Diego López, Essien y Modric, los incondicionales de Mou
Madrid, Marca
José Mourinho ha perdido el diálogo con los futbolistas y, en estos momentos, únicamente le quedan tres incondicionales: Diego López, Essien y Modric. Con el resto la relación está deteriorada en mayor o menor medida y ninguna de las partes lo oculta. Varane, una de las últimas apuestas del entrenador, rumía el desprecio que tuvo con el equipo tras el importante triunfo en Old Trafford.
Hasta que estalló Pepe, hablando en caliente y en frío, para reivindicar la figura de Iker Casillas, del que dijo que es una institución y que no se le puede culpar de todos los males. Quizás Pepe se saltó el guión marcado por el vestuario, que decidió echar el freno de mano hasta tener claro cuál va a ser el futuro de Mou.
Los jugadores, principalmente los capitanes, apostarán por la tregua que haga recuperar la estabilidad social y deportiva
En este escenario de confusión y reprobaciones internas y públicas, la intervención de Florentino Pérez se hacía imprescindible. Quedan 12 días para la disputa de la final de la Copa del Rey y el presidente no está dispuesto a que haya más enfrentamientos.
Los jugadores, principalmente los capitanes, apostarán por la tregua que haga recuperar la estabilidad social y deportiva. Ganar el único título que hay en juego es importante para la autoestima de los futbolistas y para que los dirigentes confirmen que hay una plantilla de calidad en la que no hay que hacer ninguna revolución con las altas y las bajas.
Historia de un desencuentro
El día antes del partido de vuelta contra el Borussia Dortmund compareció Mourinho ante la prensa solo, cuando lo habitual es hacerlo acompañado de un futbolista. Ayuda a fomentar la unión. Acto seguido lo hizo Sergio Ramos.
Los jugadores, en la zona de vestuarios, escucharon y comentaron las declaraciones del técnico para saber qué sensaciones tenía la persona que, tras el 4-1 de la ida, rompió el contacto con ellos.
La plantilla se llevó otra decepción cuando escuchó los siguientes reproches en público de su jefe: “En Dortmund jugamos como si fuera un amistoso. El fútbol fue justo porque ganó quien lo mereció y perdió quien mereció perder”. Enseguida detectaron que estaban solos en su épico intento por eliminar al Borussia y que si lo lograban sería más por una combinación de fe, carácter y revancha que por la preparación del partido.
La rebelión en el vestuario se fraguó el viernes. El desahogo de Mou señalando a Casillas y a Cristiano se entendió como un menosprecio y un desprestigio a dos símbolos
Mourinho tampoco engañó cuando dijo que no era partícipe de campañas propagandísticas que alentaran la remontada: “Para motivar a la afición hacía falta un resultado diferente en Dortmund. Yo no motivo con vídeos”, dijo.
Hoy se pasan factura unos y otros. El Real Madrid se quedó a un gol de acceder a la final y, mientras Sergio Ramos lloraba de rabia en el césped, consolado por Iker Casillas y otros compañeros, Mourinho se metía al vestuario maldiciendo, todavía, el partido de ida. No se lo quita de la cabeza ni perdona a sus jugadores lo “inocentes”, como les dijo en privado, que fueron.
Los jugadores dejaron pasar la afrenta que les hizo su entrenador antes y después del partido contra el Dortmund. Tan sólo hubo un conato de respuesta de Cristiano Ronaldo cuando manifestó que le daba igual el futuro de Mourinho.
La rebelión en el vestuario se fraguó el viernes. El desahogo del entrenador portugués, el día antes de jugar contra el Valladolid, señalando a Casillas y a Cristiano se entendió como un menosprecio y un desprestigio a dos símbolos.
Con este estado de crispación y enojo recíproco jugó el equipo el partido contra los vallisoletanos. Sobre el césped se plasmó la ansiedad, el nerviosismo y la tensión que ha ido creciendo con el entrenador. Mourinho, que permaneció sentado en el banquillo todo el encuentro, no habló a los jugadores. No lo hizo en el descanso. Delegó en Karanka, mientras que él salía con antelación al inicio de la segunda parte. Su imagen era la de una persona desilusionada, apática y distante.
José Mourinho ha perdido el diálogo con los futbolistas y, en estos momentos, únicamente le quedan tres incondicionales: Diego López, Essien y Modric. Con el resto la relación está deteriorada en mayor o menor medida y ninguna de las partes lo oculta. Varane, una de las últimas apuestas del entrenador, rumía el desprecio que tuvo con el equipo tras el importante triunfo en Old Trafford.
Hasta que estalló Pepe, hablando en caliente y en frío, para reivindicar la figura de Iker Casillas, del que dijo que es una institución y que no se le puede culpar de todos los males. Quizás Pepe se saltó el guión marcado por el vestuario, que decidió echar el freno de mano hasta tener claro cuál va a ser el futuro de Mou.
Los jugadores, principalmente los capitanes, apostarán por la tregua que haga recuperar la estabilidad social y deportiva
En este escenario de confusión y reprobaciones internas y públicas, la intervención de Florentino Pérez se hacía imprescindible. Quedan 12 días para la disputa de la final de la Copa del Rey y el presidente no está dispuesto a que haya más enfrentamientos.
Los jugadores, principalmente los capitanes, apostarán por la tregua que haga recuperar la estabilidad social y deportiva. Ganar el único título que hay en juego es importante para la autoestima de los futbolistas y para que los dirigentes confirmen que hay una plantilla de calidad en la que no hay que hacer ninguna revolución con las altas y las bajas.
Historia de un desencuentro
El día antes del partido de vuelta contra el Borussia Dortmund compareció Mourinho ante la prensa solo, cuando lo habitual es hacerlo acompañado de un futbolista. Ayuda a fomentar la unión. Acto seguido lo hizo Sergio Ramos.
Los jugadores, en la zona de vestuarios, escucharon y comentaron las declaraciones del técnico para saber qué sensaciones tenía la persona que, tras el 4-1 de la ida, rompió el contacto con ellos.
La plantilla se llevó otra decepción cuando escuchó los siguientes reproches en público de su jefe: “En Dortmund jugamos como si fuera un amistoso. El fútbol fue justo porque ganó quien lo mereció y perdió quien mereció perder”. Enseguida detectaron que estaban solos en su épico intento por eliminar al Borussia y que si lo lograban sería más por una combinación de fe, carácter y revancha que por la preparación del partido.
La rebelión en el vestuario se fraguó el viernes. El desahogo de Mou señalando a Casillas y a Cristiano se entendió como un menosprecio y un desprestigio a dos símbolos
Mourinho tampoco engañó cuando dijo que no era partícipe de campañas propagandísticas que alentaran la remontada: “Para motivar a la afición hacía falta un resultado diferente en Dortmund. Yo no motivo con vídeos”, dijo.
Hoy se pasan factura unos y otros. El Real Madrid se quedó a un gol de acceder a la final y, mientras Sergio Ramos lloraba de rabia en el césped, consolado por Iker Casillas y otros compañeros, Mourinho se metía al vestuario maldiciendo, todavía, el partido de ida. No se lo quita de la cabeza ni perdona a sus jugadores lo “inocentes”, como les dijo en privado, que fueron.
Los jugadores dejaron pasar la afrenta que les hizo su entrenador antes y después del partido contra el Dortmund. Tan sólo hubo un conato de respuesta de Cristiano Ronaldo cuando manifestó que le daba igual el futuro de Mourinho.
La rebelión en el vestuario se fraguó el viernes. El desahogo del entrenador portugués, el día antes de jugar contra el Valladolid, señalando a Casillas y a Cristiano se entendió como un menosprecio y un desprestigio a dos símbolos.
Con este estado de crispación y enojo recíproco jugó el equipo el partido contra los vallisoletanos. Sobre el césped se plasmó la ansiedad, el nerviosismo y la tensión que ha ido creciendo con el entrenador. Mourinho, que permaneció sentado en el banquillo todo el encuentro, no habló a los jugadores. No lo hizo en el descanso. Delegó en Karanka, mientras que él salía con antelación al inicio de la segunda parte. Su imagen era la de una persona desilusionada, apática y distante.