Turquía y Holanda, enfrentados por la devolución de un niño a sus padres

El pequeño fue entregado a una pareja de lesbianas por presunta negligencia por parte de su familia biológica, que en 2010 perdieron la patria potestad

Isabel Ferrer
La Haya, El País
Yunus es un chico holandés de nueve años de ascendencia turca, que lleva desde los cinco meses acogido por una pareja de lesbianas por la supuesta negligencia de sus padres biológicos. Su caso ha tensado las relaciones diplomáticas entre La Haya y Ankara por el choque de valores que representa la elección de la familia sustituta buscada para el niño en Holanda. También ha destapado dos cosas: la falta de familias musulmanas de acogida, y la dudosa actuación del Servicio holandés de Protección del Menor, que no devolvió a Yunus en 2007 a su casa, como mandaron los jueces. En su lugar, agotó todas las apelaciones hasta que, en 2010, los progenitores perdieron la patria potestad. A la vista de que Holanda daba el caso por cerrado, los padres biológicos del pequeño evalúan la posibilidad de pedir al Tribunal Europeo de derechos Humanos de Estrasburgo que devuelva el menor a sus progenitores. Según el rotativo turco Sabah, próximo al Ejecutivo, el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, animará a sus compatriotas a que acepten niños en acogida.


Los padres de Yunus son inmigrantes de primera generación y tienen otros dos hijos varones. Cuando Yunus, nacido en Holanda, era un bebé, los médicos advirtieron a los servicios sociales de un posible caso de negligencia. En 2004, con cuatro meses, el pequeño fue atendido de un brazo roto y un gran chichón en la cabeza. La madre, Nurgül Azeroglu explicó que se le había caído de la cuna, pero fue cedido a la pareja de lesbianas por negligencia parental. En 2007, y después de que largas exploraciones médicas no hallaran signos de maltrato ni tampoco incapacidad de los progenitores, los jueces ordenaron la devolución de Yunus. No sucedió porque los servicios sociales, convencidos de que corría peligro, apelaron la resolución alargando así el proceso.

Los hermanos mayores, apartados de casa también en 2004, sí regresaron en 2007. En 2008 la familia volvió a tener problemas y los asistentes sociales quisieron llevarlos con la misma pareja de lesbianas. Decididos a no perderlos, los padres dejaron a sus hijos en Turquía con los abuelos. Como técnicamente el gesto equivalía a un secuestro, ambos progenitores pasaron unos días en la cárcel en Holanda. A partir de entonces, las cosas se precipitaron. Los tribunales pidieron una investigación para evaluar la situación familiar, que los servicios sociales no hicieron. Ello a pesar de que el posible origen de las tribulaciones de Nurgül radicara en el abandono de su marido, tras la muerte del gemelo de Yunus. En 2010, y después de que los informes de protección del menor mantuvieran la tesis de la incapacidad parental, los tribunales dijeron que Yunus se había arraigado en Holanda. Aunque los padres se habían reconciliado, perdieron al niño.

Para el Gobierno holandés, el caso de Yunus demuestra el celo puesto por los servicios sociales nacionales en la protección de los niños considerados en peligro. Por eso ha rechazado la intromisión de Erdogan en la red de protección de menores, que no discrimina los hogares de acogida por género, religión, raza o elección sexual. En Turquía, sin embargo, el contencioso ha desencadenado una campaña contra la convivencia de menores originarios del país con gente ajena a su cultura. Según cifras de la Comisión de Derechos Humanos de su Parlamento, habría hasta 5.000 en dicha situación en Europa.

En pleno debate, la madre, Nurgül Azeroglu, requirió la pasada semana la intercesión del mandatario turco, de visita oficial en Holanda. Erdogan fue informado por el Gobierno holandés, “de que se trata de un expediente propio, y no turco”. Ambos países han cumplido 400 años de relaciones diplomáticas y Frans Timmermans, ministro holandés de Exteriores, no quería “que el caso hipoteque el viaje del mandatario turco”. En la calle, entretanto, hubo varias manifestaciones de grupos de la comunidad turca contrarios a la asimilación de sus jóvenes en la cultura occidental. El contrapunto lo pusieron Selcuk Özturk y Tuhanan Kuzu, diputados socialdemócratas holandeses de origen turco, que pidieron calma y reflexión: “Menos hacerse las víctimas y más responsabilidad. La verdad es que no hay familias de acogida musulmanas”, dijeron, a través de las redes sociales

Desde Ankara, Ayhan Üstün, presidente de la Comisión Parlamentaria turca de Derechos Humanos, ha pedido respeto. “Hacemos lo mismo que nuestros amigos europeos, que se arrogan el derecho de hablar de nuestras costumbres. También evaluamos las suyas. Esta gente son ciudadanos turcos y nos preocupa su situación. No es solo que la pareja de acogida sea lesbiana. Si una familia turca no quiere que sus hijos crezcan con judíos o cristianos, hay que respetarlo. Si les parece bien, adelante”. En 2008, Erdogan ya calificó de “crimen contra la humanidad la asimilación de los inmigrantes turcos en Alemania”. La integración era el modelo deseado. Para La Haya no ha duda. Yunus y todos los hijos de inmigrantes de cualquier origen nacidos en el país son holandeses. “Resulta presuntuoso que otro país juzgue la manera en que este chico acabó acogido”, según Lodewijk Asscher, viceprimerministro holandés.

A pesar de apoyo oficial, y por culpa de las amenazas recibidas, la pareja de mujeres de acogida se ha escondido con Yunus. “El niño no puede ir al colegio y a ellas las critican, cuando han hecho una labor excelente. Han aprendido turco, han viajado a Turquía y mantenido el lazo cultural de chico”, lamentan los servicios sociales. Los ministerios de Salud y Justicia, por su parte, admiten estar “muy preocupados por el giro inesperado que ha dado el asunto”.

Entradas populares