y se prolongó hasta el primer año de gobierno de su sucesora, empezó a declinar.
En el declive, Brasil perdió el lugar hasta entonces inédito de sexta mayor economía del mundo, conquistado en 2011, a raíz de un estancamiento económico que sufren especialmente exportadores e industriales, y un paulatino crecimiento de la inflación, que siente el pueblo que hace las compras en los supermercados.
A la negativa sucesión de datos y episodios se suman otros eventos que sólo perdieron destaque por la virulencia de los últimos acontecimientos, y que en nada tranquilizan a la primera mujer presidenta de Brasil.
A saber, a principios de mes se agudizó una vieja disputa por tierras entre indígenas y hacendados, que dejó un indígena muerto de un balazo a manos de la Policía Federal, que depende directamente del gobierno.
Paralelamente, comunidades que serán o fueron desplazadas a instancias de las obras necesarias para organizar el Mundial y los Juegos Olímpicos de 2016, vienen movilizándose en todo el país y pueden radicalizar sus métodos de lucha a medida que se intensifiquen los desalojos.
Tampoco las obras previstas para organizar los torneos le dan respiro a Rousseff. Seis de los 12 estadios mundialistas todavía no están terminados, y los otros seis todavía sufren con problemas tanto adentro como en sus alrededores.
Las obras de movilidad urbana, la reforma y/o construcción de los aeropuertos que recibirán de un día para otro millones de pasajeros, la mejora de los transportes para que esos millones de turistas, deportistas, delegaciones y periodistas puedan desplazarse sin contratiempos, también están en “veremos”.
La cuenta regresiva hacia 2014 -artísticamente marcada, segundo a segundo, por un reloj-monumento emplazado en la emblemática playa de Copacabana- parece empezar a convertirse en un “vía crucis” para la mandataria, que heredó el peso de organizar un Mundial de su carismático antecesor Lula da Silva, y que ahora, a un año del gran evento, no puede darse el lujo siquiera de imaginar un fracaso, que sería “el más grande de todos los tiempos”.