Nadal se paseó y alcanzó los 40 títulos en tierra de Muster

Madrid, As
Sonaba ‘Maneras de vivir’, de Leño, en la megafonía de la Caja Mágica mientras Rafa Nadal se disparaba hacia su cuadragésimo título en tierra igualando a Thomas Muster y viendo ya sólo en el horizonte los 46 de Guillermo Vilas. Olvidado el experimento de la tierra azul, sobre el tapiz ocre Rafa dictó su ley, la de las bolas altas rotando endiabladamente, ante Stanislas Wawrinka: 6-2 y 6-4 en 1h:15.


“No sé si estoy en lo cierto/lo cierto es que estoy aquí/otros por menos se han muerto/maneras de vivir”, atrona la voz ronca de Rosendo. Y como un superviviente, a esos siete meses KO por una lesión en su rodilla izquierda que amenazaban su carrera, Nadal ha vuelto como un tiro, con siete finales de siete y un quinto título (Sao Paulo, Acapulco, Indian Wells, Barcelona y este de Madrid) desde el 6 de febrero. Mañana vuela a Roma con 910 puntos más de los que vino, y si vuelve a ganar allí puede arrebatar el número cuatro a David Ferrer, porque se cruzarían en cuartos, y asegurarse un mejor sorteo en Roland Garros, que elabora su cuadro el 20 de mayo, evitando a Djokovic, Federer y Murray en cuartos.

Stanilas Wawrinka, que saldrá disparado de Madrid desde el puesto 15º del ránking al top-10, sufrió sobre su revés a una salva de andanadas de calibre pesado. El plan era reventarlo por ahí, hacerle golpear en suspensión, saltando hacia atrás y con la bola por encima del hombro para colocarse en disposición de cerrar con el drive. Así, cayó el break de entrada y también en el tercer juego. Demasiado contundente, demasiado limpio. Era el mejor partido de Nadal, campeón ya en Madrid en 2005 sobre rápida y 2010 sobre tierra, en el torneo.

Wawrinka no había arrebatado un set a Nadal en ocho precedentes. Pero venía de ganar la final de Oeiras (antiguo Estoril) y de eliminar a Dimitrov, Tsonga y Berdych. No podía darse por vencido tan pronto. Mejoró, pero fue el estertor que precedía a la rendición. “Con los partidos vas mejorando, vas tomando más riesgos de manera controlada”, explicaba Toni Nadal antes del partido. Y Rafa fue asumiéndolos. Apretó los dientes y los puños, quebró para 4-3 y se dirigió a morder otro trofeo. Tiró el drive, Wawrinka volvió a mandar fuera otro revés y Nadal, con un grito que mezcló rabia, alegría y liberación. Con un alarido poderoso, se dejó caer victorioso al suelo sin ceder siquiera una bola de break en la final.

Es el 23º Masters 1.000 para él. Sobre tierra son ya cuarenta títulos. Pero lo que asusta es la magnitud: ocho en Montecarlo y Barcelona, siete en Roland Garros, seis en Roma. Nadal se superó en Madrid. “Quizá es la victoria más especial por dónde venimos…”. Otros por menos se han muerto…. Nadal no.

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