Sergio Galarza, la figura de Bolivia

JNN Digital
Ante el súbito desplome de la selección boliviana, que coincidió -paradójicamente- con su ventaja en el marcador y el creciente control argentino de la pelota, Sergio Galarza se convirtió en la figura excluyente de su equipo.


El golero, con cuatro paradas descomunales, evitó una inminente derrota de Bolivia, cuyo fútbol fue deshilachándose dramáticamente en una segunda mitad inexpresiva, en la que perdió precisión, orden y sentido de juego.

La pérdida de presión en el centro del campo, vital para mandar en la primera parte de la batalla, descompuso el frágil equilibrio de los bolivianos, que comenzaron a errar en las entregas y a perder velocidad en el traslado. Sin aceleración, jugando al ritmo que Argentina proponía, Bolivia perdió gravitación en el centro del campo, dejando prevalecer el mayor bagaje técnico de Argentina, allá donde destacó el corte de Mascherano, la salida de Banega, los incontenibles despegues de Di María y el talento de Messi. Todo ese cóctel técnico hizo explosión ante una defensa retraída, que sufría por la pérdida de consistencia del medio y la descomposición de la estructura, que ofrecía grietas en todos los flancos. A esa degradación contribuyó Azkargorta con sus modificaciones. Marvin Bejarano (de pobres prestaciones en Colombia) restó fluidez y perspectiva a la banda, allá donde Jair Torrico brindaba frescura y seguridad. El lateral de Oriente hizo languidecer un fútbol que iba perdiendo tensión y que, al clausurar una vía de descongestionamiento, agudizó los padeciemientos sobre el centro. Tampoco acertó Azkargorta con el ingreso de Arce por Diego Bejarano. El atacante de Bolívar clausuró la vía de mejor acceso que Bolivia encontró a espaldas de Clamente Rodríguez. Arce, que se instaló metros arriba como receptor, cambió la mecánica del juego. Pasó a jugar de receptor (Bejarano encaraba arrancando de atras) y se hizo dependiente de un suministro escuálido e impreciso. Es decir, por pararse muy arriba, quedó atrapado en un bosque sin espacios. Cuando se mudó a otra geografía no sólo contribuyó al tumulto y a la asimetría de un diseño que, buen rato antes, había perdido el balance y la sensatez, sino que clausuró la más fértil vía de acceso, donde Chumacero se asociaba con Diego Bejarano para desbordar. Sin un hombre sobre ese flanco, la influencia de Chumacero se redujo y el andarivel, clausurado como quedó, ofreció alivio a un sufriente Clemente Rodríguez.

Menor aún fue el aporte de Mojica (ingresó por Cardozo) en el eje. Si bien Bolivia extrañó un generador (Martins y Saucedo demandaban más juego entre líneas para explotar), el volante cruceño lejos estuvo de constituir solución. Erró en todo. Se paró mal, contaminó todo lo que tocó y generó un vacío en su zona que posibilitó el desplazamiento de Argentina hacia metros negados en el plan inicial y que, por cómo cambió la coyuntura, bien pudo obtener mayor rédito al previsto. Ahí apareció Galarza, abortando un mano a mano con Messi y sacando dos disparos envenenados (el de Banega se incrustaba en su ángulo) que habrían torcido la ecuación.

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