Remontada épica de un Real Madrid que siempre creyó
Manchester, EFE
Mentira todo esto del Teatro de los Sueños, más bien de las pesadillas porque todo aquí es incómodo, el espacio, pequeño, el graderío, que empuja, el césped, casi un patatal, y el Manchester, que es pegajoso, listo y espabilado, como buen grande.
Se sabía que Ferguson iba a hacer eso, poner un autobús ante De Gea, solo que puso el bus, el tanque y tres o cuatro trincheras, todo entorpeciendo, poniendo arbustos, colinas y montañas ante un Madrid sorprendido. Mourinho sabía que esto iba a ser así y lo temía. Con razón, porque su equipo se estrelló. Está diseñado para ir a la contra, para robar y volar, llegar y golpear. Pero ante equipos bien organizados, no puede. Su circulación es lenta, sin la velocidad suficientre para llegar con peligro ante dos líneas de cuatro más Welbeck encima de Alonso, lo que dejaba sin ojos al Madrid. Ozil, entre Carrick y Cleverley, tampoco aparecía. [Fotogalería: las mejores imágenes del Manchester United-Real Madrid]
Y nadie buscó a Cristiano. El portugués se metió en el centro, allá donde el crucigrama era más espeso, y el Madrid le buscó sin encontrarle. No había bandas, no había velocidad en la circulación de balón y De Gea vivía feliz, sin apenas sufrir.
Sí que sufrió el Madrid, cazador cazado, en las contras del Manchester. Lo que él le hizo a todos los demás equipos se lo hizo el United, cerrados todos, sin dejar huecos y agobiando al Madrid, que no veía nada, opacos todos los suyos, sin abrir el juego, sin subir sus laterales.
El que pegaba era el Manchester, con contras, con juego aéreo, con cabezazos al palo (Vidic). El Madrid se sustentó en Varane, que evitó males mayores. Rapidísimo, compitió con éxito con los velocistas, y el Real aguantó bien, pero aquello tenía mala pinta, sin reflejar en nada todo ese empeño que había puesto en la apuesta ofensiva.
Todo se jugó en el comienzo de la segunda mitad. Una jugada desgraciada acabó con un gol en propia meta de Sergio Ramos, luego el árbitro hizo una buena y una mala: una entrada dura que mandó a Nani a la ducha con excesiva severidad y luego la compensación con una mano de Rafael que el turco no vio.
Pero más allá de eso, la roja a Nani fue la corneta que mandó al Madrid al ataque de las trincheras. Se echó encima del United que ya no podía. Le salía fuego de los pulmones y con uno menos no pudo evitar la avalancha del Real, que empujaba con la desesperación del condenado, marcar o morir y morir para casi todo el año. Mou metió a Kaká y a Modric y ellos enlazaron con Ozil para dominar el encuentro.
El equipo de Ferguson no aguantó. Un disparo terrorífico de Modric empató el partido y la eliminatoria, y el United estaba con uno menos. Dejaba de llover sobre las cabezas blancas.
Mou metió a Kaká y a Modric y ellos enlazaron con Ozil para dominar el encuentro
En dos minutos, el Madrid bajó la gillotina sobre los diablos rojos. Llegó Cristiano en el segundo palo y clavó el segundo, poniendo la cuesta abajo del United en una montaña que no veía manera de subir, con uno menos, con el balón en poder del rival y sin un mínimo de aire para poder quitarse de encima el agobio que era el Madrid crecido, totalmente entero, viendo la luz y la salida hacia cuartos.
Entonces, Mou quitó a Ozil. Quiso echarse encima al United y finiquitar la eliminatoria a la contra, devolviendo la moneda que le había tirado Ferguson con desprecio al santuario donde se estaban jugando.
Lo cierto es que los españoles se echaron encima al United, con poca cabeza y demasiada aventura. Sin Ozil, el Madrid dejó el timón del partido y, además, defendió bastante mal, aun estando el rival con uno menos.
Mostró mucha vergüenza torera el Manchester en esos minutos finales, empujando, sacando aire de donde no había nada, solo a fuerza de pundonor, de rabia, de ver que lo había tenido y que se le iba como la arena entre las manos. El tramo final fue muy emocionante, intenso. Rooney había salido al campo y Mou hacía reverencias a Ferguson por el gran favor que le había hecho no sacándole antes.
El encuentro soñado
Fue en ese tramo final cuando el partido se tornó en lo que se esperaba: intenso, bravo, vivo, con los dos dejándose la piel. atacando, corriendo por todas con el cuchillo entre los dientes, la camisa abierta y que fuera lo que Dios quisiera.
Un final emotivo que acabó con el triunfo del Madrid, que fue merecido porque supo reaccionar con rapidez y bravura, con mucha valentía y con la contundencia que se le supone.
El United lo intentó hasta el final, pero el Madrid ya tenía demasiada ventaja porque los ingleses tenían que marcar dos goles y se veía que no podía, y estaba expuesto a las contras madridistas. Kaká tiró al palo y Cristiano obligó a De Gea a emplearse a fondo. Aquello ya olía a blanco blanquísimo y así acabó.