Crítica de El hombre de Acero (Man of Steel): El mejor Superman, no el definitivo

Israel Arias
Madrid, EP
Le ha costado 75 años y cinco intentonas, pero con El hombre de acero (Man of Steel) Superman tiene al fin una película a su altura. Una cinta que está lejos de ser redonda pero que es tan épica, grandiosa, potente y excesiva como el icono sobre el que versa.


Todo empezó con Batman. Después de ver cómo Christopher Nolan recogió a Bruce Wayne de las cloacas cinematográficas (Batman y Robin) y lo convirtiera en el referente del género con su trilogía de El caballero oscuro, Warner se empeñó en que hiciera lo propio con el personaje de cómic más conocido del planeta.

Tras negarse una y otra vez, Nolan aceptó a regañadientes encargarse del proyecto. Pero con sus condiciones. Sería productor ejecutivo e idearía la historia con David S. Goyer, guionista de sus tres Batman, pero no se sentaría en la silla de director.

Y después de muchas idas y venidas, la china (o la lotería) le tocó finalmente en Zack Snyder, un director que ya había probado su buena mano con la épica desmesurada en 300 y con los superhéroes intensos en Watchmen. Un hombre que peleó por cazar a Superman.

Bendito empeño el de unos y otros, porque el trío Snyder/Goyer/Nolan ha firmado con Man of Steel una gran película en general, una muy buena película de alienígenas en particular y, en especial, una excepcional película de superhéroes.

EL NUEVO KRYPTON

El nuevo Superman es, para lo bueno y para lo malo, un grandioso ENTRETENIMIENTO. Una cinta de casi dos horas y media visualmente apabullante, con un reparto que roza el notable y un clímax épico más o menos cada quince minutos.

Y como la historia de Kal-El es sobradamente conocida y lo novedoso aquí es su tratamiento estético y argumental, vamos al lío. Desde el punto de vista técnico, El hombre de acero es una cinta sobresaliente. Snyder derrocha todo el talento visual que ya exhibió en la sólida Watchmen, la musculosa 300 e incluso en la muy prescindible Sucker Punch.

En este particular, e insistiendo en que incluso los pasajes más íntimos de la cinta están filmados con mucho mimo, especial mención merecen el arranque en Krypton y la gran batalla final entre héroe y villano. Una traca final que atesora algunos mamporros tan virtuosos como los que protagonizaban Hulk e Iron Man en Los Vengadores.

Entremedias, luz, fuego y mucha destrucción. Quizás demasiada. Pero siempre muy bien rodada y aderezada con la música de Hans Zimmer. Aunque se echen de menos las fanfarrias del maestro Williams, la nostalgia no debe impedirnos reconocer el bestial trabajo del compositor de cabecera de Nolan. Chris no da puntada sin hilo.

UN GRAN REPARTO

En mitad del desmesurado despliegue, y enfundado en el traje más discreto -y molón- que ha vestido Superman en sus 75 años de historia, emerge la figura de Henry Cavill.

El británico es un más que digno sucesor de Christopher Reeve -a Brandon Routh mejor ni recordarle- y sabe darle al alienígena el toque humano y contradictorio que demanda el nuevo tratamiento del superhéroe.

Le flanquean la chica, Amy Adams que encarna a una más espabilada que de costumbre Lois Lane, y el villano, Michael Shannon que da vida al General Zod. Muy bien los dos. Inmenso él en el tramo final.

DOS SUPERPADRES

Pero lo más sobresaliente del reparto es el trabajo de los dos padres de Superman: Jor-El (el biológico interpretado por Russell Crowe) y Jonathan Kent (el adoptivo encarnado por Kevin Costner).

Tener como antecedente a un mito como Marlon Brando es un honor y también una responsabilidad que puede convertirse en una losa muy pesada. Pero Crowe no se amilana y aprovechando la importancia capital que la historia de Goyer y Nolan concede a Jor-El, para superar con nota el envite. Gladiator está imponente.

Menos grandilocuente, aunque igual de lucido, es el trabajo de Costner que, metido en la piel de un granjero humilde e íntegro de Kansas, intenta gestionar lo mejor que puede la traumática infancia de un niño que cambiará el mundo.

Por ahí también están la israelí Ayelet Zurer y Diane Lane, madres kryptoniana y terrícola del protagonista respectivamente, Laurence Fishburne como el primer Perry White negro... y Faora. La malvada lugarteniente de Zod, a la que da vida la enérgica Antje Traue, cuenta en su haber con algunas de las mejores secuencias de acción de la película. ¡Menuda zorra!

SUPERMAN BEGINS

Buen reparto, buena factura técnica pero ¿Y la historia? ¿Qué han hecho Nolan y Goyer con Superman? Pues lo que se esperaba. Han ido más allá de la mera actualización y le han dado al héroe y a toda su mitología un tono más realista, mas severo, más maduro.

Los fans del cómic agradecerán el esfuerzo constante de Man of Steel por dar una explicación plausible a todos los elementos de su universo para armar una historia sólida y coherente, que no creíble. Pretender esto último en una película de superhéroes sería un pretencioso error, un atentado contra el espíritu de esos personajes a los que se fuerza a saltar de la viñeta al fotograma.

Y al margen de algunos lunares de guión a los que Goyer y Nolan no nos tienen ni mucho menos acostumbrados, y del algo excesivo uso de los flashbacks para relatar la infancia de Clark Kent, el gran pecado de Man of Steel es su sobresaturación épica y sus desbordadas aspiraciones de profundidad.

Conscientes de la importancia del coloso que tienen entre manos, y de todo lo que el cine le debe, El hombre de acero abusa de la solemnidad. La kryptonita de este Superman no es su imperturbable seriedad, su coherencia o su introspección, es la sucesión de clímax épicos y emotivos. La grave historia satura tanto al espectador que incluso puede llegar ya algo desgastado al, insistimos, espectacular y visualmente grandioso último acto.

¿DÓNDE COLOCAMOS ESTE SUPERMAN?

Con eso, y sobre todo con todo lo demás, El hombre de acero es -no sin las dudas que a un treintañero como el que suscribe le suscita la fuerza gravitatoria de la nostalgia que ejerce la cinta de Richard Donner- el mejor Superman hasta la fecha.

Sí. Man of Steel es excesiva, en sus formas y en su duración, sobrecargada, ruidosa y con una vocación de seriedad y una eterna solemnidad que mata aquella enternecedora inocencia y toda la bis cómica que Christopher Reeve dio personaje. Pierde eso... pero gana mucho más.

Comparándola con su antecedente más cercano en el tiempo, huelga decir que El hombre de acero es enormemente superior al Superman Returns con el que Bryan Singer se decepcionó incluso a sí mismo allá por 2006.

Man of Steel está, junto a la excelsa trilogía de Nolan, la cruda y densa Watchmen y la genial verbena del mamporro que fueron Los Vengadores, en el 'top five' de las películas de superhéroes. El orden ya lo ponen ustedes con la única condición de que reserven el primer escalón del podio para El caballero oscuro. Claro.

Pero a la hora de emitir un veredicto, no hay que olvidar que esto no ha hecho nada más que comenzar. ¿Le dará Kal-El revolcón a Batman cuando ande a la gresca con Lex Luthor en la ya anunciada secuela de Man of Steel? Recordemos que fue el magistral Joker de Ledger quien elevo a Batman a un nuevo nivel.

Y es que cuanto mejor es el villano... más brilla el héroe y es más que posible que la película definitiva de Supeman esté todavía por llegar.

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