Messi, el único brote verde en el Barcelona
Los cuerpos estaban ahí, en el Camp Nou, jugando ante un enfermo que hace muy mala cara que responde por Deportivo de La Coruña, pero las cabezas de los culés estaban puestas en el partido del martes ante el Milán. La cuestión era sacarse de encima lo más rápidamente el trámite ante los gallegos y ver el estado de revista de los aspirantes a jugar el gran partido de la próxima semana. En lo que se refiere a la fría estadística, el Barça liquidó el asunto sin agobios. Ganó 2-0 y reafirma su posición de privilegio al frente de una Liga que ya hace bajada. Pero en lo que se afecta a las sensaciones, al supuesto cásting que montó entre los menos habituales Jordi Roura para elegir a los que deberán dar el callo ante los italianos, la sensación general, con alguna honrosa excepción, fue decepcionante.
Entre los que salieron a jugar como si fueran a una entrevista de trabajo, tan sólo Alexis se ganó el derecho a que le dijeran aquello de "vuelva mañana". El resto se fueron a casa con un "deje su número y ya les llamaremos si acaso".
Tanto fue así, que las mejores sensaciones, los brotes verdes a los que se aferra la hinchada barcelonista de cara a la vuelta de los octavos de final de Champions los ofreció Messi. Sin hacer casi nada, marcó un golazo, 40 de la Liga, el 17 consecutivo en la competición y aferrados a ese gol, los barcelonistas se fueron del Camp Nou más contentos. Eso sí, sabiendo lo que ya sabían, que cualquier opción de remontada de cara al martes pasará por el grado de inspiración del genio argentino, que ayer empezó en el banquillo.
El mejor spárring. Y mira que el Deportivo era el mejor spárring posible para hacer guantes antes del gran combate. Un equipo casi en desguace, con una nula vocación ofensiva y que se encomienda al orden atrás (a pesar de que acudió al Camp Nou sin sus dos centrales titulares) y a las paradas de Aranzubia. A primera vista, y a pesar de la alineación trufada de suplentes, la ocasión era perfecta para darse un baño de autoestima por un lado y para reivindicar un lugar en la batalla del martes por el otro. Ni una cosa ni otra.
Las sensaciones, excepción hecha de Messi, siguieron siendo anorgásmicas. A excepción de una primera media hora vibrante, el resto del partido fue un peñazo de considerables dimensiones.
Sobre lo de reivindicar un lugar en el equipo, el experimento fue fallido en la mayoría de los casos. Villa falló lo infallable; Fàbregas desquició a un público que fue al campo dispuesto a aplaudirlo todo; Song se salvó porque el rival era el Deportivo, que si llega a ser otro, le sacan los colores; Thiago alternó jugadas de genio con una ristra inaceptable de pases perdidos y Tello abundó en esa idea de que es más revulsivo que titular. Únicamente Alexis, con su gol y su lucha frenética por cada balón se ganó el derecho a ser tenido en cuenta.
El Deportivo se mantuvo en el partido gracias a Aranzubia, que le amargó la noche a Villa, pero el gol del chileno ya les dejó sin opciones. A partir de ahí, el partido languideció hasta que se animó cuando salieron a la palestra Iniesta, Busquets y Messi, que necesitó 25 minutos para dibujar esperanza en el rostro de los culés